PALABRAS CON MOTIVO DEL

DÍA DE LA CULTURA NACIONAL Y DE LA FUNDACIÓN

DE LA SOCIEDAD CULTURAL JOSÉ MARTÍ [1]

Detalle de "Martí ante los tabaqueros de Tampa". Obra del pintor Roberto Diago Querol.

Roberto[2] pide disculpas por sentirse indispuesto, yo las pido también por no haberme podido preparar suficientemente para un acto tan trascendente como este.

     Solo quiero hacer unas breves consideraciones con motivo del Día de la Cultura Nacional y de la afortunada coincidencia de este día con el de la fundación de la Sociedad Cultural José Martí.

     Comencemos recordando una respuesta de José Lezama Lima a su entrevistador Félix Guerra, en un libro que está todavía inédito, a propósito de la incompleta valoración del mensaje martiano. Decía entonces Lezama, probablemente en una entrevista del último año de su vida, hablando de Martí:

Es cierto que su permanencia indescifrada ocupa todavía inmensos memoriales y abundantes mañanas del colibrí. Pero es una generosa ventaja y no la desventaja que alguno pudiera profetizar. Tener un manantial vivo en el patio, en la raíz, en el fondo, es una delicia comparable a la de haber bebido sin saciarnos.[3]

     Decirlo mejor, compañeros, creo que sería imposible: “haber bebido sin saciarnos”. A veces oímos hablar, sobre todo por la intensidad este año de las actividades martianas, de que quizá se abuse, que quizá se canse con este tema, que quizás se desgaste. Yo, sin embargo, creo que siempre que evoquemos el nombre de José Martí con sinceridad, con pureza, con conocimiento, y que lo hagamos asumiéndolo realmente, estaremos realizando ese milagro a que se refería Lezama: beber satisfaciéndonos y, al mismo tiempo, aumentando la sed. De ninguna manera será una saciedad que nos quite el deseo de volver a ese manantial. Esa es mi experiencia, y espero que sea la de todos los cubanos y de los amigos que nos acompañan y, especialmente, los latinoamericanos.

     Y esto nos trae también a la memoria, es decir, a la esperanza, otros recuerdos.

     Traqueteando el auto de Las Mangas y Guasimilla rumbo a Bayamo, pensé: si volvemos a salir a la Plaza en que, rodeados por una muchedumbre electrizada, Perucho Figueredo a caballo escribió la letra del Himno, sentimos que aquella epístola de Miguel Velázquez donde estaba aquella línea de fuego: “Triste tierra, como tierra tiranizada y de señorío”, llegó a su destinatario, que no era el obispo Sarmiento, sino lo mejor del pueblo de la Isla. Su flecha desde entonces nos hería para un perpetuo nacimiento que solo es posible por amor, y sin dolor es imposible.

     En aquel pueblo incandescente los bayameses fueron convocados, porque ya lo estaban, al combate, y nadie dudó de que encarnaban o representaban entonces a todos los cubanos, porque lo merecían, y así lo demostraron incendiando su hermosa ciudad cuando no pudieron ya defenderla, erigiéndola, con muros de fuego, en el corazón mismo de la noche.

     Pero también pensé, ya que la dialéctica silenciosa del relámpago, la del zig-zag, es la que preside estas reflexiones de un diputado bayamés: ¿cómo hablar de una cultura que no sea de lo que llamamos nuestro interior, a veces sin bastante conciencia de lo que la misma palabra tan elocuentemente dice? ¿Qué otra cosa mejor puede ser la cultura nacional sino la expresión de la intimidad del país, esa intimidad que empezó, tan material como espiritualmente, con los sabores de la patria, con los sabores de la tierra?

     Un curioso ejemplo de ese reconocimiento lo ofrece, en los orígenes de nuestra poesía, una “Oda” aparecida en el Papel Periódico de la Habana (sic) de enero de 1798, firmada con el seudónimo de El Selvage (como quien dice “el bárbaro”, “el silvestre”, “el primitivo” o “provinciano”, es decir, “el del interior”), sin duda, primera versión de “Los ocios de Guantánamo”, o “Silva Cubana”,[4] del santiaguero Manuel Justo de Rubalcava, huésped de Manuel de Zequeira y Arango en La Habana.

     Cuánto debió agradar ese elogio al cantor de la piña,[5] en la sabrosa amistad poética, no exenta seguramente de comprobaciones gustativas… No olvidemos nunca, y es algo en que suelo insistir, que la sensualidad forma parte de nuestro ser nacional. Pido disculpas a quienes no les gusta oír hablar de ser, porque no les gusta la ontología. Bueno, digamos, nuestro modo de ser nacional.

     Ese elogio de los frutos criollos debió —digo— agradar mucho al cantor de la piña, a Zequeira. Elogio alzado desde el clásico beatus ille horaciano. Reminiscente además para nosotros de la barroca ofrenda que en llegando a Yara hicieron al obispo Altamirano[6] los seres mitológicos del bosque. Así puede leerse en nuestro gracioso Espejo de paciencia.

     Lo que ocurre en ese pasaje que fue durante mucho tiempo tan desdeñado y calumniado por los críticos cubanos más o menos académicos, es realmente un prodigio. Llega, rescatado por los criollos comandados por Gregorio Ramos, rescatado de las manos sacrílegas del corsario francés Gilberto Girón, el obispo Altamirano, y ¿quiénes lo reciben?: las deidades grecolatinas, los faunos, los centauros, las ninfas, los semicapros, y ¿qué le ofrecen?, ¿qué le ofrendan?: los frutos de la tierra, los más típicos de los sabores cubanos.

     Ese momento que deslumbraba, recuerdo, a Alejo Carpentier,[7] y donde ya está anticipado “lo real maravilloso”[8] y el barroco propiamente americano, es uno de los momentos claves del origen de nuestra nacionalidad, es decir, de nuestra cultura.

     Pero, por otra parte, esto que ocurre en Yara nos recuerda que fue allí donde por primera vez, al convertirse una derrota efímera en un símbolo perdurable, la poesía mostró su deseo de intervenir en la historia. A este pasaje de nuestra historia, efectivamente, estamos ya acostumbrados a llamarlo el Grito de Yara, pero esa fue una creación poética del Padre de la Patria, ya que Yara fue una derrota, y durante mucho tiempo, él mismo se refería al comienzo de la guerra, más que como la madrugada de La Demajagua, como el Grito de Yara.

     Atacaron este pueblo pensando que estaba desguarnecido, pero una tropa que había llegado de Bayamo lo ocupaba por el otro extremo, y derrotó a los pocos cubanos que hicieron su entrada nocturna en Yara. Pero ¿qué pasó entonces?, que Carlos Manuel de Céspedes, poeta, viendo que solo lo rodeaban doce hombres, que eran los que quedaban de su diezmado grupo libertador, dijo: “no importa, con doce hombres basta para lograr la independencia, basta para fundar un pueblo”. Palabras que, de una forma u otra, serían evocadas, reeditadas, en la Sierra Maestra, en la lucha contra la tiranía batistiana.[9]

     Esto es lo que yo llamo la intervención de la poesía en la historia,[10] y esto ha estado ocurriendo como una especie de ley de nuestro devenir poético, histórico, desde entonces hasta hoy. Lo iremos aludiendo en nuestras breves palabras.

     Esa historia nuestra que podemos darnos el lujo de empezar, si nos place, por el canto oculto de unos ruiseñores… Pero antes de llegar a ellos, recordemos que el año en que José Martí nació, Carlos Manuel de Céspedes escribió versos a una mariposa. Qué suerte tener un Padre de la Patria, un hombre que inicia una guerra contra un ejército poderosísimo en circunstancias tan difíciles, una guerra tan cruenta y, sin embargo, era capaz de escribir estos versos en los que romanceaba:

mas con arte se burla
(está hablando de la mariposa)
del niño que la acosa,
ya de él parece que huye,
ya vuelve y le provoca,
y de sus blandas alas
el rostro ya le roza;
ya de vista la pierde,
que al cielo se remonta,
ya la cree en su mano
y el aire solo toca…[11]

      “Y el aire solo toca” como si tocáramos esa nada, esa fuga, esa cosilla desasida de todo, inapresable, que va a reaparecer sutilizada hasta el infinito y recortada hasta la miniatura, en la poesía del principeño Mariano Brull,[12] poeta bastante olvidado, y que tantas cosas tiene que decirnos todavía.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] La tarde del 20 de octubre de 1995, quedó constituida oficialmente la Sociedad Cultural “José Martí” por iniciativa de su núcleo fundador integrado por Armando Hart Dávalos, Ministro de Cultura; Roberto Fernández Retamar, Presidente de Casa de las Américas; Cintio Vitier Bolaños, Presidente de Honor del Centro de Estudios Martianos; Abel Prieto Jiménez, Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad; Carlos Martí Brenes, Viceministro de Cultura; y Enrique Ubieta, Director del Centro de Estudios Martianos.

[2] Roberto Fernández Retamar (1930-2019).

[3] Félix Guerra: Para leer debajo de un sicomoro. Entrevistas con José Lezama Lima, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, p. 20.

[4] “De este poema […] puede decirse que es la continuación, más lenta, rica y voluptuosa, como pasando las palabras por el paladar, de la cornucopia frutal cubana iniciada por [Sivestre de] Balboa dos siglos antes”. (Cintio Vitier: “[Manuel Justo de Rubalcava]”, “Segunda lección. Condiciones estéticas en que se inicia nuestra poesía. El marco bucólico y la visión arcádica. Ganancias de la silva descriptiva”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, prólogo de Abel E. Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, p. 50).

[5] “Zequeira escribe una especie de apoteosis mitológica de la piña, erigiendo a la fruta barroca y deliciosa en símbolo de la isla”. (Cintio Vitier: “[Manuel de Zequeira y Arango]”, “Segunda lección. Condiciones estéticas en que se inicia nuestra poesía. El marco bucólico y la visión arcádica. Ganancias de la silva descriptiva”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, ob. cit., p. 48).

[6] Fray Juan de las Cabezas Altamirano (1565-1615).

[7] Alejo Carpentier (1904-1980).

[8] Véase Leonardo Padura: Un camino de medio siglo: Carpentier y la narrativa de lo real maravilloso, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1994.

[9] El 18 de diciembre de 1956, en la finca del campesino Mongo Pérez, ubicada en un lugar de la Sierra Maestra conocido por Cinco Palmas, se produce el reencuentro de Fidel con su hermano Raúl y un exiguo grupo de expedicionarios del Granma después de la derrota de Alegría de Pío. Son apenas ocho combatientes y siete fusiles. Fidel no vacila en afirmar: “¡Ahora sí ganamos la guerra!” Veinticuatro meses y catorce días después se cumple la profecía. (Eugenio Suárez y Acela A. Caner: Fidel: De Cinco Palmas a Santiago, Casa Editorial Verde Olivo, 2006, pp. 11-14).

[10] “La patria, que estaba en los textos, en los atisbos de los poetas, en la pasión de los fundadores, súbitamente encarnó con una hermosura terrible, avasalladora, el 1º de enero de 1959. […] // Un ejército de campesinos entró en la ciudad para encarnar la palabra en la tierra, lo invisible en lo visible, la poesía en la historia”. (Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana (1974), La Habana, Ediciones Bachiller, 2006, pp. 173-174).

[11] Carlos Manuel de Céspedes: “La mariposa” (fragmento), Flor oculta de poesía cubana (siglos XVIII y XIX), escogida y presentada por Cintio Vitier y Fina García Marruz, viñetas de Samuel Feijóo, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1978, pp. 139-140.

[12] Véase Cintio Vitier: “[Mariano Brull]”, “Undécima lección: El rendimiento cubano de la ‘poesía nueva’: Brull, Ballagas, Florit”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, prólogo de Abel Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 270-277.