A MANUEL MERCADO
...continuación 2
Pero ni aun viniendo a pensar en esto, puede dejar de serme la idea gratísima. Para eso estoy hecho, ya que la acción en campos más vastos no me es dada. Para eso estoy preparado. En eso tengo fuerza, originalidad y práctica. Ese es mi camino. Tengo fe y gozo en eso.—Todo me ata a New York, por lo menos durante algunos años de mi vida: todo me ata a esta copa de veneno:—Vd. no lo sabe bien, porque no ha batallado aquí como yo he batallado; pero la verdad es que todos los días, al llegar la tarde, me siento como comido en lo interior de un tósigo que me echa a andar, me pone el alma en vuelcos, y me invita a salir de mí. Todo yo estallo. De adentro me viene un fuego que me quema, como un fuego de fiebre, ávido y seco. Es la muerte a retazos. Solo los días en que no bajo a negocios, o veo a poca gente, o ando mucho al aire ahora que hay primavera, padezco menos de este horror de espíritu: ¡qué riendas he necesitado tener para sujetar la mente a frenos! ¡el día que yo escriba este poema!—Bueno, pues: todo me ata a New York: las consecuencias de los errores políticos de nuestro país;—la cercanía a esa tierra mía, que no sabe de mí, y por la que muero;—la repugnancia a salir a correr nuevas aventuras, con la casa al hombro, que no admite esperas;—la repugnancia, aún mayor, a vivir en países adonde no llevo un arte práctica ni un derecho mecánico[23] a la vida, sino una pequeña inteligencia más, que en esos países sobra, y solo da de comer cuando se pone en alquiler o en venta para usos de gobierno, que a un extranjero están vedados:—todo, más las consecuencias naturales de cinco años de vida en un lugar céntrico, me ata por ahora a New York.—A otras tierras, ya sabe V. por qué no pienso en ir. Mercado literario, aún no hay en ellas, ni tiene por qué haberlo. En el mercado político; yo no me[24] he de poner. En el mercado judicial, los abogados buenos sobran. Ya sé yo que de puro servicial y humilde, un pan siempre habría de conseguir. Pero mis instrumentos de trabajo, que son mi lengua y mi pluma, o habían de quedarse en el mismo encogimiento en que están aquí, o habrían de usarse en pro o en contra de asuntos locales en que no tengo derecho ni voluntad de entrar, y en los que, sin embargo, como ya me sucedió en Guatemala y en Venezuela,[25] ni el silencio me es permitido, porque se juzga, cuando ya se tiene cierto nombre y respeto, que es censura al gobierno el silencio decoroso. Y hasta los mismos fervi[26]entes cariños de mi alma hacia esos países nuestros tengo que contener, porque no son usuales por desdicha, ni aún en sus mismos hijos, y parece lisonja de medrador, o alabanza de necesitado, lo que es en mí vastísimo sentimiento continental, y rosa de ternura: ¡vaya V. a hacer entender y respetar entre los hombres estas extravagancias! Ya mi alma lastimada no tiene bastante fuerza para soportar muchos golpes de estos. Morir de esta tierra, es justo, puesto que no la quiero; pero morir de las mías, sí me sería penoso. A otras tierras, no puedo, pues, pensar en ir.—A la mía, tampoco: no porque sea yo un revolucionario empedernido y caprichoso, que solo consienta en volver a su pueblo por los caminos que a su terquedad o soberbia se le antojen,[27] sino porque los males públicos, que en otros pueblos que no sean los míos, no tengo un derecho directo a mejorar, en mi tierra me pesan como propios, y son para mí un deber de remediarlos: allí toda bofetada me sonaría en la cara: allí toda indignidad me tendría siempre en pie para dominarla o contenerla: yo, mísero de mí, no soy dueño de mi vida, ni puedo hacer, desde que contraje por mi voluntad, deberes privados, todo lo que mi deber público me manda, sino aquella parte de este que no haga imposible el cumplimiento de aquellos, como lo haría sin duda en la campaña formidable que yo emprendería en mi tierra. Nada más, pues, que el respeto a mi familia me obliga a una ausencia que todos ellos creen que prolongo en daño suyo. Ahora, pensar que yo vuelva a mi tierra a acumular doblones, y entre tantos que luchan bravamente, deje de luchar, con más bríos y empuje que todos ellos, y menos amor de mí, es pensar que puede beberse el sol en una taza de café. Eso no podría ser. Prefiero, pues, morir acá en silencio.
Y acá ¿qué puedo yo hacer? De prisa lo he de decir, porque esta carta pasa ya de atrevimiento. Si de ir muriendo se trata, ya se sabe, intentaré volver a mis quehaceres de de dependiente de comercio, donde todo es ultraje, todo zozobra, todo angustia de noria, sin más que un pan al día, no siempre entero. Si de salvarme se trata, nada más puedo hacer que esa tarea querida a que mis trabajos de muchos años, mi pequeño nombre, ya bastante extendido, mis modestas pretensiones, la opinión de cuantos me conocen, mi deseo constante y ardiente, y el éxito de cuanto llevo hecho en ese ramo me preparan. Nada más puedo hacer si he de salvarme, con esta naturaleza mía en que las corrientes del espíritu dan con tanta furia, que esa especie de nobles labores donde a un tiempo puedo satisfacer mi ansia de hacer bien,[28] mejorar con esa alegría mi salud rota, y amasar un pan para mañana.
Ya es más de medianoche, y llevo una hora y media de escribirle. Me siento consolado. De nadie esperé nunca nada: y si, a ocultas de mí mismo, esperé algo de alguien, eso es precisamente lo que no he tenido. Pero de V. he tenido siempre, aún en cariño, más de lo que he esperado. Tengo en V. una fe que ya en muchas cosas y hombres he perdido. Vea, pues, como me le doy sin reserva, y respondo, al fin, en parte a lo que desde hace años me viene preguntando, sobre lo interior de mí mismo. Todo lo que falta se lo diré en cuanto lo vea, que es mucho, y mortal; pero yo recojo del suelo mis propios pedazos, y los junto y ando con ellos como si estuviera vivo.[29]
¿Se enoja conmigo porque le he molestado tanto? A mí no me enojaría tenerle a mi lado hora sobre hora, y oírle vaciar su juicio hermoso y su corazón honesto. Corazón, ahí le va. Juicio,—solo tengo el mío, que ninguna contrariedad ni desdicha ha logrado aún torcer ni envenenar; pero no es tan hermoso y sereno como el suyo.—Déjeme, pues, callar, contento de haber depuesto ante[30] V. la arrogancia con que oculto mis desfallecimientos hasta de mí mismo. Soy—no se me ría—como un rey salvaje. Déjeme callar, y en cuanto esté en su mano, póngame remedio:—todo el que haya, sí por Dios; pero si no hay otro, con su cariño basta!—Junte en un abrazo a sus pequeñuelos,[31] y bese la mano a Lola.
Su hermano
[Nueva York] abril 22 [de 1886].
Olvidaba que V. no tiene mi dirección. Es esta:
P.O.B. 1283[32]
Tomado de José Martí: “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York] 22 de abril [de 1886], OCEC, t. 23, pp. 187-194.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[23]La “o” escrita sobre “a”.
[24]La “m” escrita sobre “he”.
[25]Vivió en Guatemala de abril de 1877 a julio de 1878, mientras que en Venezuela residió entre enero y julio de 1881. En ambos países tuvo dificultades en sus relaciones con los gobiernos.
[26]Las letras “ten” escritas sobre “oc”.
[27]La “e” escrita sobre “a”.
[28]Nótese la similitud temática con los elogios a Carlos Marx y Wendell Phillips en las crónicas “Cartas de Martí. Suma de sucesos”, La Nación, de Buenos Aires, 13 y 16 de mayo de 1883 y “Wendell Phillips”, La Nación, de Buenos Aires, 28 de marzo de 1884. Véanse en OCEC, t. 17, pp. 65y 168, respectivamente. (N. del E. del sitio web).
[29]Nótese la similitud del tema con los poemas “A Enrique Guasp de Peris”, El Eco de Ambos Mundos, México, 26 de marzo de 1876 y “[No, música tenaz, me hables del cielo!]”, OCEC, tt. 14 y 15, pp. 218 y 143, respectivamente; con el apunte recogido en OC, t. 22, p. 274; con las cartas a Manuel Mercado y a Juan Bonilla, fechadas en [Nueva York,] el 22 de abril [de 1886], OCEC, t. 23, p. 193 y el 12 de junio de 1890, EJM, t. II, pp. 207-208, respectivamente; con el apunte para un drama, OC, t. 18, p. 179; y con el poema “Masa” de César Vallejo, en su libro España, aparta de mí este cáliz, en Poesía completa, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1989, p. 378. (N. del E. del sitio web).
[30]Esta palabra escrita sobre rasgos ininteligibles.
[31]Manuel, Alfonso, Alicia, Dolores (Lolita), Ernesto, María Luisa y Raúl Mercado García.
[32]Escrito en tinta roja, en 22 hojas tamaño 14,9 cm por 20,2 cm.