Universidad de Harvard. Es la más famosa y antigua de las universidades de Estados Unidos, y está situada en Cambridge, Massachusetts. En 1636, la Gran Corte General de la Colonia de la Bahía de Massachusetts fundó un colegio universitario en Cambridge, en el que se comenzaron a impartir clases dos años después. En 1639, recibió el nombre de Harvard, en honor al clérigo inglés John Harvard, quien fue el primer benefactor del centro. En 1870, pasó a convertirse en una universidad constituida de forma oficial. Desde su inicio estableció y sostuvo una tradición de excelencia entre sus estudiantes.

     De Harvard, José Martí escribió que “da envidia leer el programa de enseñanza en Harvard, donde no hay asunto digno de la mente que no tenga un buen maestro, y de donde, si se estudia con ahínco, se puede salir hombre ‘vivo y efectivo’, como dicen las lápidas de los militares de antes en los cementerios españoles”.[1] “Quien dice Harvard, que es el colegio magno de Massachusetts y como el Oxford de la América del Norte, dice palabra mágica, que abre todas las puertas, lleva de mano a todos los honores, y trae perfume de años”.[2]

[Tomado de OCEC, t. 17, pp. 495-496. (Nota modificada por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “¡Ah! da envidia leer el programa de enseñanza en Harvard, donde no hay asunto digno de la mente que no tenga un buen maestro, y de donde, si se estudia con ahínco, se puede salir hombre ‘vivo y efectivo’, como dicen las lápidas de los militares de antes en los cementerios españoles: pero ¿qué flor vive sin aire? Todas esas finezas de cátedra, todo ese lujo de materias y maestros, todo ese glorioso empeño de los educadores por ir conformando las casas de enseñanza a los tiempos en que han de vivir los que se crían en ellas, como que se evaporan en este aire pesado para las almas, como que perecen por falta de estímulo en esta loca contienda por la simple riqueza pecuniaria, como que se extinguen en el desprecio en que tienen a las carreras sudorosas, las carreras limpias de producto lento, los hijos adementados de estos hombres de mi­rada gris e insegura, que solo veneran sinceramente, por sobre humanidad y sobre patria, la capacidad de acumular súbitamente una masa estupenda de fortuna”. (JM: “Semana de junio”, El Partido Liberal, México, 13 de julio de 1886, OCEC, t. 24, p. 72).

[2] JM: “La vida neoyorquina”, La Nación, Buenos Aires, 14 de agosto de 1883, OCEC, t. 17, p. 120.