LA NOCHE DEL VIAJERO
EL PÓRTICO
Para Agustín
EN la dureza del rostro, respirando
la atadura en que el pájaro sustituye al tronco,
el fuego a la mañana seca,
se detiene para devolver.
Detenido rompe la sedosa playa.
Se detiene con una velocidad que no tocó la hoja
cuando entraba el alba con los acantilados,
mira el altivo soplo que se enfría en otra luna
sobre el árbol cerrado del rostro
y frente al nombre más duro que la roca.
En la desilusión del rostro
como una cascada virgen,
solo quiere acariciar la hoja que ha quemado el cuerpo,
la hoja que la eternidad no rompe.
Que al retorcerse nos recuerda la carne
del sarcástico olvido, del concreto asunto.
En el azul, en la dureza de la brisa
es la bestia del escándalo que huye
y de pronto nos mira con el rostro de los árboles.
Si estoy aquí frente a la luna que se alza
con el tiempo inaccesible entre los árboles,
si estoy aquí es extraño, el espacio me desgarra
y me une, me desgarra y me une como flecha,
la luz me comunica mutilado
con mi propio virgen en mi alma inhabitable,
donde un pájaro me nombra su intemperie.
¿Acaso he detenido la arena de los árboles
para que el pájaro entre y chille?
Así me mira el pájaro con el ojo que lo mira
y voy tocando la epístola que sella el rostro
como un barco en la atadura de su visión golpea.
Pasa el árbol con el rostro de la vida.
El espacio es el rostro de la muerte, devolvemos la figura.
Detenido para devolver engendra
el árbol de su gloria, la dureza del pórtico.
LA TABERNA
Para Octavio
EL pórtico es el viento y la esperanza
que están llegando a la ciudad perdida
en que las acacias dibujan el vacío
y la taberna es castigada por la ola.
El tabernero nos recibe como en sueños
al tocar una piedra la otra orilla.
La humedad retumba tosca en el país
quemado por la piedra de la acacia.
Piedra en que brillan las epístolas
que están llegando a la ciudad perdida
como el templo que no llega y nos angustia
cuando esperamos solos con el coro de las rocas.
El alba empieza a transportar el templo,
la torre de sequía, la resaca de la hoja en la taberna
y las dulzuras monumentales del tabernero
al saborear el vacío que devuelvo.
Que se envuelve en el rocío y nos mira como un tigre.
¿Vuelves, olvidas, nos desprendes?
También es cierto que paseabas en vidrioso
festejo por los añicos de la judería.
No llega esa voz, no llegará nunca.
El pórtico es el rostro que tocamos
hasta que el espacio con el puente nos esperan
como un rostro romano en las acacias.
El tabernero pasa el paño por el vidrio
que es preciso besar para llegar al otro instante.
Pasamos así transportados como un robo
y golpeamos la taberna con la música perdida.
REFLEXION DEL INSTANTE
Para Fina
CON su alma cierra el árbol,
acaricia el tiempo que se hace noche
para que el cuerpo lo mire como animal de estrellas.
Para que el pájaro abra su carne al amanecer
con un desierto grito que es su alma.
Su disfraz de eterno se une con el soplo de la sangre
negando furioso el horizonte;
su locura dibujada por los troncos
batalla con el valle oscuro donde el rostro sale
de la tela para detener las olas.
El tiempo solo puede medir lo que en el tiempo
ha tenido su principio y la eternidad del rostro
amanece como un pájaro salvaje en la mañana.
“Su cara parecía una linterna, de alegría”.
También los golpes del mar aprietan sus mandíbulas
y deja al rebaño del instante penetrar despacio al fuego
En ese instante nos diseña
el frontal de la ciudad lavado por las olas
y el perenne río de los ojos de la estatua.
En ese río ha navegado libre, separando
el eco de la flecha, los labios de los ojos.
Algunas tardes vivo en los labios imposibles,
otras prefiero el río de los ojos
porque secretamente me recuerda la paz del naranjo.
En la paz del arco frente al surtidor
que hace del tiempo abeja me sorprendo
mirándome mirar el rostro del instante
que tiré como un papel inútil en la playa.
“Vamos a la playa para mirar lo eterno”,
pero el agua es aceitosa, las gaviotas y los barcos
hacían una brusquedad inesperada.
En esa brusquedad me sobresalta el peso de mi nombre
como el caballo que sale sin ruido de la noche
o como el tabernero tras la piedra.