Esperaba yo por Solignac carta de Vd., como espera un enfermo desvelado un rayo de sol: y hasta creía que pudiera ser respuesta a una carta larga, y de mucha importancia para mí, que dirigí a V. por el correo, vía El Paso, no recuerdo si al Ministerio[2] o a San Ildefonso 4,[3] uno o dos días después de haber salido Pablo Macedo de New York. Solignac viene, en busca de carta mía que llevarle; pero no me trae la de Vd.: con él mismo escribí a Vd. en fe de vida en el viaje anterior, y me dice que de Veracruz le envió la carta con Zayas-Bazán.[4]
La verdad es que esta vez no quisiera escribirle; porque me sería ahora, en mi plan y en el de Macedo, de tanta importancia su auxilio, y me es tan esencial en el estado de aflicción de mi alma, que ya pasa a mi cuerpo—que me entran mis reparos de siempre, y ni a V., en quien me vierto sin rebozo y con un placer profundo, ni a V. querría hablarle de mí.
Supongo que habrá llegado a V. la carta larga de que le hablo, y habrá visto en ella que en la condición actual de mi fortuna, y en esta especie de terror de alma en que vivo, me causaría verdadera angustia no poder lograr el empeño que he puesto en sus manos. Con este pie en lo firme, podría al fin ¡tal vez por ocasión primera en cinco años! trabajar sin tener en todo instante una pezuña sobre la frente, y la dignidad en un potro, y el alma entera en náusea; tal vez podría empezar, tranquilo el espíritu en un quehacer noble, a salvarme un poco de este contacto demasiado íntimo con los hombres, con los hombres en esta tierra, que no son, no, como los hombres en todas las demás,—y dar suelta, conforme fuera yo saliendo de esta agonía, a las experiencias y arrogancias que se me han ido amontonando en el alma, y me sofocan por falta de empleo. Si a lo que ya tengo en esa clase de quehaceres, que ni me agotan mis restos de salud[5] ni me tienen en perpetuo susto el decoro, pudiera unir la clase de trabajo—que le pido, y por el cual le ruego que se esfuerce mucho más que[6] para sí propio, me haría V. un bien cuya trascendencia solo podría calcular viendo de cerca, y por dentro, como dejaría yo que Vd. los viese, el espanto y la tribulación a que después de estos cinco años de noblezas estériles e indecibles fatigas ha llegado mi espíritu. Mi Consulado,[7] que me venía ayudando se me acaba el mes próximo. Si no me saca V. por sobre su cabeza en esto de los diarios, tendré de nuevo—sin que nadie, eso sí, note mi desfallecimiento—que acudir a una colocación vulgar de comercio,[8] de muchas horas y retribución mezquina, adonde vuelva mi vida a lo que ha sido en estos tiempos últimos,—avena de pesebre, a que se la coman los caballos. Lo que me entristece no es eso; sino que en esa profesión, como acá se ejerce, y en la condición ruin de empleado menor en que tendría yo que volver a ejercerle, cada detalle ¿por qué no decírselo? me subleva y aturde, y vivo como acorralado y apaleado, y la brutalidad, deshonestidad y sordidez que veo a mi alrededor y de que tengo que ser instrumento me ponen,—creo que ya se lo he dicho a V. porque es verdad—como una cierva, despedazada por las mordidas de los[9] perros, que se refugia para morir en el último tronco.[10]Saco[11] de mí sin cansarme una energía salvaje; pero noto que estoy llegando ya el fondo de mis entrañas. O tengo un poco de respiro para rehacérmelas, a que me las coman de nuevo, o aquí se acaban.—Yo por nada me abato; pero siento que los puntales se me van cayendo. Trabaje por mí, que esta alma mía no se ha hecho para extinguirse tan a oscuras y por tan pobres razones. Los cariños que inspiro, y el de V. a la cabeza de ellos, son ya, desde hace años mi único premio y estímulo: nada más pedí a la tierra, y nada más me ha dado. Una que otra muestra de espléndida simpatía que me llega de tiempo en tiempo de tierras lejanas, y la triste contemplación de mi fortaleza, son los únicos gozos que para mí hay hoy en la vida. Ni en las pasiones he podido tenerlos[12] nunca, porque aun en aquellas mías que pudieran haber parecido desordenadas, no he visto yo más que un deber justo y seco. El recuerdo de mi padre viejo,—el amor de mis amigos, y el amor de los niños es lo único que hoy conmueve mi alma aterrada:[13]—fuera de ese cariño a todo lo que padece, que ya Vd. sabe que en mí es vicio: pero, créamelo, el hielo me llega ya a la mano.—¡Qué me importa a mí, para quererlo yo a Vd., que me logre o no esto en que tanto me ve, y tanto me empeño? Mi Don Manuel[14] está sentado en mi corazón “a la diestra de Dios Todopoderoso”[15], y no habrá nada que lo saque de su asiento: pero si pudiera obtenerme lo que quiero ¡qué inmenso bien me haría!—y veo que allá me recuerda y me quiere mucha gente: ¡con qué gozo no me pondría yo a la faena, en mis trabajos para México!—y fuera de toda necesidad mía personal, ¡qué falta hace allá, de mí y de todos, un estudio constante de todas las cosas, vías y tendencias de este pueblo, capaz, a pesar de su fuerza, de ser evitado, como se evita una estocada mortal, por la habilidad que no posee! Ni siquiera he cuidado yo, en mi desdén por todo lo mío, de hacer llegar a manos de V. todo lo que llevo escrito, que es mucho y en muchas partes, a propósito de México: con la mente puesta en México y en mi país escribí un estudio sobre Grant de que no creo haberle hablado, y que ha tenido en la América del Sur mucha fortuna: allí saco del revés esa especie de caracteres de fuerza, para que se les vea, sin exageración ni mala voluntad, todo lo feo y rugoso del interior de la vaina, que tanto hambriento y desvergonzado rebruñen por de fuera a lamidos!—Un personaje de aquí me dijo, después de leer este ensayo : “¿Dónde conoció V. al hombre, que parece que lo ha retratado V. por dentro?”—¡Lo conocí en los hombres!—Los espíritus humanos se dividen en familias, como los animales.—En esas páginas—¿no le he hablado antes de ellas? va mucho de mis dolores patrióticos, primer peldaño que bajé del cielo![16]
Ya Vd., al verle a esta carta los tamaños, la habrá puesto de lado, para leerla en el primer domingo: ¡quién me diera uno solo, de aquellos que empezaban en la puerta de La Revista, y acababan en una taza de café de Uruapan!: de modo que, como es domingo, no me da pena seguir hablándole de mis cosas. Ya le hablé de las de ahora. Ya le dije también en mi carta anterior algo de las venideras.—Por la carta y por Pablo Macedo sabrá que, a lo modesto y principiante, tengo el pensamiento de hacerme editor de libros baratos y útiles, de educación y materias[17] que la ayuden,[18] cuyos libros puedan hacerse aquí en armonía con la naturaleza y necesidades de nuestros pueblos, y economía de quien trabaja en lo propio, y venderse, en México principalmente, con un margen de escasísimo provecho. Pero lo que V. no sabe es que esta no es en mí idea nueva, sino en cuanto a la posibilidad de su inmediata realización;—que a este fin, como si ya yo no tuviera otro natural, me[19] vengo preparando con un estudio cuidadoso de los menores detalles, desde hace muchos años;[20]—que, aparte de toda situación mía actual, me siento capaz de levantar en este hermoso ramo una empresa benéfica y productiva;— que contra mi costumbre, desde que Macedo me habló de este como realizable, al decirle yo cómo tenía estudiado el asunto, no pienso en otra cosa, y la doy por hecha;—que tan convencido estoy del bien que podría hacer, y el giro útil que podría dar al caudal puesto en ello, que en esto sí me propongo ser porfiado e incansable, y no parar hasta tenerlo conseguido.—Ir tirando será lo primero, con ahorros de judío, de lo poquito que haya para comenzar. Ya yo sé los[21] libros vivos que nuestras tierras necesitan, y piden, y no tienen, ni hay aun quien les dé: y los iré publicando de manera que, desde el principio, México los vaya obteniendo al precio estrictamente necesario para cubrir los gastos. Los provechos vendrán de la venta en los demás países. Al fin, estos libros útiles, con ediciones sucesivas, vendrán a reducirse a un precio tal, que no habrá quien no pueda hacerse de ellos. La competencia no es de temer—primero, porque estos libros serán muy distintos de cuantos en esa línea van publicados,—libros humanos y palpitantes,—no meros textos, sino explicaciones de la vida y sus elementos, y preparaciones para luchar con ella—la esencia y flor de todo lo moderno:—después, porque como esta empresa solo será de lucro moderado y honesto, siempre podrá abaratar sus productos mucho más que las que no se conforman sino con grandes provechos.—Eso sí que me resucitará, y me sacará de la vergüenza en que ando. Esa idea me satisface y regocija, y no entra en este contento ni por un ápice mi necesidad actual de asegurarme un quehacer menos mortal y angustioso que el que, con escasos intervalos, he tenido hasta ahora.[22]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1]De acuerdo con Fina García Marruz esta “gran carta confesional a Mercado […], solo [es] comparable a la última que le escribió, un día antes de morir, en el campamento de Dos Ríos: una es en lo privado lo que la otra en lo público, si es que tales angustias pudieran ser en él diferentes. Una escrita en el horror de la ‘ciudad grande’, la otra en el temor de que esos mismos Estados Unidos cayesen ‘con esa fuerza más’ que les daría la anexión a Cuba, ‘sobre nuestras tierras de América’. Es allí donde se identifica y con ello también a Cuba para siempre, con David, el poeta, el vencedor del gigante”. [Fina García Marruz: “Las cartas de Martí” (1968), Temas martianos. Primera serie (1969), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 411-412; La Habana, La Isla Infinita, 2019. (N. del E. del E. del sitio web)].
[2]Manuel Mercado se desempeñaba entonces como Subsecretario de Gobernación de México.
[3]Dirección de la residencia de Manuel Mercado.
[4]No es posible precisar si se trata de su suegro, Francisco Zayas-Bazán y Varona, o de alguno de los cuñados de José Martí.
[5]Véase Ricardo Hodelín Tablada: Enfermedades de José Martí, 2ª ed. revisada y ampliada, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2018. (N. del E. del sitio web).
[6]Esta palabra añadida encima de la línea.
[7]José Martí fue nombrado Cónsul General de Uruguay en Nueva York el 16 de abril de 1887, aunque quizás ocupara ese puesto con carácter interino por designación de su amigo Enrique Estrázulas, entonces embajador uruguayo en Washington, o que ese Consulado le asignara algunas tareas.
[8]Desempeñó trabajos de oficina durante su residencia en Nueva York, entre julio y agosto de 1882 en la casa comercial Lyon and Company; en agosto de 1883 hasta agosto de 1884 en Carlos Carranza and Company; y en noviembre de 1884 se encontraba en Herbst Brothers.
[9]La “o” escrita sobre “a”.
[10]Nótese la similitud del tema con la carta a Manuel Mercado, fechada en [Nueva York] el 22 de marzo [de 1886], OCEC, t. 23, p. 187; con la crónica “El arte en Nueva York”, publicada en La Nación, Buenos Aires, 22 de junio de 1887, OCEC, t. 25, p. 263; con los poemas “[A los espacios]” de Versos libres, II y V de Versos sencillos, OCEC, t. 14, pp. 186-187, 302 y 307, respectivamente; con la carta a José M. Vargas Vila, [Nueva York, 14 de marzo de 1894], EJM, t. IV, p. 72; y con el apunte para un drama, OC, t. 18, p. 180. (N. del E. del sitio web).
[11]Tachado acento sobre la “o”.
[12]La “o” escrita sobre “a”.
[13]Tres años antes, Martí escribía: “Ya he andado bastante por la vida, y probado sus varios manjares. Pues el placer más grande, el único placer absolutamente puro que hasta hoy he gozado fue el de aquella tarde en que desde mi cuarto medio desnudo vi a la ciudad postrada, y entreví lo futuro pensando en Emerson. // Vida de astros. Por lo menos, claridad de astro. A esa impresión se asemejan las que el goce de la amistad me ha producido en grado siempre superior a los que el amor me ha dado, y la emoción en que ha solido dejarme suspenso la voz de algún cantante o la contemplación de un cuadro. Y acariciar cabecitas de niño. Y este es todo el jugo de mi vida, después de treinta años”. [JM: Fragmentos, OC, t. 22, p. 323. (N. del E. del sitio web)].
[14]Aunque OCEC considera que se trata de Manuel Mercado García, hijo, coincidimos con Fina García Marruz que Martí, en este caso particular, se está refiriendo a Manuel Mercado de la Paz, padre. [“El escritor” (1964), Temas martianos. Primera serie (1969), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, p. 258].
[15]Frase de la oración Credo de los apóstoles del Cristianismo.
[16]Referencia a su separación del plan revolucionario de San Pedro Sula, conocido como Plan Gómez-Maceo, dirigido por el primero. Véase en OCEC, t. 17, pp. 384-387, la carta que Martí le dirigiera al Generalísimo, el 20 de octubre de 1884.
[17]La “m” escrita sobre “es[cuelas]”.
[18]Las letras “ay” escritas sobre rasgos ininteligibles.
[19]La “e” escrita sobre “as”.
[20]La primera mención a este asunto aparece en la carta a Miguel F. Viondi, de 8 de enero de 1880: “[…] Una imprenta amiga puede ser para mí un gran recurso. Puedo ser en ella, para abrigar del frío a mi pequeñuelo, desde corrector de pruebas hasta autor de libros.—Y pienso seriamente en unos sobre América, biográficos, históricos y artísticos, para todos interesantes, por todos entendibles,—libros pequeños, amenos, cómodos y baratos”. (OCEC, t. 6, p. 189).
[21]Esta palabra escrita sobre “[rasgo ininteligible]que”.
[22]Véase Enrique López Mesa: “Sobre un documento y un libro: el proyecto editorial de José Martí”, José Martí: editar desde New York, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2012. (N. del E. del sitio web).