Las ideas de José Martí han quedado expresadas en una extensa obra escrita que, hasta el momento, abarca 27 volúmenes. Ensayos políticos como el trascendente artículo programático titulado “Nuestra América”, crónicas periodísticas para importantes publicaciones de Buenos Aires, Montevideo, México, Caracas, Nueva York o Madrid; artículos de análisis de muy diversos aspectos de la realidad política, social, económica y cultural de los países latinoamericanos y de los Estados Unidos (como es el caso de sus famosas Escenas norteamericanas),[10] ensayos biográficos y semblanzas de pensadores, figuras políticas, creadores y héroes de ambas secciones del continente americano, de Europa y de las más lejanas latitudes —como la India y el antiguo Vietnam—, artículos de crítica literaria, artística y científica, y los escasos discursos cuyos textos han llegado hasta nuestros días, dan cuerpo a una muy rica y fructífera labor de creación que es inseparable de su quehacer revolucionario y de su pensamiento político y social. En su importante obra literaria —que lo convierte en una figura mayor de la lengua castellana de la segunda mitad del siglo XIX— se destacan los poemarios Ismaelillo y Versos sencillos, y un mensuario enteramente redactado por él, y dirigido a los niños latinoamericanos: La Edad de Oro.
Siempre en pos de su objetivo de buscar en la propia realidad nacional de cada país las soluciones a los problemas sociales, políticos y económicos que esa realidad genere, con esa revista escrita para los niños de la América antes española José Martí aspiraba a impulsar aquello (según palabras suyas de 1889) “a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella, sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como ciudadanos retóricos, o extranjeros desdeñosos nacidos por castigo en esta otra parte del mundo. El abono se puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer conforme al suelo. A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y hombres de América”.[11]
Martí había comprendido la especificidad de la realidad americana, y sabía que : —“¡ni de Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma!”:[12] de ahí, también, que pudiera denunciar la incapacidad e impotencia de los que quieren “regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyès no se desestanca la sangre cuajada de la raza india”.[13]
Para Martí “el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”.[14]
Y sin ignorar, ni desdeñar, ni menospreciar, la experiencia histórica acumulada por la Humanidad, el revolucionario cubano proponía: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.[15] Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”.[16]
Es el mismo reclamo de autoctonía que había caracterizado sus años de periodismo en México, cuando recién llegado de su primera deportación a España, exigía:
A propia historia, soluciones propias. A vida nuestra, leyes nuestras. No se ate servilmente el economista mexicano a la regla, dudosa aun en el mismo país que la inspiró. Aquí se va creando una vida; créese aquí una economía. Álzanse aquí conflictos que nuestra situación peculiarísima produce: discútanse aquí leyes, originales y concretas, que estudien, y se apliquen, y estén hechas para nuestras necesidades exclusivas y especiales.[17]
Tales ideas han estado en la base de la estrategia revolucionaria que para la totalidad del continente americano José Martí concibe, y de la guerra de liberación nacional que para su patria chica cubana y su otra Antilla hermana —Puerto Rico— organiza y prepara. Lo hace sabiendo que, en esa guerra, “Moriremos por la libertad verdadera; no por la libertad que sirve de pretexto para mantener a unos hombres en el goce excesivo, y a otros en el dolor innecesario”.[18]
Y lo hace sabiendo —también— que “En un día no se hacen repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la independencia, la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no ha llegado aún, en la faz toda del mundo, el género humano”.[19]
Tal fue el soporte y el sustento en que se afinca y arraiga la decisión de los cubanos de entonces de lanzarse a la lucha por la independencia y la liberación nacional de su patria con el propósito de “aprovechar la libertad en beneficio de los humildes, que son los que han sabido defenderla”.[20] Con ello, Cuba asumía también —y ya para siempre— una de las más íntimas y entrañables decisiones de aquel antillano mayor que fue un verdadero forjador de su pueblo.
Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar:
El arroyo de la sierra
Me complace más que el mar.[21]
Ramón de Armas: “José Martí: forjador de pueblos”, Anuarios del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2017. (Edición digital).
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[10] JM: En los Estados Unidos. (Periodismo de 1881 a 1892), ed. crítica, Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez, coords., ALLCA XX, Colección Archivos de la UNESCO, 43, 2003.
[11] JM: “Carta a Manuel Mercado”, Nueva York, 3 de agosto de 1889, Correspondencia a Manuel Mercado, compilación y notas de Marisela del Pino y Pedro Pablo Rodríguez, introducción de Cintio Vitier, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2003, p. 314.
[12] JM: “Discurso en honor de Simón Bolívar”, Sociedad Literaria Hispanoamericana, Nueva York, 28 de octubre de 1893, en De la historia a las letras: Bolívar por Martí. Antología crítica, introducción, selección y notas de Lourdes Ocampo Andina, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Ediciones Boloña, 2012, pp. 107.
[13] Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., p. 38.
[14] Ibíd., pp. 38-39.
[15] En “Aniversario y balance”, José Carlos Mariátegui afirmaba: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva”. [Amauta, año III, no. 17, Lima, septiembre de 1928. (N. del E. del sitio web)].
[16] Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., p. 41.
[17] JM: “Boletín. Graves cuestiones”, Revista Universal, México, 14 de agosto de 1875, OCEC, t. 2, pp. 170-171.
[18] JM: “‘¡Vengo a darte patria!’ Puerto Rico y Cuba”, Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1893, no. 53, p. 2; OC, t. 2, p. 255.
[19] JM: “Los pobres de la tierra”, Patria, Nueva York, 24 de octubre de 1894, no. 134, p. 1; OC, t. 3, pp. 304-305.
[20] JM: “Carta a José Dolores Poyo”, Nueva York, 29 de noviembre de 1887, OCEC, t. 27, p. 199.
[21] JM: “Poema III”, Versos sencillos, Nueva York, 1891, OCEC, t. 14, p. 303.