LA SENTENCIA DE MARTÍ
El verificar o cumplir por medio de un cubrir la concurrencia de las pa1abras en una lenta y mágica explosión de sentido, hacen de Martí el primero de nuestros cumplidores, al caer sobre las palabras sin despertarles su sombra, su vida profunda y soterrada. Hay el cumplidor en el oblicuo del esternón verbal, pero ya entonces quedan las palabras en fila y redomadas.
Pero en Martí, donde está muy apegada y en rápida correlación la cantidad de luz verbal, hay más, hay una tregua para el simple nacimiento de ese verbo, para su despertar de un desprendimiento anterior. La tradición del levante, de las astillas de oro en la aleta del delfín, lo acompaña con una decisión tenaz, pero la maternidad de la sombra líquida, el resguardo, la arborescencia que le dicta el caudal del río, están siempre como cariciosamente guardadas y respetadas. Es como un ceremonial de la luz en la espera, tan solemne como el ágata de las dinastías chinas. Verifica y cubre una extensión, pero allí mismo, si antes abrillantaba, queda también la extensión de la espera. Descubierta su palabra por las filtraciones de la luz, mantiene el misterio, esa nocturnidad del vegetal al sentir que en su oscuro penetra otra luz.
“Sueños dormidos” es un fragmento de una de sus sentencias. Momentáneamente parece abandonarse a la habitualidad de una frase. Las lianas y los humillos de abejas, la sombrosa acogida de un deslizamiento en la noche, parecen rodear el lento vislumbre de esa frase. Dormir un sueño parece casi gozar de una profunda indistinción, pero la frase completa despereza al hombre que, paralelo al río, sentía el misterio inaugural que lo invadía: “una panada de sueños dormidos”.[1] La frase ha cobrado una extensión ancestral, su luz gime en la naturaleza que se tiende y lo reconoce. Una panada, símbolo de corporeidad; sueños dormidos, naturaleza en su ahondamiento sucesivo. Pero Martí cumple esa frase en su acto, le lanza la sustancia que espera el aliento. Parece como si tuviera una medida secreta, una escala de la sustancia. Como en las antiguas medidas donde coincidían las costumbres de los campesinos egipcios y las adivinaciones de su monarca, una cantidad de trigo tiene que detenerse en una provincia, una cesta de uvas tiene que aguardar las bendiciones sacerdotales. “Una panada de sueños dormidos”, y sentimos cómo la sentencia ha penetrado entre lo irreal y lo real, regalando un espejo, estableciendo una ideal escala en el brazo que penetra en el agua y se decide a interrogar al pez.
En algún subrayado de sus peregrinaciones, Martí encuentra un rey invisible que mata puercos y habla detrás de las hojas.[2] En ese descubrir su propio regreso, sentimos como el preludio de un nuevo Odiseo, que ha llegado haciéndose visible, pero a medida que la voz y las cicatrices, los relatos de prolongados ecos, daban pruebas solemnes de su acudimiento, los pretendientes se han convertido en piedra y la fiel tejedora había descendido al sombrío Hades. Habla entonces como detrás de las hojas y la diversidad de la brisa acoge el encantamiento de las chispas de su aliento.[3] Llega en la muerte de Emerson, figura odiseica de nudoso cayado; llega para ver a Whitman, sentado en una silla gigante, recibiendo los dones de la exuberancia y el vuelo de las semillas. Son los héroes del crecimiento de la era de los agricultores, del período arcádico. Sensibles a los recorridos secretos y penetrantes de las estaciones, a las interrogaciones del cuerpo, a la sombra de los halcones o de las hojas, al relámpago que entreabre las puertas, corresponden al período de los pastores que establecen el guión permanente con la naturaleza. Pero en la historia de la imaginación, nuestro buen cumplidor pertenece al período de los reyes que dominan la ausencia, dictando sus órdenes como detrás de las hojas, que tocan la tierra, la metáfora del desembarco que lo obsesiona, para morir.
Hombre traído para agrandar, para vivir la hipérbole de la extensión de un dominio, sabe que lo que él logre dilatar será ya sustancia que habrá que llevar hasta allí, hasta el ondulante límite de su imaginación. “Pongo toda mi buena voluntad, nos dice, para agrandar estos temas, para poetizar estos parásitos desnudos, para infernizar estas implacables mansedumbres”.[4] Su afán de tocar la tierra antes de morir, era una exigencia de esa hipérbole ganada por su imaginación, pues necesitaba ese punto de tangencia para demostrarnos que su reino de imaginación tenía una fulminante gravedad, semejante a esos organismos poderosos o sutiles que necesitan la gravedad de un ámbito arbóreo para penetrar en la mansa decisión de la noche. Su imaginación, al volcarse sobre ese punto terrenal, poco antes de morir, le ganaba dimensiones inauditas, medidas de precisión punteadas por quien viene de la imagen hasta el hecho de comprobación asombroso. Habla entonces un campesino que le dice que le cuadraba su modo, y que ya ve la bestia de monta impuesta a su costumbre.[5] Penetra con litúrgica medida en lo indeterminado irreal y el asombro ante la noche rodante se le revela como la entereza de una altanera e incitadora costumbre.
La irradiación de su fragmento le daba esa medida órfica para su real instalación en la ofuscadora claridad de su destino. Su fragmento se aclarará cuando logremos también con poética mediciones, con metáforas participantes, sorprender su totalidad, el mundo ahora desconocido del cual formaba una adición, y en el cual ya no es un fragmento, sino unidad que se disuelve en lo histórico operante en un contrapunto animista. Lo vemos como fragmento de una totalidad que se nos escapa, cuando lo que él exige es la penetración en el mundo incesante de sus evaporaciones, en su totalidad de imagen que es más que una cultura, puesto que incluye al ente fabulador estrechamente cosido con su muerto y su naturaleza.
Ahora la sentencia de Martí está en su totalidad. Su sobremesa familiar, las noches en que llegó a ciudades lejanas, sus amistades mexicanas, los finales de sus clases en los otoños neoyorquinos, sus lecturas en las casas paradojales de los revolucionarios anticuarios, sus conversaciones ya indescifrables con Rubén Darío, el hechizo con que penetró en el bosque de la muerte, todos los signos que corren a su totalidad son los que tenemos que tocar y reverenciar, descifrar y habitar. Ahora un fragmento; de nuestras imágenes creadoras en lo histórico depende que vuelva a ser una totalidad. Encontrado ese ámbito de líneas concurrentes que vuelven, que se retoman, que comienzan, su sentencia de la que dependemos, deberá ser el encantado instrumento de Anfión, que romperá los impedimentos sombríos, las murallas que no son transparentes y el aliento que, metamorfoseado en piedra, decapite la prolongación de las raíces.
Mayo 19, 1957
Tomado de José Lezama Lima: “La sentencia de Martí”,[6] Tratados en La Habana (1958), La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2014, pp. 271-275.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “[Diario de Izabal a Zacapa]”, [26-29 de mayo de 1877], OCEC, t. 5, p. 53.
[2] Ibíd., p. 57.
[3] “[…] Humboldt evoca en su periplo por las islas paradisíacas, la visión de Colón, en su segundo viaje, de ‘aquel rey misterioso que no hablaba a sus súbditos sino por señas, y aquel grupo de hombres que llevaban túnicas largas y blancas parecidos a los frailes mercedarios, mientras que todos los demás del pueblo estaban desnudos’. Martí en una de sus peregrinaciones […] hablaba también de un rey invisible, que mata puercos y habla escondido detrás de las hojas. La metáfora, como hecho capaz de configurar un acto naciente que sorprende a Humboldt, es la imagen que José Martí lleva otra vez a lo sumergido creador”. [José Lezama Lima: “Recuerdo de Humboldt” (1957), Tratados en La Habana (1958), La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2014 (edic. digital), p. 281].
[4] “[Diario de Izabal a Zacapa]”, ob. cit., p. 58.
[5] Ibíd., p. 62.
[6] Véase José Lezama Lima: “Secularidad de José Martí”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1953, año X, no. 33, pp. 3-4; “[La última era imaginaria…]” (1960), “A partir de la poesía”, La cantidad hechizada (1970), La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2014, pp. 59-61; “[En José Martí culminaron…]”, “Prólogo a la Antología de la poesía cubana” (1965), La cantidad hechizada, ob. cit., pp. 315-319; “[La poesía se apodera de la sacralidad…]”, “Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX)” (1966), La cantidad hechizada, ob. cit., pp. 222-230; “Palabras para los jóvenes” (El Caimán Barbudo, La Habana, abril de 1968), Imagen y posibilidad, selección, prólogo y notas de Ciro Bianchi Ross, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1981, pp. 124-126; y “Pan diamantino para muchos otros amaneceres”, en Félix Guerra: Para leer debajo de un sicomoro. Entrevistas con José Lezama Lima, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 17-24 y 61-63.
Otros textos relacionados:
- Martí en Lezama, compilación de Cintio Vitier, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2000.
- Cintio Vitier: “Martí y Darío en Lezama”, Casa de las Américas, La Habana, septiembre-octubre de 1985, no. 152, pp. 4‑13.
- Alejandra Riccio: “El Diario de Martí en José Lezama Lima”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1985, no. 8, pp. 255-259.
- Alejandra Riccio: “Lezama y la posibilidad infinita de Martí”, Unión, no. 3, La Habana, 1987.
- Gustavo Pita Céspedes: “Las tres filosofías de Orígenes”, Contracorriente, La Habana, 1996, año 2, no. 3, pp. 36-41.
- Mirta Pernas: “Trascendencia de Martí desde la mirada poética de José Lezama Lima”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1997, no. 20, pp. 99–110.
- Mirta Pernas: “Martí desde Lezama, en el invisible inmediato de la poesía”, Universidad de la Habana, enero-diciembre de 1998, no. 245, pp. 203-209.
- Lina Rosa Ferradás Peñarroche: “Martí en Orígenes”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2000, no. 23, pp. 116-139.
- Carmen Suárez León: “Ceremoniales de Lezama a los Diarios de José Martí”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, julio-diciembre de 2010.
- Mercedes Santos Moray: “Martí en Orígenes: Lezama Lima”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, julio-diciembre de 2010.
- Carmen Suárez León: “Lezama y Martí. Absortos ante el espejo de sus apuntes”, Unión, La Habana, 2011, no. 70, pp. 14‑17.
- Kamila Orizondo: “Historia de Narciso, reflejo del Taita”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2016, no. 39, pp. 195-204.
- Caridad Atencio: José Martí y Lezama Lima, la poesía como vaso comunicante, 2da, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2017.
- Madeline Cámara: “José Lezama Lima y María Zambrano leen a José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2019, no. 41, pp. 304-317.