En cuanto a la imperiosa necesidad de la educación agrícola en “nuestros pueblos queridos de América”,[1] tema recurrente en muchos textos martianos y asignatura pendiente y sufrida entre nosotros los cubanos, sirvan de ilustración los siguientes fragmentos:

“[…]—Un país agrícola necesita una educación agrícola.—El estudio exclusivo de la Literatura crea en las inteligencias elementos morbosos, y puebla el espíritu de entidades falsas. Un pueblo nuevo necesita pasiones sanas: los amores enfermizos, las ideas convencionales, el mundo abstracto e imaginario que nace del abandono total de la inteligencia por los estudios literarios, producen una generación enclenque e impura,—mal preparada para el gobierno fructífero del país, apasionada por las bellezas, por los deseos y las agitaciones de un orden personal y poético,—que no puede ayudar al desarrollo serio, constante y uniforme de las fuerzas prácticas de un pueblo.—”. (JM: “Un viaje a Venezuela”, [agosto de 1881-enero de 1882], OCEC, t. 13, p. 146).

“[…] Habituar al hombre a la utilización de sí y al comercio eficaz con la naturaleza productora: he ahí el que ha de ser objeto de los esfuerzos de los educadores nuevos. Que es placer muy sabroso leer las Geórgicas, mas sabe mejor leerlas a la sombra del árbol bajo cuyas ramas pastan en descanso los bueyes que guiaron por la mañana nuestro arado. ¡Ni hay para ser desventurado como llenarse los hombros de alas, y olvidar la manera de enseñar a andar los pies!” (JM: “Francia. Gambetta y sus ministros”, La Opinión Nacional, Caracas, 16 de mayo de 1882, OCEC, t. 10, p. 162).

“[…] Puesto que a vivir viene el hombre, la educación ha de prepararlo para la vida. En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar. Escuelas no debería decirse, sino talleres. Y la pluma debía manejarse por la tarde en las escuelas; pero por la mañana, la azada”. (JM: “Peter Cooper”, La Nación, Buenos Aires, 3 de junio de 1883, OCEC, t. 17, p. 81).

“Y detrás de cada escuela un taller agrícola, a la lluvia y al sol, donde cada estudiante sembrase su árbol. / De textos secos, y meramente lineales, no nacen, no, las frutas de la vida”. (JM: “Trabajo manual en las escuelas”, La América, Nueva York, febrero de 1884, OCEC, t. 19, p. 103).

“En los pueblos que han de vivir de la agricultura, los gobiernos tienen el deber de enseñar preferentemente el cultivo de los campos. Se está cometiendo en el sistema de educación en la América Latina un error gravísimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusivamente a los hombres para la vida urbana, y no se les prepara para la vida campesina. Y como la vida urbana solo existe a expensas y por virtud de la campestre, y de traficar en sus productos, resulta que con el actual sistema de educación se está creando un gran ejército de desocupados y desesperados; se está poniendo una cabeza de gigante a un cuerpo de hormiga. Y cada día, con la educación puramente literaria que se viene dando en nuestros países, se añade a la cabeza, y se quita al cuerpo”. (JM: “La próxima Exposición de New Orleans”, La América, Nueva York, mayo de 1884, OCEC, t. 19, pp. 168-169).

“Y en campos como en ciudades, urge sustituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza”. (JM: “Maestros ambulantes”, La América, Nueva York, mayo de 1884, OCEC, t. 19, p. 188).

“Una semilla que se siembra no es solo la semilla de una planta, sino la semilla de la dignidad. […] / La gente de peso y previsión de esos países nuestros, ha de trabajar sin descanso por el establecimiento inmediato de estaciones prácticas de agricultura y de un cuerpo de maestros viajeros, que vayan por los campos enseñando a los labriegos y aldeanos las cosas de alma, gobierno y tierra que necesitan saber”. (JM: “La escuela de artes y oficios de Honduras”, La América, Nueva York, junio de 1884, OCEC, t. 19, p. 223).

—“Tierra, cuanta haya debe cultivarse: y con varios cultivos,—jamás con uno solo. Industrias, nada más que las naturales y directas”. (JM: “Historia de la caída del Partido Republicano en los Estados Unidos y del ascenso al poder del Partido Demócrata”, La Nación, Buenos Aires, 9 y 10 de mayo de 1885, OCEC, t. 22, p. 67).

“En las ciudades, las escuelas deben volverse del revés; del banco de sentarse debe hacerse banco de herrador o carpintero: del puntero de pizarra debe hacerse arado: al patio debe mudarse la escuela en ciertas horas del día, para que se asoleen, vivan y funcionen los miembros entumecidos en la sala, y la mente de los niños vea las ideas vivas en la naturaleza […] Hay tanta cosa útil que aprender, que no debe enseñarse al niño una sola palabra o dato inútil. Las escuelas de abecedario, dicho sea, sin exageración, deben ser sustituidas por las escuelas de acto”. (JM: “Revolución en la enseñanza”, [El Economista Americano, 1886], Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1985, no. 8, p. 15).

“En cada escuela, patio para sembrar, y taller donde se maneje la escuadra y el escoplo; no porque es nove Nueva York, septiembre de 1889, dad,—que hay muchas vanas y perniciosas,—sino porque el que no prepara al hombre para vivir de sí, sin alquilarse de cargacolas o de lavacuentas, o nutrirse, almor­zando de humillación y comiendo intriga, del erario público,—el que no dispone la educación de modo que la escuela sea como el pórtico de la vida, de donde se salga, franco y fuerte, con el conocimiento de ella y el modo de subsistir con dicha y decoro,—hará suicidas, pero no hombres”. (JM: “La organización municipal en New York”, El Partido Liberal, México, 20 y 21 de junio de 1890, Otras crónicas de Nueva York, investigación, introducción e índice de cartas de Ernesto Mejía Sánchez, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1983, p. 142). (N. del E. del sitio web).


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] JM: “La Exposición de París”, La Edad de Oro, Nueva York, septiembre de 1889, en La Edad de Oro. Edición facsimilar, ensayo y notas de Maia Barreda Sánchez, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2013, p. 67.