Miguel García Granados (1809-1878)

Militar y político guatemalteco. Nació en España, pero desde muy joven pasó a vivir a Guatemala, donde ingresó en el ejército. Contrajo matrimonio con una sobrina, Cristina,[1] hija de su hermana María Josefa García Granados. Se destacó como orador brillante. Elegido diputado a la Asamblea Nacional en las postrimerías del gobierno del mariscal Vicente Cerna, desde la tribuna repudió las disposiciones de aquel en contra del general insurrecto Serapio Cruz, y propuso, a su vez, una nueva política gubernamental, basada en un amplio plan de reformas cuya exposición, desarrollada en sesiones sucesivas, encontró un entusiasta eco entre los elementos más jóvenes.

     Su postura francamente opuesta al poder conservador que por espacio de cuarenta años había controlado la administración del país, le valió el destierro. Se dirigió, entonces, con su familia a México, y desde allí comenzó a preparar la insurrección armada con el apoyo de Benito Juárez, quien simpatizaba con la causa de los liberales guatemaltecos. Junto a Justo Rufino Barrios, general en las filas de Serapio Cruz, inició la revolución y a ella entregó su fortuna. Su esposa, en colaboración con otras damas y una junta patriótica, creada para iguales fines, promovió por todos los medios el necesario respaldo popular.

     A raíz del triunfo liberal, el 30 de junio de 1871, el general Miguel García Granados fue electo presidente de la República de Guatemala. Sin embargo, obligado a enfrentar los ataques provenientes de Honduras, marchó a la frontera, y cedió su lugar a Barrios. Este, mucho más radical, profundizó el programa de reformas, cuyas principales medidas consistían en la libertad de imprenta, la expulsión de los jesuitas y el saneamiento judicial. Fue García Granados hombre de talento y escogidas lecturas, además de destacado ajedrecista. La afición común por el ajedrez facilitó el acercamiento entre José Martí y el general, a quien fue presentado el cubano en uno de los bailes de disfraces que acostumbraba a dar este en su casa, la cual servía también de marco frecuente a originales tertulias, donde el joven profesor de la Escuela Normal consolidó su amistad y mutua simpatía con su discípula María Josefa, hija del general guatemalteco. Además de escribir para la revista de la Sociedad Económica, de la que era miembro, García Granados publicó sus Memorias. A su muerte, se decretó duelo nacional y se le rindieron honores militares.

     Martí lo calificó de “hombre de libros y de espada, revolucionario en el campo y la tribuna” ,[2] “profundo pensador, estratégico consumado, ajedrecista notabilísimo […] Para aquella vasta mente, servida por una razón limpia y un corazón sencillo, nada había indigno del más atento estudio”.[3]

[Tomado de OCEC, t. 5, p. 336. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Cristina.—Las mujeres célebres no son las que lo han sido, sino las que merecen serlo. Yo reparo la injusticia de este libro, y pongo a su cabeza el nombre que le falta. Su amigo respetuoso, José Martí”. [“El 27 de marzo (de 2012), el diario habanero Juventud Rebelde, incluía una información con fotografía, firmada por el periodista Luis Hernández Serrano, quien explicaba que un ejemplar del libro Galería de mujeres célebres, de M. de Saint-Beuve, editado por la Librería Garrnier Hermanos, en la calle Des Saints-Pères número 6, de París, fue dedicado por José Martí, en 1878, a Cristina Savorio, madre de María García Granados”. (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2012, no. 35, p. 368)].

[2] JM: Guatemala, México, 1878, OCEC, t. 5, p. 247.

[3] JM: “Darwin y el Talmud. Conversación sobre Centroamérica y las hormigas”, La América, Nueva York, mayo de 1884, OCEC, t. 19, p. 210.