Quejosos barbados de encefalitis letárgica, sentirían en su más superficial corteza un leve crujido, apenas comparable a la alguilla incorporándose el coágulo arenoso: la antología, que encaraba cincuenta años de poesía cubana, del poeta Cintio Vitier, venía a sobresaltarlos, como sonámbulos irritados por el reloj y la conciencia crítica. Esperaban estos contumaces letargíricos, como en los relieves cinegéticos de las antiguas culturas, la inscripción oficiosa y proliferante del nombre de todos los que formaban el séquito del dios de la cacería. Sonámbulos que suavemente tropezaban con La retirada de los diez mil, o hacían grotescas reverencias a El millón, de Marco Polo, iban a ser rechazados por aquella justicia poética, de que nos hablaba Goethe, y que Cintio Vitier, interpretaría y aplicaría en forma diestra, exacta y cortés. Se encontraba en ese momento en que un largo e inquietante ejercicio de la poesía va decantando un pulso seguro y rápido en la apreciación de lo visible y moviente de la creación. Un ejercicio anterior, en el que captaba agudamente el remolino de lo generacional y amistoso, Diez poetas cubanos,[2] libro que en su misteriosa oportunidad, fijaba un impulso y una realización, una histórica ensoñación y una actuante forma poética. El concéntrico, la ovillada fuerza histórica de Diez poetas cubanos, iba a cobrar su relevancia al verificar la súmula de esos cincuenta años de poesía, no como centón o fría súmula inoperante, sino, por el contrario, procurando vivazmente y en relumbre, participar en el proceso creador de la nación. Es así, que nos ha parecido admirable, que hombres de veinte años, que comienzan a tejar los enigmas poéticos, y que esa justicia poética está en la obligación de descubrir y potenciar, aparezcan ya en esa antología, pues se vislumbra de inmediato que forman parte de la mejor corriente de poesía que estructura la marcha de la imaginación como historia, la imaginación encarnando en otra clase de actos y de hechos. ¿Cuál será el invisible metagrama histórico, usando el término unamuniano, en que desembocará esa mejor y mayor corriente de imágenes hechos y de metáforas que se agitan deseosas de dialogar?
Es obvio, que la antología de Cintio Vitier, representa tan solo sus personales criterios, pues nunca ha sido señal de Orígenes, la unanimidad en criterios que se presuponen plurales, pero reconoce en Vitier, excepcionales dotes para la realización de ese empeño, habiéndolo cumplido en forma perspicaz y noblemente deliberada. Orígenes, la revista y el estado de expresión que representa, ha sido siempre un fervor y una decisión para el trabajo intelectual, pero nunca un modo grupal de operaciones, la coincidencia en criterios que deben ser suscitantes y diversos, nunca estáticos y coincidentes en claves y signos.
Orígenes es algo más que una generación literaria o artística, es un estado organizado frente al tiempo. Representa un mínimum de criterios operantes en lo artístico y en las relaciones de la persona con su circunstancia. Será siempre, o intentará serlo en forma que por lo menos sus deseos sean a la postre sus realizaciones, un estado de concurrencia, liberado de esa dependencia cronológica que parece ser el marchamo de lo generacional. Desde hace más de quince años, eso que ahora se llama Orígenes, y que antaño se llamó Verbum, Espuela de Plata, Clavileño, Nadie Parecía, se muestra en su fase de riesgo y creación, olvidando el disfrute de todo declive crítico y el regusto de lo adquirido y acariciado. Esa concurrencia operada en Orígenes, se debía a su especial manera de trabajar la historia secreta, que existirá siempre que entre nosotros existan cuadrilleros, momentáneamente invisibles, que laboren dentro de la visión poética del acto naciente, de la poesía como búsqueda de la sustancia irradiante, o del protón pseudos.[3]
El misterioso sentido del llamado, de que todo hombre siente, siquiera sea por modos infusos, la misión que entraña la cifra de su destino, que comienza y extingue la zona más creadora de su persona, se apoderaba de ese concurrir que se iba centrando en Orígenes. Sed auditu solo tuto creditur, pero el oído hace fe, repite un oficio medioeval, el sed auditu, el estar sobreaviso por el ejercicio vigilante, por la vigilia que se goza y se extenúa en su cumplimiento, para unir sus palabras, para adquirir el sentido, la visibilidad, el logos de cada destino frente a la muerte. Quien se ejercita en el sobreaviso, atento a su interior caballería, tiene por el centro el surgimiento de cualquier remolino en la noche del desierto. Circunstancia propensa a una filosofía de la luz, se sueña una morfología de los estilos, en esa cultura del ojo que recorre, en la corona del instante, la melodiosa superficie de coordenadas y estructuras. Y la obra como resistencia que nos traslada y deposita, como invisible envoltura, en esa necesidad de misterio que nos cubre y que nos aclara como criatura derivada, como sueño de otro. Tientos de la depositada bolsa de la noche, donde se reconocen y no se aclaran los términos.
Para ello en el primer número de Orígenes señalábamos nuestra enemiga de todo dualismo y repetíamos aquellas palabras de Vossler, hablando de Don Quijote y de La Dorotea, que eran consecuencia de literaturizar la vida y de vivir a literatura,[4] en búsqueda de lo más prístino y primigenio del acto naciente, no en forma energuménica o de desatado romanticismo larval, sino dentro de la gran tradición griega del arte como búsqueda del protón pseudos. Desembocábamos así en un implacable, el de que toda obra nuestra debería tender a ser un producto universal, y no mostrada con fingidos localismos de humildad y pintarrajeas, en el intento y la valoración que se exigían. Así, al cumplimentar Cintio Vitier la antología Diez poetas cubanos, podía subrayarse como logro y sorpresa de esa poesía, no tan solo el dominio de las posibilidades del propio lenguaje al adquirir la agudeza de la tensión poética, sino un intento de universalización en los extremos planteamientos de sus temas y actitudes; universalización que no se deseaba en el pasmo de una ecuación enteléquica, sino en el brusco riesgo del conocimiento poético. La letargiria del tropical se interrumpía cuando al despertar, su resentimiento se encontraba con referencias de apreciación y altísima estima de extranjeros de universal calidad para Orígenes. Pero tiemble de nuevo vuestro frenético rencor, vuestro chapucero resentimiento de endemoniados jabatos, y oíd, por ejemplo, las palabras de Octavio Paz y de Vicente Aleixandre, refiriéndose a la antología Diez poetas cubanos.
Pocos se han dado cuenta de la originalidad de los nuevos poetas cubanos. Gracias a su libro se descubre una generación ejemplar. La única, que yo sepa, que se ha rehusado a continuar los ejercicios académicos a que están entregados casi todos los poetas de América y España (La lectura de los nuevos poetas españoles no puede ser más desoladora). Creo que, como en la Primera Antología, de Gerardo Diego, o la de Jorge Cuesta, de su libro se irán desprendiendo algunos nombres, llamados a ser excepcionales en la poesía de nuestra lengua y de nuestro tiempo.
Dice Vicente Aleixandre
es sin duda uno de los libros actuales capitales de nuestra lengua.
Viendo esta obra y repasando la colección de la revista Orígenes, ve uno el valor ejemplar que en el ámbito total tiene la poesía cubana, y la fuerza, el fuego espiritual que da sentido a ese admirable grupo de poetas, cuya vitalidad y alcance son ejemplares, y la perfecta emoción de la obra de arte que con el consiguiente haz de sus dones obtiene.
Pero a esas opiniones añadiremos la de Alejo Carpentier, para que vuestro resentimiento muerda ya en definitiva la almohada caliente:
Es indudable que la generación nacida de Orígenes ha dado con una manera de ver y de sentir lo cubano que nos redime del abominable realismo folklórico y costumbrista visto hasta ahora como única solución para fijar lo nuestro. Lo mágico, lo singular, lo directamente poético (y tanto más oculto, por ello mismo, de nuestras cosas) está apareciendo en la obra de estos muchachos, con un maravilloso caudal de aciertos.
Quizás, por primera vez en nuestra cultura, se descubrían en su novedosa oportunidad, los elementos de creación y sensibilidad. De esa manera colaboran en Orígenes, el hombre joven de veinte años, que comienza a intuir la alegría de su expresión, o como George Santayana, desde su centro de Roma, autoriza la inserción en nuestra revista, de fragmentos de sus memorias que tienen aún carácter de inéditas. Por primera vez entre nosotros, lo contemporáneo no era una nostalgia provinciana, deseado entre toscos deslumbramientos y habitual servidumbre, sino un conocimiento cercano de diálogo y de comunidad creadora. T. S. Eliot y Saint John Perse, autorizaban la publicación de algunos de sus poemas en Orígenes y quedaban en extremo complacidos de sus respectivas versiones. Stephen Spender, modificaba algunas de las estrofas de su excelente poema Retorno a Viena, 1947, para que la versión española que aparecería en. Orígenes, alcanzase, según su parecer, una más precisa calidad. Era ya lo nuevo entre nosotros, signo esencialísimo de Orígenes, un seguro paso de calidades, y la dimensión universal del arte, en búsquedas y en rendidos frutos, propia y expansiva pertenencia.
Pero a nuestro parecer la adquisición fundamental de Orígenes, es el concepto de la imago como una fuerza tan creadora como la semilla. La imagen operante en la historia, con tal fuerza creadora como el semen en los dominios del resurgimiento de la criatura.
… Esa imago y su lenta expansión aparecería aún en su forma más sutil y novelable. ¿Habéis leído el poema San Miguel de los Baños, del gran poeta Wallace Stevens? Fue despertado por una carta de José Rodríguez Feo al autor de Transport to Summer, en la que hablaba de su estancia en aquel balneario y de alguna anécdota transcurrida. En otro de los poemas de Wallace Stevens, Idea of novels, cita el fragmento de una carta enviada por José Rodríguez Feo, donde este le informa de un amigo suyo que se hiela en París, leyendo con un guante negro puesto, para rechazar la sensación de estar cubierto por la nieve. He ahí el detalle, la situación, los impensados agrupamientos, tocando, como arañazo y despertar creadores, la ajena imaginación poética; inequívoco signo de universalización, aparecer en las transmutaciones y misterios imaginativos de otros creadores muy alejados de nuestra latitud y paisaje. La imago en el fiel de su encarnación en lo histórico y las misteriosas sucesiones de lo novelable.
La imagen engendraba un perplejo, bien al expandirse o encarnar en el tiempo histórico, o bien concentrándose en el poema como substancia de ánima y resistencia. Perplejos que levantaban los juegos de variantes dubitativos, las parejas categoriales o antitéticas, o la desolación de creerse abandonado en el planeta, como un perro con la casa cambiada a oscuras. Pero la poesía tendrá que ganar de inmediato otros inicios y una sustancia de casi imposible ocupación. Lo cuantitativo (“Atlas, herbarios y rituales”, decía el mayor de los simbolistas),[5] la absurdidad como alimento inextinguible, y lo monstruoso que respira suavemente a nuestro lado, haciéndose real al encontrar la mayor envoltura correspondiente, herían su paso y nos daba la misteriosa compañía sustitutiva. A menudo me place citar en el inicio de la poesía aquella frase de Pascal: “…puesto que las oscuridades no son misterios, y las claridades son estúpidas”. Es decir, si lo oscuro que puede ofrecer el hombre pronto se extingue y nos fatiga, y por otro lado, las claridades que entreabre son tan insignificantes y banales, hay que buscar otra indecisión o si se quiere otra seguridad, otra monstruosidad que tarde el hombre más tiempo en reconocerla y aclamarla. Es muy enigmático que el Génesis se refiera a “los grandes monstruos del agua”. ¿Por qué se calificaba a los peces de monstruosos cuando a su lado aparecen los pájaros con el tranquilizador epíteto de alados? Recordemos que en la decadencia romana, los Spintrias, los monstruos de tierra, eran lanzados al mar ¿para encontrarse con los que naturalmente son monstruos y poder engendrar la prole de lo monstruoso? ¿No sería que el monstruo formaría un animal más, una especie distinta, que apareció también el día quinto, en que irrumpieron el resto de los animales? Todo animal rápido, desenvolviéndose en una cámara densada, obligado a la incesante refacción ¿no engendraría con lo hipertrófico, lo monstruoso? Pues acaso lo monstruoso no tiene también que formar pareja con algo que el mismo desconoce.
La metáfora como metanoia tiene que ofrecernos su silenciosa prueba, o esas leyes que va decantando la poesía, que pocos pueden recoger y oír, pero que aquellos que pueden, se ocupan extrañamente en borrarlas. El traslado o sumergimiento que acompaña a la suspensión de cada metáfora, salvada por la duda hiperbólica y por la hipérbole de la memoria (Véase mi X y XX),[6] se potencia o reencuentra como discontinuo que favorece un sentido, pues si la imagen no vuelve sobre la metáfora el poema se deshace en lo oscuro sucesivo. Por eso, los griegos creían que entre las metamorfosis, y cada metáfora es una metamorfosis, debía aposentarse el sueño. Después que la imagen ha captado las infinitas y laberínticas metamorfosis, se nos ofrece como una segunda naturaleza, que reemplazó lo perdido. Por eso, tal vez, la imagen que al actuar sobre la metáfora, despide una irradiante claridad, intenta después, luciferinamente, verificar la ocupación de lo perdido, y entonces desciende en la oscuridad procedente. La imago proyectada como terrible fuerza operante en el otro tiempo histórico, se sitúa frente a la metáfora y a la naturaleza perdida, y saborea, como el can de los infiernos las tortas con miel, la sentencia del Edipo contemporáneo: Ah, oscuridad, mi luz.
Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1952, año 9, no. 31, pp. 63-68.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Cincuenta años de poesía cubana (1902 -1952), ordenación, antología y notas por Cintio Vitier, La Habana, Edición de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1952, 420 pp.
[2] Diez Poetas Cubanos. 1937-1947, antología, prólogo y notas de Cintio Vitier, La Habana, Ediciones Orígenes, 1948.
[3] “No le interesa a Orígenes formular un programa, sino ir lanzando las flechas de su propia estela. Como no cambiamos con las estaciones, no tenemos que justificar en extensos alegatos una piel de camaleón. No nos interesan superficiales mutaciones, sino ir subrayando la toma de posesión del ser. Queremos situarnos cerca de aquellas fuerzas de creación, de todo fuerte nacimiento, donde hay que ir a buscar la pureza o impureza, la cualidad o descalificación de todo arte. Toda obra ofrecida dentro del tipo humanista de cultura, o es una creación en la que el hombre muestra su tensión, su fiebre, sus momentos más vigilados y valiosos, o es, por el contrario, una manifestación banal de decorativa simpleza. Nos interesa fundamentalmente aquellos momentos de creación en los que el germen se convierte en criatura y lo desconocido va siendo poseído en la medida en que esto es posible y en que no engendra una desdichada arrogancia”. (José Lezama Lima: “Orígenes”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, primavera de 1944, año I, núm. 1, p. 5).
“Un hecho como el de la revista Orígenes constituye una forma suprema de heroísmo donde todo invita a no seguir, a cambiar de rumbo, a ‘ganarse la vida’ haciendo cualesquiera de esas incultas y anti-inteligentes tareas remunerativas: periodismo, televisión, radio. Y quien dice revista Orígenes dice José Lezama Lima. Encarna él una actitud incomprensible por ahora y en el ahora que vivimos, ya que lo cómodo es lo otro, halagar las pasiones públicas, unirse a los gobiernos y a las oposiciones, bailar al son del pandero que en un sitio o en otro pueda atraernos las miradas y los aplausos de la mayoría. […] / Ignorar que de una actitud así están hechas las páginas mejores de la historia cultural de cualquier país es ignorar demasiado. […] / Cuando todo paree igualmente pasar y morir, se advierte que hay algo resistente, extraño a la desaparición y al polvo de la tumba. Ese algo es el fruto del espíritu, el producto de la obra realizada con los materiales indestructibles de la pura inteligencia y la pura creación”. (Gastón Baquero: “De la continuidad en el esfuerzo cultural: Orígenes” (Diario de la Marina, 6 de marzo de 1955), Paginario disperso, selección e introducción de Carlos Espinosa Domínguez, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2014, pp. 75-76).
“Porque si de hablar de los méritos de ese grupo se trata hay que subrayar de inmediato que uno de los principales es precisamente el de haber conquistado para nuestra alma colectiva ese estrato de los símbolos o enigmas que —a veces como traumas, a veces como revelaciones históricas— tenemos que interpretar en el proceso de nuestro autoconocimiento como pueblo”. (Gustavo Pita Céspedes: “Las tres filosofías de Orígenes”, Contracorriente, La Habana, 1996, año 2, no. 3, p. 36).
“Más que una revista, un grupo literario o un círculo intelectual, Orígenes fue una forma de pensar, un modo de hacer y creer y hasta una actitud ante la vida durante varias décadas. El escritor prefirió llamarlo ‘estado de concurrencia poética’ o ‘taller renacentista’ y destacó, como su mérito esencial, la coralidad del empeño. En la presentación del primer número de la revista homónima, el poeta escribía: ‘Queremos situarnos cerca de aquellas fuerzas de creación, de todo fuerte nacimiento, donde hay que ir a buscar la pureza o la impureza, la cualidad o descalificación de todo arte’. Esta vuelta a lo fundacional está presidida por una visión humanista del arte, asumido a la vez como revelación de la más alta belleza y como perfeccionamiento del hombre en el ejercicio del bien”. (Roberto Méndez Martínez: “Orígenes, destino y expresión poética”, Espacio Laical, La Habana, 2009, no. 4, p. 103).
Otros textos relacionados:
- Cintio Vitier: “Palabras de apertura”, Coloquio Internacional Cincuentenario de Orígenes, Casa de las Américas, La Habana, junio de 1994; Credo, año I, núm. 3, La Habana, octubre de 1994.
- Cintio Vitier: Para llegar a Orígenes, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1994.
- Cintio Vitier: “La aventura de Orígenes”, Fascinación de la memoria, transcripción, selección y prólogo de Iván González Cruz, La Habana-Madrid, Editorial Letras Cubanas, 1994.
- Fina García Marruz: La familia de Orígenes, La Habana, Ediciones Unión, 1997.
- Cintio Vitier: “Orígenes es una fábula”, entrevista de Ciro Bianchi Ross, Oficio de intruso, La Habana, Ediciones Unión, 1999, pp. 87-101.
- Jorge Luis Arcos: Orígenes: la pobreza irradiante, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1994.
- Reynaldo González: “Orígenes y un debate necesario”, Espiral de interrogantes, La Habana, Ediciones Boloña, 2004, pp. 341-358.
[4] “Sabemos que cualquier dualismo que nos lleve a poner la vida por encima de la cultura, o los valores de la cultura privados de oxígeno vital, es ridículamente nociva, y solo es posible la alusión a ese dualismo en etapas de decadencia. En épocas de plenitud, la cultura, dentro de la tradición humanista, actúa con todos sus sentidos, tentando, incorporado el mundo a su propia sustancia. Cuando la vida tiene primacía sobre la cultura, dualismo solo permitido por ingenuos o malintencionados, es que se tiene de esta un concepto decorativo. Cuando la cultura actúa desvinculada de sus raíces es pobre cosa torcida y maloliente. In hoc nescio primun, nescio deinde. En estas cosas no hay primero, no hay después. Que siendo ambas, vida y cultura, una sola y misma cosa, no hay por qué separarlas y hablar de ridículas primacías. Un filólogo ha observado que Don Quijote y La Dorotea, son consecuencia de vivir la literatura o de literaturizar la vida. En las fundamentales cosas que nos interesan todo dualismo es superficial, todo apartarse de lo primigenio —que no tolera dualismo o primacías— obra de falacia o de apresurados inconscientes”. (José Lezama Lima: “Orígenes”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, año I, núm. 1, primavera de 1944, p. 6).
[5] José Lezama Lima: “Cumplimiento de Mallarmé” (1942) y “Prosa de circunstancia para Mallarmé” (1948), Analecta del reloj. Ensayos, La Habana, Impresores Úcar, García, s. a., 1953, pp. 241-243 y 263-270.
[6] José Lezama Lima: “X y XX”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, abril de 1945, año II, núm. 5, pp. 16-27. (Analecta del reloj. Ensayos, La Habana, Impresores Úcar, García, s. a., 1953, pp. 133-150).