NATURALEZA Y REVELACIÓN

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     El artículo es de tan temprano año como el de 1875, y pertenece a su primera estancia en México, y nótese cómo Martí hace derivar esta conciencia que fue adquiriendo el obrero de sus propios problemas materiales, del hecho de haberse descubierto primero a sí mismo, como sujeto de estos derechos. En un poema, presumiblemente suyo, que cita en el propio texto, dice: “Hombre primero […]! / ¡Trabajador después: primero vivo!”.[22] No puede extrañar a ningún conocedor de su pensamiento, que en un artículo de tan marcado carácter social de toda su importancia al concepto de la “personalidad propia”, ya que sabemos que en él ve siempre el vínculo primero y real de toda relación ulterior. De ningún modo, se trata de dos nociones que se enfrentan, sino que ya ve fundidas en una única raíz. De olvidarse esta condición de “hombre primero”, de pensar solo con un espíritu de cuerpo, en ventajas laborales, sin duda urgentes y legítimas, pero todavía “parciales”, estas mismas demandas perderían su legitimidad más profunda. Ella no se derivaba del hecho de ser “obreros” sino de ser “hombres”. (“[…] dígase hombre, y ya se han dicho todos los derechos”.[23] Insistimos en la cita imprescindible). No hay reivindicaciones parciales, el hombre es uno: La justicia hecha a la parte había también de redundar en el honor del que pudo mermarla; no sería entonces ganancia parcial, sino rescate del “decoro de todos”.[24] Son puntos de “forma”, quizás, pero solo para los que no saben hasta qué punto para un artista y un revolucionario como Martí los problemas de forma lo eran de fondo.

     Cuando leemos en estas crónicas juveniles de México que el más importante de los artículos “de fe del nuevo dogma”, sería este, “el trabajo”, al que llama “el Mesías de nuestro siglo libre”,[25] tendemos a identificar estos juicios, que formuló además en su época de más explicable anticlericalismo, como una especie de liquidación, muy propia del liberalismo decimonónico, de la fe religiosa tradicional. Esta identificación, sin embargo, sería solo a medias verdadera. El que dijo que las religiones no morían sino cambiaban de forma,[26] y confesó desde la adolescencia su rechazo a la idea de “culto”, nos hablará después del “culto a la dignidad plena del hombre”.[27] No es, por eso, confundible su sentencia: “Hay un Dios: el hombre”, con ninguna “deificación” a gran tamaño, al estilo del “superhombre” nietzscheano, sobre todo cuando añade: —“hay una fuerza divina: todo”.[28] Nada en común entre el que llamó al cristianismo “la moral de los esclavos” y el que hizo de la redención de “la esclavitud de los hombres”,[29] la base de su moral revolucionaria. Si es verdad que en una crónica juvenil se pregunta: “[…] ¿sin la esperanza de llegar a ser Dios, consentirla yo en ser todavía hombre?”,[30] se trata de un “Dios, que está en toda la naturaleza”.[31] Ve la vida universal (“Theos vive […]”),[32] como un proceso evolutivo en perenne ascensión (“Empieza el hombre en fuego y para en ala”),[33] como fuerza inspiradora, tendiente a un fin bienhechor (“[…] yo he dado un beso // A una gigante y bondadosa mano […]”),[34] a un destino de final unidad que está en las antípodas de aquel inicial “endiosamiento”, desdeñoso de la humanidad del propio origen y del deber de todo compromiso humano. No hay por ello inconsecuencia en la confesión que hace en uno de sus apuntes, de su rechazo a “la idea adquirida de adoración”, (que distingue de “no adquirida” de Dios mismo),[35] ya que justamente parte, más que de un culto externo, de carácter ritual de una progresiva actualización de lo que llama el “Dios en sí”, o sea, de una asunción de lo divino en lo humano,[36] por el que escribirá en su indispensable texto de “Maestros ambulantes”:

Jesús no murió en Palestina, sino que está vivo en cada hombre. La mayor parte de los hombres ha pasado dormida sobre la tierra. Comieron y bebieron; pero no supieron de sí. La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro, y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo.[37]

     Es por eso tan consecuente que rechaza la idea de Providencia,[38] ya que aunque tuvo una fe revolucionaria en un encaminamiento de la historia en el sentido del bien, la idea de un “Dios providente”[39] podía, según dijo, fomentar la cobardía y laxar el carácter,[40] y ya sabemos la importancia que dio al “trabajo” del hombre. Solo que consideró el “primero” de todos, esta revelación de sí propio o actualización de lo divino, que no separa sino identifica con la revelación de su propia naturaleza. Precisemos algo más el punto.

     Martí rechaza la idea de “culto”, externo, del mismo modo que rechaza la idea de honrar a los héroes con actos externos o con palabras. El verdadero modo de rendirles “culto” era continuar su obra incompleta de redención. “[…] así se llora!”, dirá en “A un joven muerto”, un héroe.[41] Si es verdad que en sus discursos honró mucho a los héroes de la pasada guerra, fue solo como acicate o ejemplo para las luchas por venir; de ningún modo, se trató de piezas académicas de recordación histórica o de meros torneos retóricos. Las conmemoraciones del 10 de Octubre en New York fueron en realidad grandes motivos de reavivamiento de la fe revolucionaría. No de otro modo vio, en este problema del ritual religioso externo, un peligro para esa actualización de la exigencia amorosa misma. Martí usa la palabra “religión”, en un sentido estrictamente etimológico (“religare”, volver a reunir lo que estaba separado), ya que, como se sabe, no perteneció a ninguna confesión religiosa, católica o protestante, conocida. Este es un tema en el que habría que ahondar, este entramado de su fe revolucionaria y su fe trascendente, dado que no se pueden ver como cosas aparte, sino dentro de una sola visión integral. Esta “asunción” creciente de lo “divino” en lo humano explica que, si en El presidio político reitera que “Dios existe”, existencia que parece despersonalizar la identificación que hace en estas mismas páginas de Dios con “la idea del bien”,[42] a medida que nos adentramos en sus textos de madurez, sin que desaparezcan las referencias a Dios, parece preferir, más que al nombre objetivado, al adjetivo, ya asumido, de “divino”. Que diga, al explicar a Mercado las causas de la terminación de La Edad de Oro, que sus editores querían que hablase del “temor de Dios”, en vez de “la tolerancia y el espíritu divino”.[43]

     Que en los Versos sencillos cuestione todavía “¡Verso, nos hablan de un Dios […]!”,[44] como algo de que no tiene absoluta certeza, sin que ello le impida la decisión de asumir el “peso de la cruz”,[45] para redimir de la esclavitud a los hombres. Que califique a la paciencia del verso o a la belleza misma de “divina”.[46] Que finalmente en la carta a Mayorga Rivas  afirme al hermano del héroe muerto, que era “proeza grande e inmortal de veras, digna de almas perfectas, presentarse ante Dios el hombre para ser juzgado, llevando la bandera de la Patria por sudario”.[47] La asunción del deber religioso en él, patriótico, es ya aquí absoluta. El cumplimiento del deber terrestre “encamina”,[48] lo que no supone tampoco una identificación, a un estado de dicha superior.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[22] Ibíd., p. 118.

[23] JM: “‘Mi raza’”, Patria, Nueva York, 16 de abril de 1893, no. 57, p. 2; OC, t. 2, p. 298.

[24] JM: “La Conferencia de Washington”, La Nación, Buenos Aires, 31 de mayo de 1890, OC, t. 6, p. 98.

[25] JM: “Boletín. El proyecto de instrucción pública”, Revista Universal, México, 26 de octubre de 1875, OCEC, t. 2, p. 211.

 [26] Ibíd., pp. 210-211; “El poeta Walt Whitman”, ob. cit., t. 13, pp. 281-282; y “Hay en el hombre […]”, OC, t. 19, pp. 391-392.

[27] JM: “Con todos, y para el bien de todos”, discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891, OC, t. 4, p. 270.

[28] JM: “Boletín. Cosas de teatro”, Revista Universal, México, 8 de junio de 1875, OCEC, t. 2, p. 64.

[29] JM: “XXXIV”, Versos sencillos, ob. cit., p. 339.

[30] JM: “Variedades. De París”, Revista Universal, México, 9 de marzo de 1875, OCEC, t. 3, p. 20.

[31] JM: Fragmentos, ob. cit., p. 160.

[32] JM: “Boletín. La Sociedad de Historia Natural”, Revista Universal, México, 31 de julio de 1875, OCEC, t. 2, p. 143. (El subrayado es de FGM).

[33] JM: “[Contra el verso retórico y ornado]”, Versos libres, ob. cit., p. 234.

[34] JM: “[Cual de incensario roto…]”, Poemas en hojas sueltas, OCEC, t. 16, p. 198.

[35] JM: “Cuaderno de apuntes no. 1” [1871-1874], ob. cit., p. 18.

[36] JM: ““Boletín. La Sociedad de Historia Natural”, ob. cit., pp. 142-143.

[37] JM: “Maestros ambulantes”, La América, Nueva York, mayo de 1884, OCEC, t. 19, p. 186.

[38] Ibíd., pp. 186-187.

[39] JM: El presidio político en Cuba”, Madrid, 1871, OCEC, t. 1, p. 63.

[40] “Ruin será el hombre, y pobre en actos, mientras no se sienta creador de sí y responsable de sí, y providencia de sí mismo. Fomenta la cobardía, laxa el carácter, impide el desenvolvimiento natural del espíritu humano la idea de una aciaga Providencia cooperadora”. (JM: “Estados Unidos de América. Crucifixiones.—Demencia religiosa”, La Nación, Buenos Aires, 21 de octubre de 1883, OCEC, t. 17, pp. 141-142).

[41] JM: “A un joven muerto”, Poemas en hojas sueltas, ob. cit., p. 154.

 [42] JM: El presidio político en Cuba, ob. cit., p. 63. (Las cursivas son de FGM).

[43] JM: “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York, 26 de noviembre de 1889], EJM, t. II, p. 163.

[44] JM: “XLVI”, Versos sencillos, ob. cit., p. 353.

[45] JM: “XXVI”, Versos sencillos, ob. cit., p. 331.

[46] JM: “XLVI”, Versos sencillos, ob. cit., p. 352.

[47] JM: “Carta a Román Mayorga”, [Nueva York, mayo de 1894], EJM, t. IV, p. 135.

[48] JM: “XLVI”, Versos sencillos, ob. cit., p. 352.