Porfirio Díaz Mory (1830-1915)

Político y general mexicano. Nació en Oaxaca y murió en París. El llamado porfiriato llena toda una época de la historia de México. Fue presidente de su país durante tres décadas. Hijo de un español, al parecer descendiente del cronista Bernal Díaz, y de una india zapoteca que enviudó joven, fue destinado a la carrera eclesiástica, la cual abandonó para estudiar leyes.
En la Universidad conoció a Benito Juárez, de quien se hizo seguidor. Sirvió a su país con las armas en la guerra contra Estados Unidos (1847). Opuesto a la reelección de Antonio López de Santa-Anna, se pronunció contra esta en el plebiscito de 1854. Luchó contra los enemigos de la Constitución, de 1855 a 1861. Alcanzó triunfos señalados en numerosas acciones de guerra: Oaxaca, Ixcapa, Jalapa, Las Jícaras, Mistequilla, Tehuantepec, Mitla, Fortín de la Soledad, San Luis, Pachuca y otras. En 1863 ya era general de división.
Cuando la invasión francesa, organizó la resistencia en su estado natal. Logró detener el avance del general francés Brincourt, y obligó al propio Achiles Bazaine a ponerse al frente de las tropas. Fue hecho prisionero durante el sitio de Oaxaca, pero logró fugarse y continuar así su lucha. El 2 de abril de 1867 logró apoderarse de Puebla y tras otras resonantes victorias en Mihuatlán, La Carbonera, Oaxaca, derrotó al general imperialista Márquez en San Lorenzo y sitió la Ciudad de México, cuya toma dio fin al gobierno del Imperio. Díaz entregó a Juárez el mando en 1867 y se retiró a la vida privada, de donde no salió hasta 1871, para combatir al propio Juárez y su reelección.
Al ocupar la Presidencia de la República Sebastián Lerdo de Tejada, tras la muerte de Juárez, primero interinamente y después por elección, Díaz respetó el voto del pueblo, se puso a sus ordenes y ocupó un escaño en el Congreso como diputado por Oaxaca. Concluido su período, se apartó de nuevo de la política y se retiró a su hacienda, regalo del estado de Oaxaca en premio a sus servicios a la causa liberal. Opuesto a la reelección de Lerdo, se puso al frente de un grupo de militares descontentos y firmó el Plan de Tuxtepec, que pretendía representar los verdaderos principios de la Revolución de Ayutla (1854) y de la Reforma, mientras José María Iglesias, presidente de la Cámara, declaraba inconstitucional al gobierno de Lerdo y establecía su gobierno en Querétaro. Las armas porfiristas resultaron vencedoras en la batalla de Tecoac. Diez días después, el 26 de noviembre, entraba su ejército victorioso en la Ciudad de México, bajo la divisa de la no reelección.
Gobernó el país por tres décadas. Elegido presidente en 1877, fue sucesivamente reelegido y se perpetuó en el poder mediante previa reforma de la Constitución, hasta 1911 —salvo los años 1880-1884, cuando lo sustituyó el general Manuel González, período durante el cual ocupó la Cartera de Fomento—. En nombre del liberalismo y con plena colaboración de una brillante pléyade intelectual —muchos de ellos amigos de José Martí—, conocida como “los científicos” por su adscripción al positivismo, el porfiriato impulsó una obra de progreso material que llevó al país hacia una larga era de paz, luego de las depauperantes guerras y contiendas internas que le precedieron, y a una opulencia más externa que profunda, sostenida en el estancamiento social y el autoritarismo político del régimen.
Durante el gobierno de Díaz se restablecieron las relaciones con Francia —rotas desde Juárez y el problema del pago de la deuda exterior que dio origen a la intervención— y se ampliaron y mejoraron las relaciones exteriores de México. En el plano económico, este gobierno se caracterizó por sostenerse sobre la nueva burguesía terrateniente, a la vez que abría el país al capital extranjero, inglés y norteamericano, invertido especialmente en los ramos de la minería, la industria textil y el ferrocarril. Grandes vías férreas fueron construidas que incorporaron a México, sobre todo, a la expansión económica norteamericana, y llevaron a límites extremos el despojo y la miseria de la mayoritaria población rural.
Tras varios intentos frustrados de derrocamiento —el de Arnulfo Arroyo, en 1898, que intentó asesinarlo, y la revuelta del general Bernardo Reyes, igualmente sofocada—, el descontento popular estalló en 1910 en una gran revolución agraria al frente de la cual estuvo Francisco Madero, secundado por otros grandes caudillos populares. Su fuerza incontrastable llevó al cabo a Díaz a abandonar el poder y embarcar hacia Europa. Se estableció en París, donde murió, cuatro años después.
Durante el sorpresivo viaje a México a mediados de 1894, Martí escribe dos veces, el 23 y el 27 de julio, al general Porfirio Díaz, para solicitarle una entrevista, con el fin de “explicar en persona” […] la significación y alcance continental de la independencia de Cuba.[1] Al parecer el encuentro tuvo lugar el lunes 30 de julio o, lo que es más posible, el lunes 6 de agosto,[2] aunque algunos autores señalan, sin dato que lo confirme, el 1º de agosto.[3]
Véase el estudio de Alfonso Herrera Franyutti: “José Martí y Porfirio Díaz 1894”, Cuadernos Americanos, México, UNAM, no. 27, año V, v. 3, 1991.
[Tomado de OCEC, t. 2, pp. 314-315. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “Carta al general Porfirio Díaz”, México, 23 de julio de 1894, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991, no. 14, pp. 13-14; EJM, t. IV, pp. 228-229.
[2] Véase la nota “Otro documento vinculado con la entrevista entre José Martí y el presidente mexicano Porfirio Díaz”, publicada en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1993, no. 16, pp. 391-392.
[3] Ibrahim Hidalgo Paz: José Martí. Cronología 1853-1895, 4ta ed., La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2018, p. 153.