ENSUEÑOS DE LA PATRIA.
(SOBRE EL LIBRO DE VALDÉS-DOMÍNGUEZ
Y LA PELÍCULA INOCENCIA)
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El reencuentro con Martí en España
A su llegada a España en junio de 1872, Valdés-Domínguez se reúne con su “hermano del alma”, José Martí. Al conmemorarse el primer aniversario del fusilamiento, se ofició una misa en la iglesia Caballero de Gracia, en Madrid, a las nueve de la mañana.[43] Así lo cuenta Valdés-Domínguez:
Ninguna autoridad se opuso a que tributáramos en su honor honras fúnebres dentro de las creencias católicas en las que todos ellos murieron […]. Aquel día circuló por Madrid una hoja impresa que fijamos en algunas de las esquinas más públicas de la Corte, y que fue comentada satisfactoriamente por varios periódicos. Esta hoja, que transcribo, aunque suscrita por mi ya difunto compañero Pedro de la Torre y por mí, la escribió mi hermano queridísimo, el distinguido literato D. José Martí, identificado como cubano, con mis dolores, y con las desventuras y tristezas de la patria.[44]
En el último párrafo de esa hoja impresa, termina Martí con estas conmovedoras palabras: —“¡Lloren con nosotros todos los que sientan! ¡Sufran con nosotros todos los que amen! ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!”.[45]
Ese mismo año Martí da a conocer su extenso y estremecedor poema “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, estructurado en dieciocho partes, del que solo reproduzco los versos iniciales.
Cadáveres amados, los que un día
Ensueños fuísteis de la patria mía,
¡Arrojad, arrojad sobre mi frente
Polvo de vuestros huesos carcomidos!
¡Tocad mi corazón con vuestras manos!
¡Gemid a mis oídos!
Cada uno ha de ser de mis gemidos
Lágrimas de uno más de los tiranos!
¡Andad a mi redor; vagad, en tanto
Que mi ser vuestro espíritu recibe,
Y dadme de las tumbas el espanto,
Que es poco ya para llorar el llanto
Cuando en infame esclavitud se vive![46]
En el texto de Martí que aparece al inicio del libro, así como en el que circuló en Madrid el día de la misa, en su poema y, también, en su discurso del 27 de noviembre de 1891, conocido como “Los pinos nuevos”, pronunciado en el Liceo cubano, en Tampa, se siente el dolor de esos recuerdos; cada palabra es como un martillazo de angustia, de tristeza, pero, también, de indignación y de coraje: “giman”, “lloren”, “tiemblen” “sufran”, “póstrense”. El imperativo parece repetirse entre lágrimas. Cada vez que se refiere al fusilamiento, lo hace así, desde la impotencia ante el hecho consumado de la muerte injusta y horrenda de ocho inocentes, pero con la convicción absoluta de que la verdad prevalecerá, el asesinato se condenará, y la muerte de esos jóvenes no será inútil porque “cuando se muere / En brazos de la patria agradecida / La muerte acaba, la prisión se rompe; / Empieza, al fin, con el morir la vida!”.[47]
En las palabras reproducidas al principio del libro, expresa:
¿quién sabe dónde va el odio una vez que se le desata? Se llenó nuestra Habana de turbas engañadas y coléricas: temblaron ante ellas los que hubieran podido desarmar la furia con mostrar a sus jefes el ataúd: todavía se estremecen de pavor los que recuerdan las cárceles cercadas, el palacio sitiado, los caballos de los pacificadores muertos a bayonetazos, los toques de corneta, anunciando en el lúgubre silencio, las gallardas cabezas que caían: hoy solo quedan de aquel drama tremendo unas hebillas de plata, una corbata de seda envuelta a un hueso, y ocho cráneos despedazados por las balas.[48]
Valdés-Domínguez regresa a Cuba en 1876, presenta sus documentos y en 1878, después de una serie de trámites burocráticos, se le autoriza a ejercer como médico. Se casa en febrero de 1876 con Consuelo Quintanó Ramos. El 26 de septiembre de 1879, muere su pequeña niña, que había nacido el 9 de noviembre de 1878, solo unos días antes que el hijo de Carmen Zayas-Bazán y Martí. Algunos historiadores refieren que la amistad entre Martí y Valdés-Domínguez se apagó un poco durante los años en los que Valdés-Domínguez militó, activamente, en las filas del autonomismo. Martí, como muy bien se conoce, era un partidario convencido de la independencia y no creía que de España se pudiera esperar algo bueno para Cuba. Su amigo escribía en periódicos autonomistas, ocupó cargos y estuvo muy vinculado a las luchas de su partido.[49] Poco se sabe de esto. Creo que, en nuestro país, el estudio de los movimientos reformista, anexionista y autonomista, es una “asignatura pendiente” que debe ser impartida pronto y bien, para poder entender mejor nuestra historia.
La película Inocencia es una recreación amorosa y apasionante de los sucesos ocurridos aquel fatídico noviembre de 1871. Les da rostro a esos jóvenes y los humaniza. Al preguntarle uno de los actores que interpreta a José de Marcos y Medina, uno de los fusilados, al director de la película, cómo era su personaje, Alejandro Gil le responde: “como tú”. Y los espectadores se identifican con esos muchachos y con esos hombres, como el valiente capitán Capdevila, porque los sienten reales, creíbles, “como ellos”. Hay que agradecer al director, a todo su equipo y a los actores, la realización de esta conmovedora película.
Pero creo que la virtud mayor del filme es haber rescatado a Fermín Valdés-Domínguez de “las oscuras manos del olvido”,[50] y haberlo colocado en el lugar que se merece. Gracias al filme, muchas personas, como me sucedió a mí, buscarán más información sobre esos hechos tan dolorosos y tan bien presentados. Porque Fermín Valdés-Domínguez no fue, solamente, “el hermano del alma” de Martí, lo que, por sí solo, es gloria más que suficiente. Fue un amigo leal, comprometido, “desde que heló aquel horror su juventud”,[51] como escribiera Martí en la introducción de la desgarradora denuncia. No descansó hasta demostrar la inocencia de los fusilados y de los que, como él, sufrieron una prisión despiadada e inmerecida. Fue un gran médico y un gran científico. Abandonó el autonomismo y se incorporó a las filas mambisas, terminando con grados de Coronel del Ejército Libertador. Murió en La Habana, en su casa de Industria 122, el 13 de junio de 1910, a la edad de cincuentaisiete años.
Pienso que El 27 de noviembre de 1871 se debe reeditar[52] e incorporarse como lectura imprescindible en las escuelas secundarias y preuniversitarias de nuestro país,[53] junto a otros documentos de la historia cubana. Su Diario de soldado,[54] en cuatro tomos ―que por razones que se desconocen fue retirado de las librerías poco después de su distribución―, debería, igualmente, reeditarse y estudiarse. La historia de nuestras luchas de independencia es compleja. Era una nación que se gestaba, sin antecedentes democráticos, con grandes y profundas discrepancias y divisiones entre sus líderes. Martí lo sufrió en carne propia. Pero la historia de un país se debe y se tiene que conocer tal y como sucedió, no se puede omitir ni manipular nada.
Quiero terminar este trabajo con palabras de Martí. Nadie como él describió, con términos encendidos y llenos de amor y ternura, esos terribles momentos. Nadie como él entendió la profunda pena y el sufrimiento de su querido amigo de la infancia:
Y después ¡ya no hay más, en cuanto a tierra, que aquellas cuatro osamentas que dormían, de Sur a Norte, sobre las otras cuatro que dormían de Norte a Sur: no hay más que un gemelo de camisa, junto a una mano seca: no hay más que un montón de huesos abrazados en el fondo de un cajón de plomo! ¡Nunca olvidará Cuba, ni los que sepan de heroicidad olvidarán, al que con mano augusta detuvo, frente a todos los riesgos, el sarcófago intacto,[55] que fue para la patria manantial de sangre; al que bajó a la tierra con sus manos de amor, y en acerba hora, de aquellas que juntan de súbito al hombre con la eternidad, palpó la muerte helada, bañó de llanto terrible los cráneos de sus compañeros! El sol lucía en el cielo cuando sacó en sus brazos, de la fosa, los huesos venerados: ¡jamás cesará de caer el sol sobre el sublime vengador sin ira![56]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[43] Valdés-Domínguez menciona que también se celebraron misas ese año en la Iglesia Catedral de Cádiz, en la de San Francisco de Santiago de Galicia, y Merced de Barcelona, a solicitud de los compañeros que residían en esas ciudades.
[44] Fermín Valdés-Domínguez: El 27 de noviembre de 1871, ob. cit., pp. 147‑148.
[45] JM: “El día 27 de Noviembre de 1871”, Madrid, 27 de noviembre de 1872, OCEC, t. 1, p. 98.
[46] JM: “A mis hermanos muertos el 27 de Noviembre”, [Madrid, 1872], OCEC, t. 15, p. 57.
[47] Ibíd., p. 63.
[48] “Desde New York. Fermín Valdés Domínguez”, ob. cit., p. 240.
[49] Después de un largo silencio entre ambos, en 1887 Martí le escribe cartas bellísimas a su amigo, en las que elogia su dedicación y perseverancia en su lucha por la reivindicación de sus compañeros y la búsqueda de los cadáveres, y no oculta la inmensa admiración que siente por él: “Hace tiempo que no nos escribimos; pero acabo de leer tus cartas en La Lucha y la relación de lo que vale más que ellas, el acto tuyo que las provoca,―y no puedo reprimir el deseo de apretarte en mis brazos” [se refiere a la carta de Fernando Castañón]; “De mi hijo, cuando lo mereciese, no podría decir yo más que lo que tengo que decir de ti” (José Martí: Obras completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, t. 20, pp. 321, 323‑324.).
[50] Verso de Quevedo, utilizado por mi padre, Eliseo Diego, como título para su primer libro, En las oscuras manos del olvido (cuentos, 1942).
[51] “Desde New York. Fermín Valdés Domínguez”, ob. cit., p. 241.
[52] En 2019, la Editorial UH y Ediciones ICAIC publicaron el libro “Con un himno en la garganta”. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia, de Alejandro Gil, ob. cit., que reproduce la versión de 1909, revisada y aumentada por Valdés-Domínguez. A la misma se le añaden las notas de Le Roy a la edición de la Universidad de La Habana, de 1969, que reproduce la edición de 1890 de Santiago de Cuba. Puede consultarse también en formato digital. (N. del E. del sitio web).
[53] Igualmente, deberían divulgarse más los lugares en los que, de alguna manera, se recuerdan estos hechos. En una entrevista que le hace la periodista Ana María Domínguez Cruz a Alejandro Gil, publicada en La Jiribilla, este menciona una serie de monumentos en La Habana dedicados a lo sucedido el 27 de noviembre de 1871: “Quizá, este es el hecho de mayor simbología en Cuba, pues ya sabemos que existe el monumento en La Punta, dos en el Cementerio de Colón (1–2), las jardineras en el Parque Central, las ruinas del cementerio de Espada, el parque de Infanta y San Lázaro, la calle 27 de Noviembre…”. Considero yo que hay que añadir otros, como son: el busto a Fermín Valdés Domínguez en la Avenida del Puerto; la tarja ofrecida a los abakuás, en las calles Morro y Colón, en la Habana Vieja; la tarja en la Acera del Louvre, Hotel Inglaterra, destinada a don Nicolás Estévanez, el capitán español que realizó allí una enérgica protesta al escuchar las descargas de los fusiles el 27 de noviembre. En el Municipio de Arroyo Naranjo se encuentra el barrio Capdevila y, también, existe una calle larga y estrecha que comunica a la Calzada de Bejucal con la Avenida de Rancho Boyeros, de igual nombre. Pienso que el barrio y la calle fueron nombrados así por el valeroso capitán español, pero no he encontrado ningún documento oficial que así lo indique. [Debe añadirse también el memorial, con los nombres de los ocho estudiantes fusilados y el busto del heroico capitán español Federico Capdevila Miñano, que se levanta en los jardines de la Escuela de Medicina, hoy la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, en 25 entre I y J en el Vedado capitalino. Fue inaugurado en la mañana del 27 de noviembre de 1956. (N. del E. del sitio web)].
[54] Diccionario de la literatura cubana, La Habana, Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba/Editorial de Ciencias Sociales, 1984, t. 2, pp. 1064‑1065.
[56] JM: “Los pinos nuevos”, discurso en conmemoración del 27 de noviembre de 1871, Liceo Cubano, Tampa, 27 de noviembre de 1891, OC, t. 4, pp. 285‑286.
[57] Escritora y traductora.