Pedro Figueredo Cisneros; Perucho (1819-1870)
Abogado, compositor y mayor general del Ejército Libertador; tío del coronel Fernando Figueredo Socarrás. Autor de la música del Himno nacional de Cuba. Hijo de una acaudalada e ilustre familia, realizó sus primeros estudios generales y de música (solfeo y violín) en Bayamo y los continuó en La Habana, en el afamado colegio San Cristóbal de Carraguao, donde fue discípulo de José A. Saco.
Más tarde se trasladó a España, graduándose de Derecho en Barcelona. Tras viajar por Europa, se estableció en Bayamo, donde sería uno de los organizadores del Comité Revolucionario que gestaría la Guerra de los Diez Años. Decide no ejercer su profesión de abogado por motivos políticos y se dedica al canto, y al estudio de la música y la literatura dada sus vocaciones artísticas.
Su casa fue el centro de la conspiración patriótica desde 1867 y asistió a las reuniones preparatorias del levantamiento en San Miguel de Rompe y en el de la hacienda Muñoz. Al ser informado por Carlos Manuel de Céspedes de su pronunciamiento en Demajagua el 10 de Octubre de 1868, lo secundó de inmediato y se alzó en el ingenio Las Mangas al mando de una numerosa tropa.
Participó en el sitio y la toma de Bayamo el 20 de octubre de ese año. Al organizarse en la ciudad el primer gobierno de los patriotas, se desempeñó como jefe de despacho de Céspedes, jefe de la División bayamesa y subsecretario de la guerra con el grado de mayor general. Al instaurarse la República en Armas en abril de 1869 en la Asamblea de Guáimaro, el presidente Céspedes lo designó Secretario de la Guerra. En diciembre de 1869 renunció al cargo por estar en desacuerdo con la destitución del general en Jefe, Manuel de Quesada, aunque el presidente no la aceptó.
Enfermo de tifus y llagados sus pies, se retira a la finca de Santa Rosa de Cabaniguao, en Las Tunas, donde fue sorprendido y hecho prisionero, el 12 de agosto de 1870. Conducido a Santiago de Cuba, se le juzgó en Consejo de Guerra y fue fusilado el 17 de agosto de ese año. Murió con la entereza que lo caracterizaba, sus últimas palabras fueron un verso de su himno inmortal: “¡Morir por la patria, es vivir!”.
[Tomado de César García del Pino: Mil criollos del siglo XIX. Breve diccionario biográfico, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2013, p. 95; OCEC, t. 30, pp. 225-226; y Radamés Giro: Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba, La Habana, Letras Cubanas, 2009, pp. 106-107. (Nota modificada por el E. del sitio web)].

