JOSÉ LEZAMA LIMA
La mar violeta añora el nacimiento de los dioses,
ya que nacer es aquí una fiesta innombrable. [1]
José Lezama Lima
José Lezama Lima no necesita presentación, pero sí explicación. Ha sido el poeta de más aliento aparecido pocos años antes del 40 y de vocación mejor mantenida; ha sido, como era de esperarse, el más atacado.
Va para cerca de veinticinco años que Lezama escribió su “Muerte de Narciso”[2] provocando un movimiento poético sin precedentes en nuestra historia. La poesía trascendió por primera vez en discusiones provocadas por ella misma en ley causal, porque solamente nos mueve al frenesí, el amor que ella provoca, o su reverso el odio, que es lo inverso del amor. El poeta adquiere así la dignidad ancestral de ser odiado y amado: la extraordinaria condición de no ser indiferente a la vida cotidiana en aquella época de años tan fríos, donde la politiquería señoreaba en su presencia y donde las batallas se daban por posiciones burocráticas; época en la cual la poesía se encontraba olvidada en el ángulo oscuro del salón.
Lezama introduce algo vital en nuestra Poética; introduce la poesía misma cuando esta se aplicaba al mármol, la rosa, o la sociedad. Con excepción de unos pocos poemas —este es uno de ellos— toda su obra es referida a la poesía en sí y a su realización en el poema, este “lebrel, ligero y dividido” en versos, sus “anillos y fragmentos”,[3] que en ritmo desobediente se enemistan con el tiempo buscando la eternidad. De ahí la dificultad de entenderlo vía racional que recorre sus versos en deletreo vulgar. El hecho de referirse constantemente a la poesía, lo imposible de definir, crea una imposibilidad que prolifera infinita de poema en poema, rompiendo la lógica del lenguaje, ya que la lógica no nos puede decir qué cosa es la poesía ni tan siquiera tratar con ella.
Una de las acusaciones hechas a Lezama es la de ser poeta de minorías. No voy a discutir esto, pero sé que no es la primera vez que este epíteto se les endilga a los poetas más importantes, siempre. He observado que los poetas e intelectuales de más popularidad en nuestra época han surgido de grupos o actividades minoristas. Acusar a Lezama es no abrir los ojos. Jamás en nuestras letras tuvo un poeta más seguidores y discípulos sin proponérselo, ni fue tan admirado por los que le conocieron personalmente; ni jamás se discutió tanto el idioma que usaba, ya que el castellano con Lezama sufría extraños temblores y resurgimientos.
La criollidad del poeta es profunda. Lezama es un habanero sempiterno que ha hecho de nuestra capital lo que Goethe de Weimar, habiendo publicado cuatro revistas con un sueldo escaso.[4] La última, ORÍGENES, se mantuvo por diez años y cesa al concluir su destino, porque diez años de existencia son suficientes para una escuela literaria. Las revistas no se hacen con dinero, dice Lezama.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] José Lezama Lima: “Noche insular: jardines invisibles”, Diez poetas cubanos. 1937-1947, antología, prólogo y notas de Cintio Vitier, La Habana, Ediciones Orígenes, 1948, p. 39.
[2] JLL: Muerte de Narciso, La Habana, Úcar, García y Cía, 1937.
[3] “Noche insular: jardines invisibles”, ob. cit., p. 36.
[4] Verbum (1937), Espuela de Plata (1939-1941), Nadie parecía (1942-1944) y Orígenes (1944-1956).
[5] Véase Cintio Vitier: “Duodécima lección: Breve examen de la poesía ‘social’ y ‘negra’. La obra de Nicolás Guillén. Hallazgo del ‘son’”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, prólogo de Abel Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 293-308.
[6] Encabeza el artículo una imagen de Lezama y en las páginas siguientes se publica su poema “El coche musical”.

