Y en otra carta, fechada en abril de 1887 sin consignación de día, pero evidentemente posterior, le dice a Valdés Domínguez: “Ayer pensaba yo si no sería buena idea de La Lucha publicar, dando su producto neto al mausoleo, un número ilustrado ‘In Memoriam’, por el estilo de La Ilustración Española, que incluyese y perpetuase los grabados, que no cabrán en tu folleto, con algunos más que allá sería fácil hacer, tales como fotografías de algunas de las prendas halladas en la fosa. Tu retrato, los de ellos, los del presidio, la viñeta de tu folleto, la del cristal rayado, darían un interés perdurable a la publicación, distinta en todo de tu libro,[47] y que no podría menos de aumentar el crédito del periódico, a más del dinero del mausoleo. Veo más. Veo que la materia escrita de esta publicación, que habría de ir de mano en mano y ser leída más de una vez, podría dar ocasión para mantener levantada esta cuestión a aquella altura de dignidad y prudencia donde tú y La Lucha la han puesto, y de donde no debe caer, por más que habrá sin duda quienes, noblemente o sin nobleza, procuren extraviarla”.[48]

     Podrá juzgarse hasta qué punto siguió Valdés Domínguez las indicaciones y sugerencias de Martí, por el hecho de que, si bien en la segunda edición de su libro El 27 de noviembre de 1871 —que ya hemos visto en líneas anteriores, mediante el testimonio de Zambrana Vázquez, que vio la luz en mayo de ese año— no pudo Fermín incluir las láminas de que le hablaba Martí, en cambio lo hizo, sin omitir una sola, en la última edición de la obra, la publicada en La Habana el año 1909. En ella, en efecto, aparecen todos los grabados que señala Martí en esta misiva de abril de 1887.

     Y sin prejuzgar en materia tan delicada, ni querer forzar el razonamiento, preguntamos ahora: quien se deja asesorar en lo tocante al monumento y en la elección de grabados, ¿sería por ventura no influenciable en la redacción de su libro cuando se hallaba en Madrid, desterrado, junto a Martí y en íntimo contacto con él, su mejor amigo, aquel a quien llamaba su amigo del alma[49] y con quien intercambiaba ideas y opiniones?

Martí y el 27 de noviembre de 1871

     Martí, que había sufrido en su carne y espíritu los horrores del presidio político en Cuba, que de mano maestra pintó a lo vivo en el folleto que con ese título publicó en Madrid en 1871, estaba por ello, y por su excepcional poder de captación, más que capacitado para asimilar en toda su hondura la tragedia conmovedora del 27 de noviembre de 1871. En sus discursos y en sus escritos, más de una vez se refirió a ella;[50] asimismo, al hablar de Fermín Valdés Domínguez, entró también a considerarlo en su relación con aquellos sucesos y su noble obra de reivindicación.[51]

     Dos de los artículos que escribió Martí sobre el 27 de noviembre de 1871 son singularmente dignos de ser leídos más de una vez. Uno es aquel que publicó en Nueva York en el periódico Patria el 28 de noviembre de 1893.[52] En él describe el Apóstol con un notable poder de síntesis, los diversos elementos que entraron a formar parte de aquel bochornoso suceso: el miedo que delata, la codicia del gobernador político, el odio de la turba de voluntarios, la mecánica de aquel mal engendro. Y calando más hondo, hace ver las raíces seculares de aquel proceso en su continuidad con el espíritu de conquista y dominio, y de avasallamiento, típico de España en América. El otro artículo es el que vio la luz en El Economista Americano, de Nueva York, en su número de agosto de 1887.[53] De este último es el párrafo que sigue, con el cual comienza su escrito, donde alude a los voluntarios de la Habana, al gobernador político Dionisio López Roberts y al gobernador y capitán general interino Romualdo Crespo.

Hace once años la plebe española de La Habana, instigada por un desvergonzado funcionario[54] que obtuvo luego en España altos honores, cometió, con aprobación y ayuda del Gobierno, uno de esos crímenes fríos que de vez en cuando espantan al mundo. Ocho adolescentes, ocho estudiantes de medicina, acusados de haber puesto mano profanadora en el cadáver intacto de un ídolo de la turba,[55] fueron después de dos días de orgía sanguinaria fusilados contra un muro, y sin nombre ni cruz, “cuatro hacía el Sur y cuatro hacia el Norte”, tendidos en una fosa vergonzante. Treinta y dos compañeros suyos, sentenciados a presidio,[56] llevaron grillos, rompieron piedras en las calles, y recibieron castigo público, a donde iba como a fiesta, vestido con el uniforme que manchaba, en carruaje y de jira, con vinos y mancebas, el populacho victorioso.[57]


     Menciona después el Apóstol con frases incisivas y palabras descarnadas, “el paseo de los estudiantes por el cementerio,[58] la malignidad que quiso sacar culpa de él, el asedio de la cárcel por la milicia de La Habana tro­cada en jauría hambrienta,[59] el infame consejo de oficiales del ejército que contra la única voz honrada del defensor Capdevila condenó a muerte a ocho y los eligió por rifa, la vergüenza del Palacio de Gobierno, rendido a la plebe feroz;[60]—y la vindicación de los ocho asesinados, por el hijo mismo de aquel por quien murieron.[61]

     El otro trabajo de Martí sobre el 27 de noviembre de 1871, aquel donde el Maestro llega a los planos más profundos de ese turbio proceso, es el que hemos aludido en párrafos anteriores, y que publicado en el periódico Patria, de Nueva York, en 1893, constituye hoy una página antológica en la evocación de esta luctuosa efeméride. Por eso queremos reproducirla aquí sin omitir ningún pasaje: ni comentar los conceptos martianos que brillan con luz propia. Creemos que es la manera más adecuada y más respetuosa con que podemos concluir esta conmemoración del 27 de noviembre. Dice así el artículo del Apóstol:

En el crimen del 27 de noviembre de 1871—el día sangriento en que una turba rifó la vida y gozó la muerte de los ocho estudiantes de la Universidad de la Habana, por la falsa culpa de haber atentado al cadáver de un hombre de odio[62] cuyo propio hijo[63] declaró luego intacto el cadáver de su padre,[64]—tuvo su expresión culminante la ira del español bajo y logrero contra el criollo que le pone en peligro el usufructo privilegiado de la tierra donde vive en gozo y consideración que no conoció jamás en su aldea miserable o en su ciudad roída y pobretona. Esa alma cuajó, y todo ese aborrecimiento, en el asesinato de los estudiantes. Por eso es tristemente famoso: porque en él, a la claridad de los tiempos modernos, se expresó el alma rencorosa y cruel de España en América.

Tal fue el caso histórico. Cada bestia obraba con la furia de su privilegio amenazado. La injuria no es preciso, ni el disimulo. No es el honor lo que España defiende en América, porque el honor no está en corromper y asesinar a nuestros propios hijos, cada cual al hijo del otro, y los unos a los de los otros: lo que España defiende en América es la posesión.—Es más horrendo aquel crimen, porque en él, de su nacimiento a su ejecución, se pusieron visiblemente todos los abominables factores del gobierno colonial español: el miedo que denuncia,—la codicia que ve provecho en el rescate, y exagera el peligro para aumentar el precio de la salvación,—la ferocidad del interés amenazado, que se sacia contra los que se le ponen a mano como símbolo de la rebelión que lo amenaza. Hay odios excusables, que nacen de una aberración, de una abstracción, de una pasión nacional. Hay odios, como el del 27 de noviembre, que suben, babeantes, del vientre del hombre. Cada tendero defendía la tienda. Cada dependiente defendía el sueldo. Cada recién venido defendía la colocación del hermano o el primo por venir. “¡Allí están, esos barbilindos, esos felices, esos señoritos que viven sin trabajar, cuando nosotros barremos la tienda y servimos en el mostrador, esos amos: sean criados nuestros una vez al menos!” Y los criados se saciaron en los amos. Esa fue otra faz del crimen. España, en aquella vergüenza, no tuvo más que un hombre de honor: el generoso Capdevila, que donde haya españoles verdaderos, tendrá asiento mayor,—y donde haya cubanos.

En verdad, aquel crimen, concreción y estallido de fuerza hasta entonces confusas, o no tan claramente manifiestas, puede ser, y ha de ser objeto de hondo estudio, en que se acomode el resultado sangriento a los agentes sordos, y de siglos, que se enconaron y revelaron en él. Pero hoy, baste con sacar, y sáquense continuamente, del terrible suceso las dos lecciones que de él saltan: fue la una, la persistencia en América del alma inmutable de la conquista española, igual en Ovando hace cuatrocientos años, en Monteverde hace setenta y cinco, en los Voluntarios de la Habana hace diez y ocho: la otra, la que levanta el ánimo y se recuerda con más gozo, es la capacidad del alma cubana, de aquella misma porción de ella que parece tibia u olvidadiza o inerme, para alzarse, sublime, a la hora del sacrificio, y morir sin temblar en holocausto de la patria. Del crimen ¡ojalá que no hubiera que hablar! Háblese siempre—en estos días en que la observación superficial pudiera dudar del corazón de Cuba—del oro rebelde que en el fondo de todo pecho cubano solo espera la hora de la necesidad para brillar y guiar, como una llama. ¡Así, luces serenas, son en la inmensidad del recuerdo aquellas ocho almas![65]

Luis F. LeRoy Gálvez

Tomado del Anuario Martiano, La Habana, Consejo Nacional de Cultura, Departamento Colección Cubana, Sala Martí de la Biblioteca Nacional, 1970, no. 2, pp. 449-477.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[47] El 27 de noviembre de 1871.

[48] JM: “Carta a Fermín Valdés-Domínguez”, [Nueva York, 9 de abril de 1887], OCEC, t. 25, p. 374.

[49] “Mi hermano siempre, mi queridísimo Martí, mi única amistad siempre del alma”. (Fermín Valdés-Domínguez: “Carta a José Martí”, [La Habana] 17 de marzo 1887, DJM, p. 184). (N. del E. del sitio web).

[50] Véanse JM: “El día 27 de noviembre de 1871” (Madrid, 27 de noviembre de 1872, OCEC, t. 1, pp. 97-98); “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre” ([Madrid, 1872], OCEC, t. 15, pp. 57-64); “Carta a Fermín Valdés-Domínguez” (New York, 28 de febrero de 1887, OCEC, t. 25, pp. 364-365); “Carta a Fermín Valdés-Domínguez” ([Nueva York] 31 de marzo [de 1887], OCEC, t. 25, p. 368); “Carta a Fermín Valdés-Domínguez” (New York, 7 de abril de 1887, OCEC, t. 25, pp. 369-372); “Desde New York. Fermín Valdés Domínguez” (La Lucha, La Habana, 9 de abril de 1887, OCEC, t. 25, pp. 240-242); “La sangre de los inocentes” (The New York Herald, 9 de abril de 1887, OCEC, t. 25, pp. 346-348); “Carta a Fermín Valdés-Domínguez” ([Nueva York, 9 de abril de 1887], OCEC, t. 25, pp. 373-374); “Carta a Fermín Valdés-Domínguez” ([Nueva York] 11 de mayo [de 1887], OCEC, t. 25, pp. 380-381); El 27 de noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez” (El Economista Americano, Nueva York, agosto de 1887, OCEC, t. 26, pp. 144-145); “Los pinos nuevos” (Tampa, 27 de noviembre de 1891; OC, t. 4, pp. 282-286); “El 27 de noviembre” (Patria, Nueva York, 28 de noviembre de 1893, no. 88, p. 1; OC, t. 2, pp. 449-450); y “El 27 de noviembre” (Patria, 24 de noviembre de 1894, no. 138, p. 3; OC, t. 3, pp. 402-403).

[51] José Martí le consagró varios artículos: “Desde New York. Fermín Valdés Domínguez” (La Lucha, La Habana, 9 de abril de 1887, OCEC, t. 25, pp. 240-242); El 27 de noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez” (El Economista Americano, Nueva York, agosto de 1887, OCEC, t. 26, pp. 144-145); “Fermín Valdés Domínguez” (Patria, 3 de febrero de 1894, no. 97, pp. 1-2; OC, t. 4, pp. 469-470); “La reunión de bienvenida a Fermín Valdés Domínguez” (Patria, Nueva York, 21 de febrero de 1894, no. 100, p. 1); y “En Filadelfia. En honor de Valdés Domínguez” (Patria, Nueva York, 5 de abril de 1894, no. 106, p. 2); más dos breves notas periodísticas: “Camino de Key West” (Patria, Nueva York, 5 de abril de 1894, no. 106, p. 2) y “Fermín Valdés Domínguez” (Patria, Nueva York, 17 de abril de 1894, no. 108, p. 3). El 24 de febrero del mismo año, Martí pronunció, en el salón Jaeger’s, de Nueva York, un discurso en honor suyo. (N. del E. del sitio web).

[52] JM: “El 27 de Noviembre”, Patria, Nueva York, 28 de noviembre de 1893, no. 88, p. 1; OC, t. 2, pp. 449-450.

[53] El 27 de Noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez”, ob. cit., pp. 117-118.

[54] Dionisio López Roberts.

[55] Gonzalo Castañón. La acusación decía que los estudiantes habían rayado el cristal de su tumba.

[56] Fueron detenidos 45 jóvenes y conducidos por la calle San Lázaro hasta el Paseo del Prado no. 1, donde se encontraba la cárcel de La Habana. Más de 30 estudiantes fueron llevados a prisión y ocho condenados a fusilamiento.

[57] El 27 de Noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez”, ob. cit., pp. 117-118.

[58] El 23 de noviembre de 1871 los alumnos de primer año de Medicina de la Universidad de La Habana esperaron a su profesor en el anfiteatro, pero no asistió; pasearon por el Cementerio de Espada, muy cerca del anfiteatro. Uno tomó una flor y otros hicieron rodar el carro que se usaba para conducir los cadáveres.

[59] Se trata de los Cuerpos de Voluntarios.

[60] Los voluntarios pedían a gritos la sangre de los estudiantes injustamente encarcelados.

[61] El 27 de Noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez”, ob. cit., p. 118.

[62] Gonzalo Castañón.

[63] Fernando Castañón.

[64] El 14 de enero de 1887, …..

[65] “El 27 de Noviembre”, ob. cit., p. 1; OC, t. 2, pp. 449-450.