Partido Liberal Autonomista. Partido político fundado en Cuba el 25 de agosto de 1878 en Santa Clara, cuando, al término de la Guerra de los Diez Años, el gobierno colonial español permitió la existencia legal de esas instituciones. Inicialmente se denominó solamente Liberal y al año siguiente amplió su nombre para referir su objetivo primordial: un gobierno autonómico bajo el dominio español. En su directiva y entre sus personalidades representativas figuraron, junto a algunos antiguos independentistas, un importante grupo de intelectuales, varios de ellos integrantes de la burguesía cubana: José María Gálvez, Eliseo Giberga, Miguel Figueroa, Raimundo Cabrera, Rafael Mon­toro, José Antonio Cortina y Enrique José Varona. Cortina falleció cuando ya se alejaba de sus filas y Varona lo abandonó para sumarse a la causa in­dependentista.

     El programa del partido destacaba que los cubanos tuvieran los mismos derechos que los españoles ante las leyes y códigos vigentes en la Península; la abolición de la esclavitud mediante una indemnización a los dueños de esclavos; el estímulo a la inmigración blanca; y una reforma de los aranceles y las cargas fiscales en beneficio de los productores cubanos. La autonomía era concebida mediante la elección de una diputación insular con amplios poderes en el orden administrativo, sin la intervención del gobierno de la Metrópoli, además de aprobar los presupuestos generales para Cuba y la separación de los poderes militar y civil.

     Desde 1882 se pronunció por la libertad inmediata y absoluta de los esclavos. Se presentó como el partido de los “buenos cubanos” frente a su rival, el Partido Unión Constitucional, de los “buenos españoles”, con programa muy parecido al autonomista pero que se titulaba integrista por considerar a Cuba parte de España y se oponía a la autonomía. Las críticas de los autonomistas al gobierno colonial a través de la prensa y la tribuna influyeron en la sociedad cubana de su tiempo, sometida a una férrea censura. El Partido fue sistemáticamente desfavorecido por las maniobras de los gobernadores de la colonia, en alianza con los integristas, ante las elecciones para diputados a las Cortes de España, en las que ejercía el derecho al voto una exigua minoría de la población.

     En algunos lugares, sobre todo de la antigua provincia de Oriente, sirvió de cobertura a los patriotas para conspirar contra el colonialismo, pero su directiva se opuso siempre a la lucha armada y a la independencia, por lo que contribuyó a desmovilizar el apoyo a la Guerra Chiquita de 1879 y 1880 con el pretexto de que era movida por los negros contra los blancos. También condenó expresamente el alzamiento del 24 de febrero de 1895 organizado por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano que dio inicio a la Revolución del 95, y aceptó formar el gobierno autonómico en 1898, último intento por sostener al colonialismo español, que duró apenas unos meses. Se disolvió ese año tras la derrota de España en la Guerra Hispano-cubano-norteamericana.

     En una “serie de estudios sobre Cuba”, que Martí pensaba emprender y que, al parecer, titularía de modo general La batalla de las almas, uno lo dedicaría a “los Autonomistas.—Antecedentes y peligros del partido. Observación sobre el exclusivismo y arrogancia que parecen predominar en él”. (OC, t. 18, p. 284).

[Tomado de OCEC, t. 27, pp. 242-243. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].[1]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Bibliografía:

  • Alejandro Sebazco: “José Martí y el Partido Liberal Autonomista. Temas y problemas (1886-1891)”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2000, no. 23,
  • 196-229.
  • Alejandro Sebazco: “José Martí y el autonomismo: dos alternativas de la nacionalidad cubana”, Perfiles de la nación, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2004,
  • 155-182.
  • Enrique Ubieta Gómez: “El reformismo decimonónico cubano: ¿una alternativa?” Contracorriente, La Habana, 1er. semestre, 2004.