Piedad Zenea Mas (1857-1921)

Patriota cubana, hija del poeta Juan Clemente Zenea. Se estableció en Nueva York con su madre Luisa Mas Jiménez donde ejerció la docencia y escribió para algunos diarios con el seudónimo de La Golondrina. Se casó en París, en 1894, con el escritor Emilio Bobadilla, Fray Candil.[1]

     José Martí la admiraba profundamente por su belleza, talento y capacidad para ganarse la vida con su trabajo; véanse las notas periodísticas publicadas en Patria tituladas “Tres madres” y “Piedad Zenea y Emilio Bobadilla” (“En casa”, Patria, 11 de mayo y 8 de diciembre de 1894, nos. 111 y 140, p. 3; OC, t. 5, pp. 28-29 y 456); y la carta de recomendación de José Martí a Juan de Dios Peza, a favor de su “distinguida amiga”, “la Srita. Piedad Zenea”, “una de las más cumplidas criaturas que hablan lengua española”.[2] 

(OCEC, t. 24, pp. 349-350). [Tomado de OCEC, t. 29, p. 306. (Nota modificada por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “En pocas lenguas hay quien pula el pensamiento, y lo respete y agrupe, con el brío y cuidado con que talla su castellano franco y numeroso Emilio Bobadilla”. (JM: “Piedad Zenea y Emilio Bobadilla”, “En casa”, Patria, Nueva York, 8 de diciembre de 1894, no. 140, p. 3; OC, t. 5, p. 456). Véase Cintio Vitier: “La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano” (1971), Obras 3, Crítica 1, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, pp. 364-374; y Dino Amador Allende González: “Luces y sombras de Fray Candil”, Opus Habana, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, febrero-junio 2013, no. 1, pp. 50-57.

[2] En una crónica titulada “La bahía en verano”, publicada en El Partido Liberal, de México, el 17 de agosto de 1888, Martí precisa que The New York Herald llama la “‘hermosura cubana’, […] a Piedad Zenea, La Golondrina” —y añade— “que escribe a los diarios cartas tan animadas y correctas, la hija del poeta que amó a México y al desnudarse el pecho para que se lo llenasen de balas los soldados españoles, prometió a sus amigos salir del sepulcro a dar gracias a los que fuesen buenos para su mujer y ‘para la niña!’” (OCEC, t. 29, p. 129).