NATURALEZA Y REVELACIÓN

Fragor del Tequendama,[1] palmas del Río Dulce,[2] rumor de las cañadas!—clamor de los sepulcros,—palabras que no se oyen, graves sombras que pasan; […]—selva anímica, arrebatado río ¡amparad en la demandadora liza a vuestro hijo [..] ¡Abridme vuestros bosques, reveladme vuestras entrañas, prestadme vuestras voces majestuosas,—por cuanto fue locura anunciar […].[3]

José Martí

El “hombre” se halla para Martí inserto en un proceso aún no terminado. Es el tema de uno de sus más ambiciosos proyectos poemáticos, “Homagno” que, por desdicha, el mismo quedó inacabado.[4] Homagno es un anciano que ha vivido. Representa el ciclo completo de la experiencia humana, así como Jóveno, el otro personaje del poema, una edad aún no llegada, cuyo secreto —se lo dice el anciano moribundo— sería el amor.[5] Homagno llama por eso a su cuerpo “máscara”, “disfraz” y solo “suyos” a los ojos, siempre en Martí identificados con la conciencia, hecha ascua viva y única viviente en un mundo de sombras. Hay una gran relación entre este poema y la crónica de Pérez Bonalde.[6] En los dos textos se enfrentan el hombre y mundo viejos con el hombre y mundo por venir. La magna novedad que crónica y poema anuncian, trasciende por ello lo literario, y aún los mismos cambios sociales o políticos que le anteceden, situándolos en el umbral de un nuevo advenimiento.

     Es significativo que use el término “interrumpir” tanto en este texto en que se refiere a los sistemas, creencias o ideologías cerradas que en vez de completar al hombre lo “interrumpían”[7] y en aquel que califica a la conquista de América también como una “interrupción” de la obra que llama “natural” de nuestra civilización:

Interrumpida por la conquista la obra natural y majestuosa de la civilización americana […][8]

     Lo que no supone ninguna visión “idílica” de nuestras culturas (en otros textos habla de las divisiones de los propios indios:[9] el imperio español no era menos cruel que el azteca), sino un respeto al propio crecimiento o desarrollo hacia formas superiores de organización que fue lo que la conquista “interrumpió”. Con ello “robaron una pagina” dice, no a “nuestra” historia, sino “al universo”,[10] ya que ve siempre una relación entre lo “propio” y lo universal. No había redenciones parciales. El hombre habría de salvarse “entero” o no habría de salvarse del todo nunca.

     Por esta “interrupción”, la América era “como un infante mal herido en la cuna”,[11] que había de ir no solo a la conquista de su libertad social o política, sino al reencuentro de aquel ser original o alma propia, sin la cual no había crecimiento posible. América se había sobrevestido de retazos de todas las otras culturas. Y lo que percibe como “nuevo”, es que en ella el hombre se iba ya, solidariamente, despertando. Que le estaba naciendo al fin a la América “el hombre real”.[12]

     Martí no ve la nueva expresión americana, lo que llamamos el “modernismo” (aunque él no gustase ni usase de esa palabra) como un fenómeno literario aislado, como tampoco ve aisladamente las enormes conmociones sociales que estaban teniendo lugar en Europa y Norteamérica. Por ello, si no dudamos que en este prólogo a Pérez Bonalde estaba ya completo el ideario modernista, lo que allí se apunta es una renovación de más vasto y universal alcance, en que la poesía volvía a ser “profecía” de lo venidero.[13] Por eso dice de la renovación poética de Whitman:

No de rimillas se trata, y dolores de alcoba, sino del nacimiento de una era […][14]

     De un “estado social más cercano a la perfección que todos los conocidos […] que hermanando felizmente la razón y la gracia, proveerá a la humanidad, ansiosa de maravilla y de poesía, con la religión que confusamente aguarda desde que conoció la oquedad e insuficiencia de sus antiguos credos”. Y concluye: “La libertad es la religión definitiva”.[15]

     En esta “poesía de la libertad”,[16] que representara en América el “movimiento” de Darío,[17] a la que también se refiere en este texto sobre el Niágara, que es en realidad una meditación sobre la vida, en la imagen del torrente, “lógica en fuerza de ser incomprensible”, en que del sufrimiento del alma humana brotaba, “como el halo de la luz”, “la fe en la existencia venidera”. “Es nuestro tiempo, en frente de nuestra naturaleza”.[18] Por eso, en tanto la crítica del modernismo se detuvo en las novedades lexicales o de puro orden métrico, Martí se fija en que se trataba de un movimiento que había brotado en todas partes de la América a la vez, como brotó “de pronto” y de modo simultáneo la gesta libertadora, como en su origen creyó que había brotado la vida, o sea, de un movimiento “natural” y no exótico, como se dijo; en lo que se fija es que se trataba de una nueva “familia” en el espíritu.[19]

     La importancia que da a este “primer trabajo” de no “interrumpir” la “seductora forma propia”,[20] de hallar la naturaleza original, reside en ver en ella el principio de relación con el Universo.

     En una importante crónica juvenil, al dar jubilosa cuenta de la creciente toma de conciencia de la clase obrera advierte:

Así nuestros obreros se levantan de masa guiada a clase consciente: saben ahora lo que son, y de ellos mismos les viene su influencia salvadora. Un concepto ha bastado para la transformación: el concepto de la personalidad propia. Se han adivinado hombres: trabajan para serlo.[21]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Cascada natural que forma el río Bogotá, en el departamento de Cundinamarca, Colombia.

[2] Véase lo que a propósito de este río, Martí escribe en su folleto Guatemala, México, 1878: “[…] Suena el caracol que llama al descanso; recogen los pescadores el velocísimo cayuco; arreglan las fantásticas mujeres el aseado hogar; ayúdanse en la construcción de las nuevas casas los unos a los otros, y en tanto, el viajero asombrado, trasponiendo la entrada del Río Dulce, ve el más solemne espectáculo, la más grandiosa tarde, el más majestuoso río que pudo nunca un hombre ver. Otros más caudalosos, nuestro Amazonas. Otros más claros, mi Almendares. Ninguno tan severo, de tan altas montañas por ribera, de tan mansa laguna por corriente, de tan menudas ondas, de tantas palomas, de tan soberbios cortinajes de verdura, del cielo prendidos, y orlados y besados luego por la espuma azulosa de las aguas. Islas como cestos; palmas que se adelantan para abrazar; sibilíticas inscripciones en extrañas piedras; abundantísimas aves; eco sonoro, en que se escucha algo de lo eterno y lo asombroso”. (OCEC, t. 5, p. 254).

[3] JM: “[Apuntes para las conferencias sobre América]”, [La Habana, 1879], OCEC, t. 6, pp. 91-92.

[4] JM: “[Homagno]”, “[Homagno audaz]”, “[De tanto haber vivido]”, “[La sublime piedad abrió los labios]” y “[Amor, Jóveno, amor]”, Versos libres, OCEC, t. 14, pp. 139-141, 176-177, 178-179, 180-181 y 182-183, respectivamente.

Jorge Lozano Ros considera que “la serie de poemas ‘Homagno’ de los Versos libres […] consta de cuatro poemas”: “[Homagno]”, “[Yugo y estrella]” (OCEC, t. 14, pp. 142-143), “[Homagno audaz]”, “un poema en elaboración que tiene cuatro manuscritos” y “La muerte de Homagno”, que aparece en OC, t. 22, pp. 40-41. (“Antorchas encendidas: imagen refulgente de la vigencia martiana”, Martillando, La Habana, abril-junio de 2022, no. 39, p. 2).

[5] Ibíd., 178.

[6] JM: El poema del Niágara(prólogo a El poema del Niágara, de Juan Antonio Pérez Bonalde, 2da ed., Nueva York, 1883), OCEC, t. 8, pp. 144-160.

[7] Ibíd., p. 152.

[8] JM: “Los Códigos nuevos”, El Progreso, Guatemala, 22 de abril de 1877, OCEC, t. 5, p. 89.

[9] El tema de las divisiones internas y sus consecuencias nefastas para los pueblos de nuestra América fue tratado por José Martí en varios textos y en muy diversas épocas: Guatemala, México, 1878, OCEC, t. 5, pp. 240-241; “Don Miguel Peña”, Revista Venezolana, Caracas, 1ro de julio de 1881, OCEC, t. 8, pp. 65-66; “Autores americanos aborígenes”, La América, Nueva York, abril de 1884, OCEC, t. 19, p. 120; “Sobre indios. Oregón, los goajiros, el ministro de Guatemala”, La Estrella de Panamá, 22 de octubre de 1887, p. 3, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2018, no. 41, pp. 28-29; “El Congreso de Washington” (1), La Nación, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1889, OC, t. 6, p. 36; “Madre América”, discurso en la Sociedad Literaria Hispanoamericana, Nueva York, 19 de diciembre de 1889, OC, t. 6, p. 136; “La muerte del guatemalteco Barrundia”, La Nación, Buenos Aires, 29 de noviembre de 1890, OC, t. 8, p. 110; “Discurso en honor de Centroamérica”, Sociedad Literaria Hispanoamericana, Nueva York, 6 de junio de 1891, OC, t. 8, p. 114; “La princesa Nicotina”, Patria, Nueva York, 28 de noviembre de 1893, no. 88, p. 3; y Fragmentos, OC, t. 22, p. 23.

[10] JM: “El hombre antiguo de América y sus artes primitivas”, La América, Nueva York, abril de 1884, OCEC, t. 19, p. 138.

[11] JM: “Los Códigos nuevos”, ob. cit., p. 89.

[12] JM: Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., p. 45.

[13] JM: “El poema del Niágara”, ob. cit., p. 145.

[14] JM: “El poeta Walt Whitman”, El Partido Liberal, México, 17 de mayo de 1887, OCEC, t. 25, p. 287.

[15] Ibíd., pp. 280 y 281, respectivamente.

[16] Ibíd., p. 281.

[17] Véase FGM: Darío, Martí y lo germinal americano, La Habana, Ediciones Unión, 2001.

[18] JM: “El poema del Niágara”, ob. cit., pp. 153, 159 y 155, respectivamente.

[19] JM: “Julián del Casal”, Patria, Nueva York, 31 de octubre de 1893, no. 84, p. 2; OC, t. 5, pp. 221-222.

[20] JM: “El poema del Niágara”, ob. cit., p. 152.

[21] JM: “Boletín. Función de los meseros”, Revista Universal, México, 10 de julio de 1875, OCEC, t. 2, p. 116.