Vivimos,[2] los que hablamos lengua castellana, llenos todos de Horacio y de Virgilio, y parece que las fronteras de nuestro espíritu son las de nuestro lenguaje. ¿Por qué nos han de[3] ser fruta casi vedada las literaturas extranjeras,[4] tan sobradas hoy de ese ambiente natural, fuerza sincera,[5] y espíritu actual que falta en la moderna literatura española? Ni la huella que en Núñez de Arce ha dejado Byron, ni la que los poetas alemanes imprimieron en Campoamor y Bécquer, ni una que otra traducción pálida[6] de[7] alguna obra alemana o inglesa,[8] bastan a darnos idea de la literatura de los eslavos, germanos y sajones, cuyos poemas tienen a la vez del cisne níveo, de los castillos derruidos, de las robustas mozas que se asoman a su balcón lleno de flores, y de la luz plácida y mística de las auroras boreales. Conocer diversas literaturas es el medio mejor de libertarse de la tiranía de alguna de ellas:[9] así como no hay manera de salvarse del riesgo de obedecer ciegamente a un sistema filosófico, sino nutrirse de todos, y ver cómo en todos palpita un mismo espíritu, sujeto a semejantes accidentes, cualesquiera que sean las formas de que la imaginación humana, vehemente o[10] menguada[11] según los climas,[12] haya revestido esa fe en lo inmenso[13] y esa ansia de salir de sí, y esa noble inconformidad con ser lo que es, que generan todas las escuelas filosóficas.
He ahí a Oscar Wilde: es un joven sajón que hace excelentes versos. Es un cismático en el arte, que acusa al arte inglés de haber sido cismático en la iglesia del arte hermoso universal. Es un elegante apóstol, lleno de fe en su propaganda[14] y de desdén por los que se la censuran, que recorre en estos instantes los Estados Unidos, diciendo[15] en blandas y discretas voces[16] cómo le parecen abominables los pueblos que, por el culto de su bienestar material, olvidan el bienestar del alma, que aligera tanto los hombros humanos de las pesadumbres[17] de la vida, y predispone gratamente al esfuerzo y al trabajo.[18] Embellecer la vida es darle objeto.[19] Salir de sí es indominable[20] anhelo humano, y hace bien a los hombres quien procura hermosear su existencia, de modo que vengan a vivir contentos con estar en sí. Es como mellar el pico del buitre que devora a Prometeo. Tales cosas dice, aunque no acierte tal vez a darlas esa precisión,[21] ni a ver todo su[22] alcance, el rebelde hombre[23] que quiere sacudirse[24] de sus vestidos de hombre culto, la hulla[25] oleosa y el polvillo de carbón que ennegrecen[26] el[27] cielo de las ciudades inglesas,[28] sobre las que el sol brilla entre tupidas brumas como opaco globo carmesí, que lucha en vano por enviar su calor vivificante a los miembros toscos y al cerebro aterido de los ásperos norteños. De modo que el poeta[30] que en aquellas tierras nace, aumenta su fe exquisita en las cosas del espíritu[31] que[32] ama tiernamente, de ver al espíritu tan desconocido y desamado. No hay[33] para odiar la tiranía[34] como vivir bajo ella.[35] Ni para exacerbar el fuego poético, como morar entre los que carecen de él. Solo que, falto de almas en quienes verter la suya desbordante, muere ahogado el poeta.
¡Ved[36] a Oscar Wilde! Es en Chickering Hall, casa de anchos salones, donde en Nueva York acude el público a oír lecturas. Es la casa de los lectores aristocráticos,[37] que ya gozan de fama y de fortuna para llamar desahogadamente a ella. En esas salas se combate y defiende el dogma cristiano,[38] se está a lo viejo,[39] y se predica lo nuevo. Explican los viajeros sus viajes, acompañados de vistas panorámicas y dibujos en una gran pizarra. Estudia un crítico a un poeta. Diserta una dama sobre la conveniencia o inconveniencia de estos o aquellos trajes. Desenvuelve un filólogo[40] las leyes de la filología. En una de esas salas va a leer Wilde su discurso sobre el gran renacimiento del arte en Inglaterra, del que le llaman maestro y guía, cuando no es más que bravo adepto y discípulo activo y ferviente.[41] Él propaga su fe. Otros hubo que murieron de ella. Ya llegaremos a esto.[42] La sala está llena de suntuosas damas,[43] y de selectos caballeros. Los poetas magnos[44] faltan, como temerosos de ser tenidos por cómplices del innovador.[45] Los hombres aman en secreto las verdades peligrosas, y solo iguala su miedo a defenderlas[46] antes de verlas aceptadas,[47] a la tenacidad y brío con que las apoyan luego que ya no se corre riesgo en su defensa. Oscar Wilde pertenece a excelente familia irlandesa, y ha comprado con su independencia pecuniaria el derecho a la independencia de su pensamiento. Este es uno de los males de que mueren los hombres de genio: acontece a menudo que su pobreza no les permite defender la verdad que los devora e ilumina,[48] demasiado nueva y rebelde para que puedan vivir de ella. Y no viven sino en cuanto consienten en ahogar la verdad reveladora de que son mensajeros, de cuya pena mueren. Los carruajes se agolpan a las puertas anchas de la solemne casa de las lecturas. Tal dama lleva un lirio, que[49] es símbolo de los reformistas.[50] Todas han hecho gala de elegancia y riqueza en el vestir. Como los estetas, que son en Inglaterra los renovadores del arte, quieren que sean siempre armónicos los colores que se junten en la ornamentación o en los vestidos,[51] el escenario es simple y nítido.
Una silla vacía, de alto espaldar y gruesos brazos, como nuestras sillas de coro, espera al poeta. De madera oscura es la silla, y de marroquí oscuro su respaldo y su asiento. De castaño más suave es el lienzo que ocupa la pared del fondo. Junto a la silla,[52] una mesa elegante sostiene una artística jarra, en que brilla, como luz presa, el agua pura. ¡Ved[53] a Oscar Wilde! No viste como todos vestimos, sino de singular manera. Ya enuncia su traje el defecto de su propaganda, que no es tanto crear lo nuevo,[54] de lo que no se siente capaz, como resucitar lo antiguo. El cabello le cuelga,[55] cual el de los caballeros de Elizabeth de Inglaterra, sobre el cuello y los hombros; el abundoso cabello, partido por esmerada raya hacia la mitad de la frente.[56] Lleva frac negro, chaleco de seda blanco, calzón corto y holgado, medias largas de seda negra, y zapatos de hebilla. El cuello de su camisa es bajo[57] como el de Byron, sujeto por caudalosa corbata de seda blanca, anudada con abandono. En la resplandeciente pechera luce un botón de brillantes, y del chaleco le cuelga una artística leopoldina. Que es preciso vestir bellamente[58] y él se da como ejemplo. Solo que el arte exige en todas sus obras unidad de tiempo, y hiere los ojos ver a un galán gastar chupilla de esta época, y pantalones de la pasada, y cabello a lo Cromwell, y leontinas a lo petimetre de comienzos de este siglo. Brilla en el rostro del poeta joven honrada nobleza. Es mesurado en el alarde de su extravagancia. Tiene respeto a la alteza de sus miras, e impone con ellas el respeto a[59] sí. Sonríe,[60] como quien está seguro de sí mismo. El auditorio, que es granado, cuchichea anhelante.[61] ¿Qué dice el poeta?
Dice que nadie ha de intentar definir la belleza,[62] luego de que Goethe la ha definido:[63] que el gran renacimiento inglés en este siglo une al amor de la hermosura griega,[64] la pasión por el renacimiento italiano, y el anhelo de aprovechar toda la belleza que ponga en sus obras el[65] espíritu moderno:[66] dice que la escuela nueva ha brotado, como la armoniosa eufonía[67] del amor de Fausto y Helena de Troya, del maridaje del espíritu de Grecia, donde todo fue bello, y el individualismo ardiente, inquisidor y rebelde de los modernos románticos. Homero precedió a Fidias;[68] Dante cedió a[69] la renovación maravillosa de las artes en[70] Italia; los poetas siempre preceden. Los prerrafaelistas, que fueron pintores que amaron la belleza real, natural y desnuda, precedieron a los estetas, que aman la belleza de todos los tiempos,[71] artística y culta. Y Keats, el poeta exuberante y plástico, precedió a los prerrafaelistas.[72] Querían estos sectarios de los modos de pintar usados por los predecesores del melodioso Rafael, que hiciesen a un lado los pintores cuanto sabían del arte,[73] y venían enseñando los maestros, y con la paleta llena de colores, se diesen a copiar los objetos directamente de la naturaleza. Fueron sinceros hasta ser brutales. Del odio a la convención de los demás, cayeron en la convención propia. De su desdén de las reglas excesivas, cayeron en el desdén de toda regla. Mejorar no puede ser volver hacia atrás:[74] pero los prerrafaelistas, ya que fueron incapaces de fundar, volcaron al menos ídolos empolvados.[75] Tras de ellos, y en gran parte merced a ellos, empezaron a tenerse por buenas en Inglaterra la libertad y la verdad en el[76] arte. “No preguntéis a los ingleses[77]—decía Oscar Wilde[78]—quienes fueron aquellos beneméritos prerrafaelistas: no saber nada de sus grandes hombres[79] es uno de los requisitos de la educación inglesa. Allá en 1847,[80] se reunían los admiradores de nuestro Keats para verle sacudir de su lecho de piedra la poesía y la pintura. Pero hacer esto[81] era[82] perder en Inglaterra todos sus derechos de ciudadanos. Tenían lo que los ingleses no perdonan jamás que se tenga: juventud, poder y entusiasmo. Los satirizaron, porque la sátira es el homenaje que la medianía celosa paga siempre al genio,[83] lo que debía tener muy contentos[84] de sí a los reformadores, porque estar en desacuerdo con las tres cuartas partes de los ingleses en todos los puntos,[85] es una de las más legítimas causas de propia satisfacción, y debe ser una ancha fuente de consuelos en los momentos de desfallecimiento espiritual”.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] En la primera edición de las obras de Martí, Gonzalo de Quesada y Aróstegui incluyó este texto en el tomo 13 (Habana, 1914, pp. [115]-128) y dio como fuente de publicación El Almendares, de enero de 1882, sin precisar el día exacto. De este diario habanero solo se han localizado ejemplares de entre julio y noviembre de 1882, en uno de los cuales se reprodujo el artículo de Martí sobre Darwin tomado de La Opinión Nacional, de Caracas, incluido en el tomo 10 de esta serie. Durante la preparación del presente tomo se encontró este escrito sobre Wilde en la edición del diario caraqueño correspondiente al 12 de febrero de 1882, fecha que ha sido la guía para su ubicación cronológica dentro del tomo y cuyo texto se ha seguido en esta edición, por ser la primera fuente a nuestro alcance, en cuanto a fecha de publicación. Posteriormente, el texto fue reproducido en La América, de Madrid, el 8 de noviembre de 1882 y en La Nación, de Buenos Aires, el 10 de diciembre del mismo año. Se han aceptado en el cuerpo del texto las modificaciones de las otras publicaciones cuando parecen corregir evidentes erratas o errores de transcripción, y en nota al pie se señalan las variantes de todas las versiones publicadas. En todos los casos, aunque las variantes no modifican sustancialmente el texto ni sus ideas centrales, introducen la duda respecto a si las versiones que aparecieron fueron revisadas por el propio Martí antes de su publicación en cada impreso. Sin embargo, no hay documento alguno que indique la colaboración voluntaria de Martí con La América, de Madrid, que en otros momentos reprodujo otros escritos martianos. En cuanto al diario de Buenos Aires, sus envíos se iniciaron el 13 de septiembre de 1882 y no continuaron hasta el 18 de marzo de 1883, luego de las cartas de aceptación mutua para esa corresponsalía cruzadas entre Bartolomé Mitre y Vedia, editor del periódico, y el cubano, escritas respectivamente el 26 de septiembre y el 19 de diciembre de 1882. Hasta el momento, es imposible precisar si la reproducción de este texto sobre Wilde en La Nación se debió a una solicitud directa del periódico al autor o a la decisión editorial de copiarlo de alguna publicación anterior. Véase, además, la crónica “Carta de Nueva York. El proceso de Guiteau”, publicada en La Opinión Nacional, de Caracas, el 21 de enero de 1882, OCEC, t. 9, pp. 215-222. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web).
[2] Sin coma en LON. Se añade coma siguiendo las lecciones de GQA, LA (Madrid) y LN.
[3] Omitida esta palabra en LA (Madrid).
[4] Sin coma en LA (Madrid).
[5] Sin coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[6] Coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[7] En LA (Madrid) y LN: “ni”.
[8] Sin coma en GQA.
[9] Punto y coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[10] En LA (Madrid) y LN: “y”.
[11] Coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[12] Sin coma en LA (Madrid).
[13] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[14] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[15] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[16] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[17] En GQA: “la pesadumbre”.
[18] En LN finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[19] En LA (Madrid) finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[20] En GQA, en LA (Madrid) y en LN: “indomable”.
[21] Sin coma en GQA.
[22] En LA (Madrid): “ese”.
[23] En LN: “rebelde hombre joven”.
[24] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[25] En GQA: “huella”.
[26] En GQA: “ennegrece”.
[27] En GQA: “al”.
[28] Punto y coma en LON y LN. Se siguen las lecciones de GQA y LA (Madrid).
[29] En GQA, LA (Madrid) y LN: “color”.
[30] Coma en LA (Madrid).
[31] Coma en GQA.
[32] Desde esta palabra hasta “tan desconocido”, en la misma oración, no aparece en GQA.
[33] Coma en LA (Madrid) y LN.
[34] Coma en LA (Madrid) y LN.
[35] Punto en GQA; dos puntos en LA (Madrid) y coma en LN.
[36] En LON y LN no abre el signo de admiración.
[37] Sin coma en GQA y en LN.
[38] Punto y coma en LA (Madrid) y en LN.
[39] Sin coma en GQA y en LA (Madrid).
[40] Al parecer, errata en GQA: “filósofo”.
[41] Oscar Wilde llegó a Nueva York el 2 de enero de 1882, y el día 9 del mismo mes pronunció su conferencia “The English Renasissance of Art” en Chickering Hall, a la que Martí hace referencia en el presente artículo.
[42] En LN finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[43] Sin coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[44] Errata en LON: “maguos”.
[45] En LA (Madrid) finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[46] Coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[47] Se añade coma siguiendo las lecciones de GQA, LA (Madrid) y LN.
[48] Punto y coma en LN.
[49] Omitida esta palabra en LA (Madrid).
[50] En LA (Madrid) finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[51] Dos puntos en LA (Madrid) y en LN.
[52] Se añade coma siguiendo las lecciones de GQA, LA (Madrid) y LN.
[53] En LON y en LN no abre el signo de admiración.
[54] Sin coma en LN.
[55] Sin coma en GQA y en LN.
[56] En LA (Madrid) finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[57] Coma en GQA.
[58] Coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[59] [1] En GQA y LA (Madrid): “de”.
[60] Sin coma en GQA.
[61] En GQA y en LN no aparece esta palabra.
[62] Sin coma en LA (Madrid).
[63] Punto y coma en GQA.
[64] Sin coma en LA (Madrid) y en LN.
[65] En GQA y LN: “ese”.
[66] Punto y coma en GQA.
[67] En LON, GQA, LA (Madrid) y LN: “Euphonía”.
[68] En LON, GQA, LA (Madrid) y LN: “Phidias”.
[69] Pleca en LA (Madrid) y en LN.
[70] En GQA, LA (Madrid) y LN: “de”.
[71] Sin coma en LN.
[72] En LA (Madrid) y en LN finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con la siguiente oración.
[73] Se sigue la lección de LA (Madrid). En GQA, LON y LN: “cuando salían de arte”.
[74] Punto y coma en GQA, en LA (Madrid) y en LN.
[75] En en GQA, en LA (Madrid) y en LN finaliza el párrafo aquí y el próximo comienza con a siguiente oración.
[76] En LA (Madrid) “del” en lugar de “en el”.
[77] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[78] Coma en LA (Madrid).
[79] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[80] Sin coma el LA (Madrid).
[81] Coma en LA (Madrid) y en LN.
[82] En GQA: “es”.
[83] Punto y coma en LA (Madrid).
[84] Errata en GQA: “contento”.
[85] Sin coma en GQA.