¿Será necesario saber sánscrito, física nuclear o semiótica para entender lo que es “carácter entero”, lo que es “hábito de trabajar con sus manos”, lo que es “pensar por sí propio”, lo que es “ejercicio íntegro de sí”, lo que es “respeto […] al ejercicio íntegro de los demás”, lo que es “honor de familia” y “decoro del hombre”? Ningún lenguaje más político, ni más poético, ni más popular, sobre todo, cuando se concluye que, sin esas virtudes, “la república no vale una lágrima de nuestras mujeres”, en un país en que las madres, las esposas y las hermanas han tenido que llorar tanto, “ni una sola gota de sangre de nuestros bravos”, en un país en que se han derramado ríos de sangre por la libertad y la justicia. Estas son algunas de las “verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí”. Otras son las siguientes:
[…] por maravillosa compensación de la naturaleza aquel que se da, crece; y el que se repliega en sí, y vive de pequeños goces, y teme partirlos con los demás, y solo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando de hombre en soledad […] // La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará: que después de haber gustado todas las copas de la vida, solo en esas se encuentra sabor.[21]
¿Por qué no enseñamos estas cosas, todos los días, y con sus palabras consustanciales, en nuestras escuelas? ¿Por qué no escribimos cada mañana en el pizarrón sentencias como esta, para que los niños, los adolescentes y los jóvenes las interpreten en diálogo abierto: “Los hombres han de vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la libertad, como viven en el goce del aire y de la luz”?[22] ¿Se trata, por desventura, de sentencias ininteligibles para una cabeza normal y un corazón cubano? ¿Por qué no comentamos ampliamente con nuestros alumnos mayores el artículo de Martí en Patria sobre “El remedio anexionista”, en el que advierte que “La idea de la anexión, por causas naturales y constantes, es un factor grave y continuo de la política cubana”, y prevé, como si estuviera viendo nuestros días actuales: “Mañana, por causa menos atendibles de nuestra política interior, perturbará nuestra república”.[23] Realmente, si no acudimos constante y copiosamente a este guía y maestro, no tenemos perdón, pero cuidando de no convertirlo en una asignatura que hay que aprobar, en un “teque” que hay que soportar, en un sonsonete que hay que recitar.[24] Maestros inspirados en él necesitamos, maestros de verdad, por humildes que sean. Maestros capaces de ser todos los días alumnos suyos, maestros con la profunda vocación de “formar”, no solo de informar, pero que no confundan la formación con ningún tipo de imposición y mucho menos con ese burdo refinamiento del paternalismo que consiste en “enseñar” a ser libre, creativo y audaz. Tales cosas o son innatas o se aprenden por indirectos modos, pero nunca se aprenden como libertad, creatividad y audacia “dirigidas” u “orientadas” hacia un fin previsto; y si así se aprenden, son inútiles o nocivas. Acerquemos sencillamente el niño, con la menor intervención nuestra, al hechizo del “hombre de La Edad de Oro”;[25] despertemos “la fantasía maravillada”[26] del adolescente con la eticidad y encendimiento de su verbo; propongamos al adulto el sentido de la vida que se desprende de toda su obra; y dejemos que en cada edad, en cada individuo, esa semilla obre. Si la tierra no es absolutamente estéril —raro caso—, la planta de pensamiento propio y sentimiento noble crecerá sola, pero enemiga de la soledad egoísta; sola y solidaria. Se habrá formado un martiano. ¿Y por qué no aspirar a que todos los cubanos lo sean? No martianos redichos, huecos, repetitivos y falsos. Hombres entrados en su propia originalidad, en su propia independencia, en su propia vocación individual y nacional, en su propia humanidad universal, en su propia epopeya. ¿Cuántos cubanos así llegarían a ser algún día lo que hoy, dolorosamente, llamamos “antisociales”? Pudiera haberlos, sí, antisocialistas, inconformes conscientes que abandonaran el país, pero nunca, ni en Cuba ni fuera, tendríamos que avergonzarnos de ellos. Y la patria sería más fuerte aún, porque en la hora actual de Cuba sabemos que nuestra verdadera fortaleza está en asumir nuestra historia, y que el escudo invulnerable de nuestra historia se llama José Martí.[27]
[Publicado en el periódico Juventud Rebelde, La Habana, 18 de septiembre de 1994 y en la revista Casa de las Américas, La Habana, julio-septiembre de 1994, año 35, no. 196. (N. del E. del sitio web)].
Tomado de Cintio Vitier: Resistencia y Libertad, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2012, pp. 146-158.
Otros textos relacionados:
- Julio García Luis: “La ética martiana y sus bases reales”, Trabajadores, La Habana, 3 de octubre de 1994. (Comenta la meditación “Martí en la hora actual de Cuba”).
- Carlos Rodríguez Almaguer: “Cintio: el luminoso desafío de ser martiano”, Juventud Rebelde, La Habana, 7 de octubre de 2010. (A dieciséis años de “Martí en la hora actual de Cuba”).
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[21] “Maestros ambulantes”, ob. cit., p. 185.
[22] Ibíd., p. 184.
[23] JM: “El remedio anexionista”, Patria, Nueva York, julio 2 de 1892, no. 17, p. 1. (OC, t. 2, p. 49).
[24] “Martí no es solo ‘materia de estudio’, sino que esencialmente será la atmósfera espiritual dentro de la que ha de ocurrir toda asignatura y todo estudio / […] Pero cuidado con la excesiva afición a los aforismos, a los ‘pensamientos’ aislados, a los ‘granos de oro’. No convertir a Martí en lugar común, en repertorio de citas, en oráculo fácil”. (Cintio Vitier: “Martí en la Educación superior”, La Habana, Honda, no. 1, a. 1, enero-marzo de 2000, pp. 29 y 33, respectivamente).
[25] JM: “A los niños que lean La Edad de Oro”, “La última página”, “La última página”, “La última página”, La Edad de Oro. Edición facsimilar, ob. cit., pp. 3, 32, 64 y 128.
[26] JM: “[Fragmentos del discurso pronunciado en el Club del Comercio. Segunda versión]”, Caracas, 21 de marzo de 1881, OCEC, t. 8, p. 44.
[27] “Entre los profetas de los nuevos tiempos, de ese porvenir sintetizador de las facultades y necesidades humanas, ninguno encarna como José Martí el ejemplo del hombre futuro. Situado en las aguas cálidas, en el camino del ave migratoria, del pájaro que Zenea oyó en la inmensidad marina “llamando al hijo errante de la mar”, ninguno como él regó con su sangre la tierra verdadera del hombre: del hombre completo, carnal y espiritual, profano y sagrado, temporal y eterno. Del hombre íntegro que es, en la historia, nuestra única esperanza”. (“Martí futuro”, ob. cit., p. 178).