A MANUEL MERCADO [1]

Hermano queridísimo.

Vd., que padece por mí, sabe que es verdad que me duele como cosa mía la enfermedad de su Luisa,[2] y que deseo con toda mi ternura su restablecimiento. Ella puede ser ya la linda señorita que me dicen que es: para mí siempre será la niña afectuosa y reposada del vestidito blanco. Deje a Ramona quieta, hasta que Luisa esté completamente buena.—¡Y lo que me encanta leer siempre en sus cartas,—en vez de “agradezco”, “lo quiero”, “leo”—”agradecemos”, “queremos”, “leemos”! Si yo pudiera estar con Vds. un mes, tendría vida para años.

     Yo he estado ocupadísimo este mes pasado, con una traducción en verso[3] que está para salir a luz, y de la que recibirá V. las primicias,—con cosas de nuestra tierra, que ha sido en estos días más maltratada de lo que suele,[4] con el pensamiento, que he de realizar, de publicar aquí un periódico en inglés,[5] en defensa moderada y enérgica, personal y libre, de nuestros países, y más que todo, con el ansia de que venga mi hijo, que Carmen retiene en Cuba ya más de lo justo, deseosa acaso de obligarme a imponerle su vuelta a New York, que es cosa que yo dejo a su voluntad, y que no puedo imponerle en justicia.[6] Vivo con el corazón clavado de puñales desde hace muchos años. Hay veces en que me parece que no puedo levantarme de la pena. Por eso está bien que de vez en cuando me[7] venga alguna carta suya. Y si no vienen tantas como deben, empezaré a cartearme con Luisa. Yo le hablaré del arte de ser feliz,—y ella me hablará de lo mismo, que es vivir en México. Yo sé de trajes y sombreros. Ahora mismo se va a usar para la primavera un sombrero de paja, imitando las vueltas de la mantilla, que se llama “La Señorita”.

     En las cosas de nuestra tierra se me ha calmado un poco el dolor, por el júbilo con que acogen mis paisanos la defensa de nuestro país que escribí,[8] en la lengua picuda, de un arranque de pena: y parece que impuso respeto. Se la mando, para que Manuel[9] se la traduzca. Este incidente viene a ayudarme para la publicación de mi periódico, que por poco que cueste, me ha de costar mucho más de lo que tengo. Con que se pague ¿qué me importa el trabajo, si es por nuestras tierras? Lo que quiero es demostrar que somos pueblos buenos, laboriosos y capaces. A cada ofensa, una respuesta, del tipo de la que le mando, y más eficaz por su moderación.[10] A cada aserción falsa sobre nuestros países, la corrección al pie. A cada defecto, justo en apariencia, que se nos eche en cara, la explicación histórica que lo excusa, y la prueba de la capacidad de remediarlo. Sin defender, no sé vivir. Me parecería que cometía una culpa, y que faltaba a mi deber, si no pudiese realizar este pensamiento.

     De la elección de Villada[11] me alegro por dos cosas, por lo mucho que le habrá complacido a él, y porque, en manos menos ocupadas, podrá crecer, como debe y puede, El Partido. Como urge que crezca. La noticia de que Manuel Gutiérrez Nájera va a tener en el diario parte mayor me llena de alegría; porque estimo mucho a Nájera, no tanto por su talento, que es extraordinario, como por la nobleza de su corazón. Todo lo que hace es bello; y mucho, perfecto. Yo, que brego con el verso y la prosa, sé lo que vale el que brega, y triunfa. Pensaba en él cuando escribía en días pasados, a propósito de otro, que tenía en su pluma todos los colores, menos el del veneno. A él no es a quien hay que felicitar, sino al periódico.

     Recibí ayer, junto con La Revista Nacional, que viene bonísima, con las deliciosas “Memorias” de Prieto[12] y el macizo y difícil artículo de Sierra,[13] una carta atenta del Sr. Apolinar Castillo,[14] anunciándome que El Partido ha venido a sus manos, sin más cambio que “el de darle mayor vida e interés”, y confirmando el encargo de las correspondencias. No sé por qué me parece que debo hablarle ahora de una cosa que ya tenía pensada. La pensé desde que cesó El Economista, y me quedé con ese tiempo más, y ese dinero menos; y no se lo había escrito por encogimiento, y porque por lo de Ramona y algunas indicaciones anteriores mías a Vd. no me parecía que estuviese Villada en ánimo de ponerse en grandes trabajos por darle vuelo a El Partido, y hacerlo, como puede ser[15] con desahogo, el primer periódico de México. ¿Y qué tengo que proponerle, y cómo me ocurre ayudar a El Partido, y que me ayude hoy aún más de lo que me ayuda? Aparte de mis correspondencias, que quedarían como ahora están, yo pudiera prestar desde aquí un servicio diario al periódico, sobre los temas que más le conviniesen, y en la forma que le fuera más útil. Podría renovar la columna diaria, que solían ser dos, y escribí[16] por un año, sin firma, en La Opinión Nacional, de Caracas,[17] que la llamó Sección Constante,[18] y dice que el público se la bebía, porque era un comentario corriente, en párrafos concentrados, vivos de color y variando de tonos,[19] sobre todo lo que, en un centro universal como este, puede interesar a un hombre culto, a la vez que a los lectores usuales:—libros, singularidades, noticias de personas famosas, descubrimientos, detalles típicos y característicos, novedades de ciencias e industrias, reminiscencias literarias, breves y oportunas. Podría, si eso no pareciese bien, escribir tres artículos semanales de a dos columnas, puestos en el correo en día fijo; sobre un libro notable, sobre la vida de una persona contemporánea que esté llamando la atención, sobre una peculiaridad de aquí que llame la atención allá, sobre asuntos, libros, personas, comercio, de los demás países hispanoamericanos que son aún allá poco conocidos, y yo conozco bien, porque desde hace ocho años leo mucho de ellos y recibo los libros de sus autores y lo mejor de su prensa: e irían en esos artículos muchas cosas de Europa, que el cable lleva allá en esqueleto, pero aquí llegan en cartas telegráficas largas y especiales, de modo que yo, con lo que dicen y lo que sé de Europa, puedo vestirlas—teatro, política, exposiciones, crónica corriente—y mandarlas a México, como si se tomasen de los periódicos del país, mucho antes de que los periódicos llegasen, y antes que ningún otro periódico las tuviese, porque aquí las trae el cable con seis días por lo menos de anticipación. No me parece que cualquiera de esos dos servicios deje de tener cierta importancia, con lo poco que yo sé sobre la oportunidad y actividad necesarias en el periodismo, para contribuir a ponerle sangre nueva a El Partido; y ayudar a que le vaya sacando ventaja a sus rivales. Ni los artículos, caso de que ese servicio pareciese mejor, ni la Sección Constante, si esta fuera preferible, tendrían por qué, ni deberían, llevar mi firma; sino salir como cosa impersonal, y como de varias manos, de la redacción: cada cosa llevaría su propio estilo: y por ese servicio yo no le pediría más que $50. Con eso y lo de las cartas, ya completaría sin ahogo, contando mis demás trabajos para la Argentina, lo que necesito para la vida. Y no creo yo que lo que le ofrezco deje de ser útil; ni pido más, valga lo que valiere, porque eso es lo que necesito; y así podría emplear ahora en trabajo más simpático el tiempo que empleo en traducciones mortales de hierros y tuercas, o en buscar las traducciones que no vienen. Con esa adición, lo mismo que sin ella, yo haré aquí cuanto encargo pueda El Partido necesitar, por gusto de serle útil. Pero ojalá pudiera hacerse este arreglo, porque sería para mí una bendición.—Y si no se hace ¿a quién querré yo más que a V., aunque no me lo consiga?

     Ya pasé la vergüenza, y veo que van corridos dos pliegos de papel, que no sé cómo hacerme perdonar, sino acabando. No estaré contento hasta que no me escriba que Luisa está ya fuera de todo cuidado, lo que ha de ser muy pronto, si es verdad, como dice una secta de aquí, que “la enfermedad más grave se cura con el deseo ferviente de un alma amiga”. Bese la mano a Lola y quiera a su hermano

J.Martí

[Nueva York] 29 de marzo [1889].

Ya hay asunto pa corresponds, y van 3 seguidas.

[Ms. en CEM]

Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica,[20] 3ra edic., presentación de la primera edición de Fidel Castro Ruz (“Unas palabras a modo de introducción”), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2010-2024, tt. 1-32 (obra en curso), t. 31, pp. 244-247.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Manuscrito en tinta negra, en ocho hojas de tamaño 19 por 27 cm.

[2] María Luisa Mercado García. En la carta a Manuel Mercado de 19 de febrero [de 1889], Martí le escribe a su amigo que la noticia de la enfermedad de su hija le “hizo saltar el corazón”. [OCEC, t. 31, p. 229. (N. del E. del sitio web)].

[3] Referencia a la traducción de Lalla Rookh, de Thomas Moore, hasta hoy desaparecida. Un mes y medio antes, aproximadamente, el 19 de febrero de 1889, en carta a Enrique Estrázulas, Martí le anticipa: “Pronto van a salir, con ilustraciones magnas, mi traducción del Lalla Rookh, en que hay unas cuantas páginas del pobre Bonalde que esconde dignamente su infelicidad, y del silencioso Tejera. Como me den dos ejemplares, le mando uno. El libro es de lo más rico que puede salir de prensa alguna, y las láminas de varias tintas, llevan al pie los nombres más famosos”. [OCEC, t. 31, p. 232. (Nota del E. del sitio web)].

[4] El 25 de marzo de 1889, Martí publicó en inglés en The Evening Post, de Nueva York, su “Vindicación de Cuba”, como respuesta al indignante artículo “¿Queremos a Cuba?”, aparecido antes en The Manufacturer, de Filadelfia. Por su parte, en el texto “Una opinión proteccionista sobre la anexión de Cuba”, el diario neoyorquino de tendencia demócrata, “reiteró con énfasis”, las ideas expuestas por sus adversarios políticos en el Partido Republicano. Posteriormente, Martí reunió los tres textos en el folleto Cuba y los Estados Unidos, precedidos de una breve introducción suya. Véase en OCEC, t. 31, pp. 207-219. (N. del E. del sitio web).

[5] Aunque esta idea quedó solo en proyecto, Martí se dolió muchísimo en no poder concretarla, por la carencia de medios económicos, pues le confería un valor estratégico esencial frente al desdén y las apetencias imperialistas de los Estados Unidos, para “demostrar que somos pueblos buenos, laboriosos y capaces”. (OCEC, t. 31, p. 245). En su epistolario a Mercado, la formuló cuando menos en dos ocasiones anteriores: el [8 de enero de 1887] y el 19 de febrero [de 1889], OCEC, tt. 25 y 31, pp. 355-357 y 229-230, respectivamente. (N. del E. del sitio web).

[6] Su esposa e hijo, a quienes Martí no veía desde marzo de 1885, no viajan a Nueva York hasta el 30 de junio de 1891. El 27 de agosto de ese año ambos regresan a Cuba. Martí no volverá a verlos nunca más. (N. del E. del sitio web).

[7] Esta palabra escrita sobre rasgos ininteligibles.

[8] Referencia al texto “Vindicación de Cuba”.

[9] Manuel Mercado García.

[10] “[…] Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior,—le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real”. [JM: Nuestra América”, La Revista Ilustrada de Nueva York y El Partido Liberal, México, 1ro y 30 de enero de 1891, respectivamente, en Nuestra América. Edición crítica, prólogo y notas de Cintio Vitier, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2006, pp. 44-45. (Las cursivas son del E. del sitio web)].

“En el ensayo “Relación del sentido de moderación y la capacidad de sacrificio. La ley de equilibrio” contenido en El amor como energía revolucionaria en José Martí (1973-1974) [Albur, órgano de los estudiantes del ISA, a. 4, La Habana, mayo de 1992, pp. 109-119 (existen dos ediciones más del Centro de Estudios Martianos en el 2003 y 2004, más otra en preparación, revisada y corregida)], Fina García Marruz ha observado la relación que establece Martí entre el heroísmo y la moderación dentro de la dinámica más profunda de ‘la capacidad de sacrificio’. La consideró virtud vinculada con ‘la armonía serena de la Naturaleza’, distintiva de los mejores hombres de ‘nuestra América’, cuyo paradigma poético lo encontró en Heredia: ‘volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas’. (“Heredia”, El Avisador Cubano, Nueva York, 4 de julio de 1888 OCEC, t. 29, p. 123). Tan elogiosa como esperanzadamente se refirió varias veces al ‘heroísmo juicioso de las Antillas’ y a ‘la moderación probada del espíritu de Cuba’, expresiones consagradas en el Manifiesto de Montecristi”. [Manifiesto de Montecristi. El Partido Revolucionario a Cuba (Montecristi, 25 de marzo de 1895), La Habana, Centro de Estudios Martianos y Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2008, pp. 15 y 8, respectivamente]. [Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., nota 35, p. 64. (N. del E. del sitio web)].

[11] José Vicente Villada Perea fue electo Gobernador del Estado de México, por lo que abandonó la dirección de El Partido Liberal.

[12] Se trata de uno de los artículos que serían reunidos en 1906 en su libro Memorias de mis tiempos.

[13] Su texto es un estudio de sociología mexicana.

[14] La carta de Apolinar Castillo, de 20 de marzo de 1889, aparece en Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 226-227. (Nota modificada por el E. del sitio web).

[15] Tachada coma a continuación.

[16] La “i” escrita sobre “ia”.

[17] Estas dos palabras escritas encima de la línea.

[18] La colaboración que Martí alude en La Opinión Nacional, de Caracas, se mantuvo desde el 4 de noviembre de 1881 al 15 de junio de 1882. En total se publicaron 112 secciones, 35 en 1881 y 77 en 1882; se conserva una más, manuscrita y sin fecha. Véanse las mismas en OCEC, tt. 12 y 13. (N. del E. del sitio web).

[19]  La sílaba “nos” escrita sobre “dos”.

[20] Véase Marlene Vázquez Pérez: “La edición crítica de las Obras completas de José Martí. Teoría, praxis y viceversa”, Temas. Cultura, Ideología, La Habana, enero-marzo de 2019, no. 97, pp. 58-65.