LA CASA DEL ALIBI

Respondedme ¿está reciente, recién sacudida
     y recién nacida la casa del alibi?
La casa que siempre ofrece la cara de una
     columna de yerbas y de humo,
pero que sabemos que se imanta con los
     cuatro imanes cardinales y la serpiente
     sumergida.
La casa del alibi, donde el saludo apretando
     el hombro se iguala con la puerta abierta
     hacia dentro,
y la fulminante crecida de los clavos por
     el paredón tiene el ceremonial
de la capa que allí se cuelga y el bulto traído
     por el viento que le presta sus piedras.
Pues José Martí fue para todos nosotros
     la última casa del alibi,
que está en la séptima luna de las mareas,
     y la penetran los ejércitos y se deshace
     penetrándonos.
No le arredra ver la suntuosa pesadumbre
     del primer signo del cadmeo, que
     significa buey,
ni los exquisitos movimientos egipcios del
     rostro del gato, que se descifra
     en el doble,
y que está también en las paredes de la casa
      del alibi, en el signo del reverso
     de la mano,
pero él ha llegado a los alrededores, sin
     miedo a la no interrupción de los
     emidosaurios
y a los excesos de la pitahaya y del colibrí;
amarra alegremente su pequeño caballo
     en el tronco de aceite y de cuerpo,
y penetra en la casa: encuentra la reciente
     ceniza de las recientes humaredas;
y el pequeño caballo está quieto, pues sabe
     que la mano que lo traía
ha penetrado con su alegría en la casa
     del alibi.

Se ha burlado majestuosamente de las varillas
     cayendo como granos de arroz,
y del soplo de la puerta coronada, abierta
     hacia afuera, soplada en lentísimos
     cuchillos,
pues la brevedad de su mano mide
     incesantemente la distancia de la puerta
     hasta el símbolo.
Las evaporaciones de lo vegetativo en el
     sueño le han revelado que un solo
     ideograma
significa pelambre, pellejo, piel, despellejar
     y desollar; y las resueltas asociaciones,
que al lado de un bambú, hay que pintar una
     golondrina.
La brevedad de su mano ha recorrido
     la oscura suntuosidad de los correajes,
con la sobresaltada decisión de un
     fragmentario desfile para firmar
     en el concilio,
pero ahora el trotón permanece cerca de la
     montura sin que las correas lo detengan,
y penetra de nuevo en la casa del desierto,
tan injustificada como para Job la lluvia
     donde no hay poro vegetal.
Pero sabe que quien huye de la escarcha  
     se encuentra con la nieve,
y sabe que él tiene que llegar hasta allí, y que
     el cenital
de la casa se alcanzará en su vaciedad
     con lunas bajamar.
El primer desierto es el del rasguño en la
     piedra,[1] se toca así la primera risueña
     absurdidad,
la mano toca el armonio[2] de inapresable
     pequeñez y el vuelco de sus sones y ojos
cae como la cascada que el pez desaloja para
     enterrarse en el movimiento.
Es la desmandada risa ante el zumbante
     sombrero planetario y el consejo
que llega: colocarse los hijos gatunos
     en el sombrero.
El segundo desierto es la vuelta para
     alcanzar la cámara,
donde el rey y la reina sonámbulos
     hierven sus semillas,
y el encorvado suspicaz proclama su
     insensatez de testigo
y el risueño cumplido que cumple su
     delicadeza con el amarrado caballo,
pagándola en muerte cercana, poniéndose en
     sitio de palma que arrebata[3]
al caballo, ahora los tres enigmas vuelan
     y embiste Nadión.
En el desierto el tercer método es la cascada
     congelada,
a la salida el hombre criollo esgrime
     un larguísimo pelo de caballo,
lo divide en los cuatro peldaños que levantan
     cuatro lombrices
y la vida canturreando en el alto vegetal
     del cabello.
Así pudo él deslumbrarse postrero, el criollo
     macheteando en cuatro
el larguísimo pelo de caballo. Después van
     llegando los caminos
con huellas de caballos y los corredores
     peldaños. Es aquí cuando el rasguño
deja pasar el viento como voz, en el
     reconocimiento de los parapetos de
     Anfión.
Su justa permanencia indescifrada sigue en
     sus memoriales enviados a un rey
     secuestrado,
en sus cartas de relación nos describe para
     su primera secularidad una tierra
     intocada,
et caro nova fiet in die irae–,
tomará nueva carne cuando lleguen la
     desesperación y el temblor y la justa
     pobreza.
El dialéctico frenético que gime una ausencia
     de telos,
sabe por él la humedad naciente de la
     placenta mortal;
el que resguarda sus sílabas de violín y el
     nadismo de su cabellera bermeja,
y el espejo de cartón acariciado por los
     estiramientos del humo retomado
     y volcado,
tienen ya que saber que el mejor está allí
     y en el claro desdén de las previas
     antologías órficas.

[1953]

José Lezama Lima

Tomado de Cintio Vitier: “Hallazgo de una profecía” (Casa de las Américas, septiembre-octubre de 1986, no. 158, pp. 30-38), Demandando a la vida su secreto, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2021; Para llegar a Orígenes, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1994.

Véase Bibliografía martiana de José Lezama Lima.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Al cumplimentar esos primeros diez años de ORÍGENES, podemos ofrecer el primer método para operar en nuestra circunstancia: el rasguño en la piedra. Pero en esa hendidura podrá deslizarse, tal vez, el soplo del Espíritu, ordenando el posible nacimiento de una nueva modulación. Después, otra vez el silencio”. (José Lezama Lima: “Diez años en Orígenes. Advertencia”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1954, año XI, no. 35, pp. 65-66).

[2] Primera versión: “un órgano”.

[3] Lectura dudosa.