LA CONFERENCIA MONETARIA DE LAS REPÚBLICAS DE AMÉRICA

...continuación 3

     Cuando se pone en pie el anfitrión, los huéspedes no insisten en quedarse sentados a la mesa. Cuando los huéspedes venidos de muy lejos, más por cortesía que por apetito, hallan al anfitrión a la puerta, diciendo que no hay qué comer, los huéspedes no lo echan de lado, ni entran a su casa a la fuerza, ni dan voces para que les abran el comedor. Los huéspedes deben decir alto la cortesía por qué vinieron, y cómo no vinieron por servidumbre ni necesidad, para que el anfitrión no crea que están tallados en una rodilla, o son títeres que van y que vienen, por donde quiere que vayan o vengan el titiritero. Luego, irse. Hay un modo de andar, de espalda vuelta, que aumenta la estatura. Un delegado hispanoamericano—entendiendo que la Comisión Monetaria no venía más que “a cumplir lo que se había recomendado”—apadrinó, sin ver que una recomendación lleva aparejada la discusión y confirmación ante del cumplimiento, la opinión sin cabeza visible que andaba serpeando por entre los delegados: que la Comisión Monetaria no había venido, como creían los Estados Unidos que la promovieron, a ver si podía y debía crearse una moneda internacional, sino a crearla ahora, aunque los Estados Unidos mismos reconociesen que ahora no se podía crear; y el delegado propuso un plan minucioso de moneda de América, que llamó “Columbus”, sobre los trazos de la moneda de la Unión Latina, más un Consejo de Vigilancia, “residente en Washington”.

     No habían dicho los Estados Unidos que el obstáculo para la creación de la moneda internacional fuese la resistencia de la Cámara de Representantes a votar la acuñación libre de la plata, sino la resistencia del mundo vasto del otro lado de la mar a aceptar la moneda de plata en relación fija e igual con la moneda de oro; pero un delegado hispanoamericano preguntó así: “¿No sería más prudente, dada la probabilidad de que la nueva Cámara de Representantes vote antes de fin de año la acuñación libre de la plata, suspender las sesiones de la Conferencia, por ejemplo, hasta el día primero de enero de 1892, cuando probablemente este asunto habrá sido decidido por el gobierno de los Estados Unidos?” Y cuando otro delegado urgía, por el decoro de los huéspedes, la aceptación, lisa y prudente, de las proposiciones de los Estados Unidos, salvo la del Congreso Universal, habló un delegado hispanoamericano, que no habla español, para pedir y obtener la suspensión de la sesión.[8] ¿Quién podía tener interés, puesto que los hispanoamericanos no lo tenían, en que la Comisión promovida por los Estados Unidos continuase en funciones, contra la opinión terminante de los mismos Estados Unidos? ¿Quién azuzaba, en una asamblea de mayoría hispanoamericana, la oposición a las proposiciones de los Estados Unidos? ¿A quién, sino a los que hacen bandera de la política continental, propuesta por los Estados Unidos, perjudicaba que la idea de una moneda continental se declarase imposible en la Comisión reunida para su estudio por los mismos Estados Unidos? ¿Por qué surgía, ni cómo podía surgir de un modo natural en la Comisión Monetaria, de mayoría hispanoamericana, el pensamiento de oponerse a la clausura de una Comisión reunida para tratar de un proyecto que expresamente declaraban irrealizable, casi unánimemente, los delegados hispanoamericanos? Si a sí no se servían, ¿qué interés, en el seno de ellos, se aprovechaba de su buena voluntad excesiva y los ponía a su servicio? ¿O era, como decían los que saben del interior de la política, que el interés de un grupo político, o de un político tenaz y osado de los Estados Unidos, levantaba por resortes ocultos e influencias privadas una asamblea de pueblos contra la opinión solemne del gobierno de los Estados Unidos? ¿Era que la asamblea de pueblos hispanoamericanos iba a servir los intereses de quien los compele a ligas confusas, a ligas peligrosas, a ligas imposibles, desdeñando el consejo de los que, por su interés local de partidarios o por justicia internacional, les abren las puertas para que se salven de ellas?

     Se meditó; se temió; se urgió; se corrió gran riesgo de hacer lo que no se debía: de dejar en pie—al capricho de una política ajena, desesperada y sin escrúpulos,—una asamblea que, por lo complejo y delicado de las relaciones de muchos pueblos de Hispanoamérica con los Estados Unidos, podía, en manos de un candidato inclemente, ceder a los Estados Unidos más de lo que conviniese al respeto y seguridad de los pueblos hispanoamericanos.

     Mostrarse acomodaticio hasta la debilidad no sería el mejor modo de salvarse de los peligros a que expone en el comercio, con un pueblo pujador y desbordante, la fama de debilidad. La cordura no está en confirmar la fama de débil, sino en aprovechar la ocasión de mostrarse enérgico sin peligro. Y en esto de peligro, lo menos peligroso, cuando se elige la hora propicia y se la usa con mesura, es ser enérgico. Sobre serpientes, ¿quién levanta pueblos? Pero si hubo batalla; si el afán de progreso en las repúblicas aún no cuajadas lleva a sus hijos, por singular desvío de la razón, o levadura enconada de servidumbre, a confiar más en la virtud del progreso en los pueblos donde no nacieron, que en el pueblo en que han nacido; si el ansia de ver crecer el país nativo los lleva a la ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto de factores extraídos u hostiles al país, que ha de crecer conforme a sus factores y por métodos que resulten de ellos; si la cautela natural de los pueblos clavados en las cercanías de Norteamérica no creía aconsejable lo que, más que a los demás, por esa misma cercanía, les interesa; si la prudencia local y respetable, o el temor, o la obligación privada, ponían más cera en los caracteres que la que se ha de tener en los asuntos de independencia y creación hispanoamericana, en la Comisión Monetaria no se vio, porque acordó levantar de lleno sus sesiones.

[José Martí]

La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891.

Tomado de José Martí: Obras completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1991, t. 6, pp. 157-167.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[8] Rowan S. Stevens, delegado de Honduras.