Además, ¿no está allí Fermín? ¿Fermín, que disputó con él, ante el inicuo tribunal militar que los juzgaba, el honor tremendo de la culpa y la condena? ¿Fermín, condenado también, víctima también, hermano una vez más en el dolor como lo había sido en la alegría?
Y, por fin, la noticia.
—¡Fermín!— profiere.
Y en su corazón se rompe todo escrúpulo. No merece respeto quien prodiga el crimen, no es digno de gobernar quien siembra la injusticia y no gobierna, él mismo, sus instintos. Frente al zarpazo de la iniquidad la decisión inquebrantable de “¡independencia o muerte!”
—III—
Todo conspiró para que el crimen del 71 operara en Martí, en la conciencia política en formación de José Martí, una influencia determinante. ¿No era él un miembro de la generación que los voluntarios sacrificaban estúpidamente en La Habana? ¿No era él también, como ellos, como los que fueron a la muerte y al presidio y a los trabajos forzados, un estudiante? ¿No había sido él, no lo era aún, una víctima de los privilegios insulares y sus cómplices de Ultramar? ¿No era él, como ellos, objeto del ultraje que aquellos procedimientos odiosos e inhumanos ensayaban contra su generación y lo que esta representaba, como si la libertad pudiera ser dominada con el crimen y la justicia satisfecha con la iniquidad? ¿Cómo ellos, no había sido él juzgado por un arbitrario tribunal militar y como mucho de ellos condenado a presidio y a destierro? Por último, ¿no era una sola patria de destino para lo que habían muerto y para los que, alucinados aún, les sobrevivían?
Antes del fusilamiento y el proceso indigno intentaba comprender la aspiración de España a mantener la posesión de la Isla:
Yo no os pido que os apartéis de la senda de la patria, que seríais infames si os apartarais.
Yo no os pido que firméis la independencia de un país que necesitáis conservar y que os hiere perder, que sería torpe si os lo pidiera.
Yo no os pido para mi patria concesiones que no podéis darlas, porque, o no las tenéis, o si las tenéis os espantan, que sería necedad pedíroslas.[8]
Dos años, solo dos años más tarde, en 1873, dirá en párrafos que anuncian la temprana madurez de su pensamiento político y la dirección invariable de su acción:
La independencia es necesaria.—No pasan en vano las revoluciones por los pueblos. —No puede un pueblo enérgico ser igual a un pueblo al que falta la energía.—No puede ser el mismo el estado de un país devorado en silencio por la sinrazón, al país potente y vigoroso que se ha lanzado a las armas, y las ha sostenido, y las ha arrancado para pelear, de las manos de sus enemigos,—y fue generoso con ellos, y vio que eran crueles para él—y dio libertad a los prisioneros, y vio que mataban a los suyos,—y vio que le devolvían cadáver a aquel que habían mandado como mensajero de paz,[9] y supo luego que habían violado a sus mujeres y asesinado a sus hijos, y matado a sus ancianos y henchido de espanto todo aquello que había sido para él felicidad y respeto y alegría.[10]
Pues si las revoluciones no pasan en vano por los pueblos, si un pueblo antes de la revolución no puede ser después de ella como era, si no puede olvidarse jamás una revolución ensangrentada—¿cómo ha de ser ahora lógica—en situación distinta—[la] solución que lo era entonces?—¿Cómo, si las reformas eran entonces necesarias, han de ser bastante ahora?
Pasarían entonces en vano las revoluciones para los pueblos…[11]
Pero la sangre derramada provoca en él, en su espíritu enamorado de lo trascendente, una segunda y no esperada cosecha. Y se hace carne en él la seguridad de que el hombre excede sus actos, que el efecto de las acciones humanas desborda siempre la causa que aparentemente les da origen.
Es al pensamiento de esta muerte inocente y en apariencia estéril que brota en Martí la convicción de que la muerte es como una siembra, como la savia que nutre segura la planta.
“[…] los muertos son las raíces de los pueblos, y, abonada con ellos la tierra, el aire nos los devuelve y nutre de ellos”[12] como la inmolación que justifica al hombre y lo hace avanzar.
“Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida”,[13] como el abono que enriquece la tierra y hace florecer la simiente y germinar la existencia.
La amapola más roja y más leve crece sobre las tumbas desatendidas.[14]
Es desde los límites de esta muerte útil (“Los pueblos viven de la levadura heroica. El mucho heroísmo ha de sanear el mucho crimen”)[15] y, consecuentemente, de la vida entendida como deber y como servicio, que la acción de Martí cobra su más profundo sentido. Estos límites nacieron con el ajusticiamiento de 1871.
Podría decirse, con la natural reserva, que la detonación que en La Habana dio sentido a la vida y a la muerte de ocho estudiantes, hizo brotar en Madrid el sentimiento de la entrega necesaria y útil que Martí habría de concretar, muchos años más tarde, en la metáfora cargada de responsabilidad de “los pinos nuevos”.[16]
La “muerte necesaria” del 71 alumbra y anticipa el “Para mí, ya es hora”[17] de 1895.
Tomado de Lunes de Revolución, 28 de noviembre de 1960, no. 84, pp. 11-12.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[8] El presidio político en Cuba, ob. cit., p. 68.
[9] Alusión al asesinato cometido por la policía española del insurrecto Augusto Arango, el 26 de enero de 1869 en Camagüey. Véase la nota biográfica dedicada a Augusto Arango. (OCEC, t. 1, p. 297).
[10] Alusión a la campaña de exterminio desatada en Cuba por el gobierno colonial español durante la Guerra de los Diez años. Véase Creciente de Valmaseda, en Notas finales. (OCEC, t. 1, pp. 295-296).
[11] JM: “Las reformas”, La Cuestión Cubana, Sevilla, 26 de mayo de 1873, OCEC, t. 1, p. 122.
[12] JM: “Desde New York. Fermín Valdés-Domínguez”, La Lucha, La Habana, 9 de abril de 1887, OCEC, t. 25, p. 242.
[13] JM: “Los pinos nuevos”, discurso en conmemoración del 27 de noviembre de 1871,, Liceo Cubano, Tampa, 27 de noviembre de 1891, OC, t. 4, p. 283.
[14] Ídem.
[15] Ibíd., p. 286.
[16] Ídem.
[17] JM: “Carta a Federico Henríquez y Carvajal”, Montecristi, 25 de marzo de 1895, Testamentos. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2016, p. 25.