Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616)

Figura cumbre de las letras españolas. Su obra en verso consta de diez piezas teatrales, dos entremeses y otras composiciones. La obra en prosa va desde la novela picaresca, la novela pastoril y sus novelas ejemplares, hasta la clásica Aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.[1] Su estilo es considerado, “una danza sonriente de la luz”.[2]

     La obra y la personalidad de “Cervantes gloriosísimo”[3] y “sublime”[4], “que pasmó la tierra”,[5] están muy bien representados en el itinerario creativo de José Martí, que lo consideró “aquel temprano amigo del hombre que vivió en tiempos aciagos para la libertad y el decoro, y con la dulce tristeza del genio prefirió la vida entre los humildes al adelanto cortesano, y es a la vez deleite de las letras y uno de los caracteres más bellos de la historia”.[6]

     Véase la breve y magnífica “sugerencia martiana” de Manuel Isidro Méndez, en “Cervantes y Martí”, publicada en Cultura Hispánica, La Habana, 12 de octubre de 1947.[7] Consúltese también el estudio de David Leyva González: “Miguel de Cervantes y José Martí”, La sinuosa imagen grotesca en José Martí, Santa Clara, Ediciones Sed de Belleza, 2014, pp. 75-117.[8]

[Tomado de OCEC, t. 6, p. 260. (Nota modificada por el E. del sitio web].[9]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Es el Quijote la obra de una desconsoladora experiencia, el noble producto de una vida fracasada en otros empeños más efímeros, el libro melancólico de un viejo, en quien ni los infortunios ni los sufrimientos pudieron apagar la generosidad del alma, ni el amor a los sacrificios bellos y desinteresados. Detrás del gran burlón de los quijotes, está don Quijote mismo, defendiendo su causa con sublime elocuencia, en discursos que solo pueden salir del corazón. Detrás del censor de las locuras españolas, está el español arrogante y lleno de alientos, irguiéndose, no obstante, el peso de los años y las desdichas, para soltar la pluma y tomar otra vez la espada que ciñó airoso en los tercios de Figueroa o empuñó tinta en sangre en la gran jornada de Lepanto. Hay en todo el libro un constante dualismo, un contraste extraño y único en la historia literaria, entre lo que Cervantes creía y lo que sentía, entre lo que realizaba despiadadamente su juicio y lo que sus sentimientos le arrastraban a escribir en las sentencias inspiradas y majestuosas de su héroe”. (José de Armas y Cárdenas [Justo de Lara]: “El Quijote y su tiempo”, Lunes de Revolución, La Habana, 8 de agosto de 1960, no. 71, p. 4).

“Hoy por hoy el Quijote es un ejemplo vivo, porque al leerlo desfila ante nuestra vista, la miseria del pobre, la soberbia del rico, la mansedumbre de Sancho, la imagen de la opresión en los corchetes de la Santa Hermandad, y por sobre todo eso, el supremo ideal de la justicia humana. Si a ello se añade […] que le libro se deja leer sin esfuerzo, que hay en sus páginas para todos los gustos, que el eco de sus aventuras —trágicas o cómicas— nos ensanchan el corazón y nos hacen afirmar los valores vitales, será cuestión de preguntarnos unos a otros: ¿Ya leyó el Quijote?” (Virgilio Piñera: “¿Ya leyó el Quijote?”, Lunes de Revolución, La Habana, 8 de agosto de 1960, no. 71, p. 8).

“El Quijote, sin que se lo oculte la vertiginosa sucesión de peripecias, realistas y de ilusión, es un libro crítico. Hay allí alta crítica del acontecer humano; yo diría que una crítica de la vida, no por modo filosófico, para establecer teorías, sino a base de esa tradición de amor que Europa ha salvado a través de fallas y desastres”. (Medardo Vitier: “Estimación del Quijote”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, abril-junio de 1952, p. 130).

“Cervantes, con el Quijote, instala la dimensión imaginaria dentro del hombre, con todas sus implicaciones terribles o magníficas, destructoras o poéticas, novedosas o inventivas, haciendo de ese nuevo yo un medio de indagación y conocimiento del hombre, de acuerdo con una visión de la realidad que pone en ella todo y más aún de lo que en ella se busca. […] // No tuvo España mejor embajador, a lo largo de los siglos, que don Quijote de la Mancha. […] Pronto conocido en toda Europa, don Quijote cruzó el océano para mostrarse a todo lo largo y ancho del Nuevo Mundo. Y, por encima de luchas y vicisitudes, sobrevolando los antagonismos históricos, siguió transitando sin trabas, por las tierras de América. Bolívar lo evocaba a menudo en los últimos días de su prodigiosa existencia. Y José Martí, el espíritu más universal y enciclopédico de todo el siglo xix americano, tenía a su creador por uno de los caracteres más dignos y bellos de la historia”. (Alejo Carpentier: “Cervantes en el alba de hoy”, Alcalá de Henares, 4 de abril de 1978 (Premio “Miguel de Cervantes y Saavedra”), Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1984, pp. 229-230).

“No busquemos más lejos que en nosotros mismos los originales eternos de sus dos maravillosas figuras; aquí están en el fondo de toda conciencia, pugnando siempre y siempre unidos, contradiciéndose incesantemente e incesantemente de acuerdo, viendo a la par el doble aspecto de las cosas y engañándose a la par seducidos por el deseo. Los admirables diálogos del caballero y el escudero han resonado con voz más o menos queda en todo corazón, pues siempre ha habido una quimera hermosa que alguna vez y en alguna forma seduzca al temperamento más frío y positivista; y alguna vez y de algún modo la experiencia descarnada ha posado su mano glacial sobre las sienes del más ardoroso perseguidor de la belleza ideada”. (Enrique José Varona: “Cervantes” (1883), citado por Cintio Vitier: “La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano”, Obras 3. Crítica 1, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, p. 311).

[2] Gastón Baquero: “Cervantes y el idioma español en América” (Diario de la Marina, abril 23 de 1946), Paginario disperso, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2014, p. 104.

[3] JM: “Juan de Villalpando. Drama en tres actos de José Peón Contreras”, Revista Universal, México, 23 de agosto de 1876, OCEC, t. 3, p. 185.

[4] JM: “Seis Conferencias por Enrique José Varona”, El Economista Americano, Nueva York, enero de 1888, OCEC, t. 28, p. 41.

[5] JM: “El centenario de Calderón. Últimas nuevas”, La Opinión Nacional, Caracas, 28 de junio de 1881, OCEC, t. 8, p. 131.

[6] Seis Conferencias por Enrique José Varona”, ob. cit., p. 42.

[7] Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1982, no. 5, pp. 275-276.

[8] Universidad de La Habana, La Habana, julio-diciembre de 2015 y La Siempreviva, La Habana, no. 21, 2015.

[9] Bibliografía:

  • Enrique J. Varona: “Cervantes” (conferencia en el Nuevo Liceo de La Habana, 23 de abril de 1883), Seis conferencias, Barcelona, Gorgas y Cía., 1887. (Visión cubana de Cervantes, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1980).
  • José de Armas y Cárdenas (Justo de Lara): “El Quijote y su tiempo”, Lunes de Revolución, La Habana, 8 de agosto de 1960, no. 71, pp. 3-6.
  • Alejo Carpentier: “Cervantes en el alba de hoy”, Alcalá de Henares, 4 de abril de 1978 (Premio “Miguel de Cervantes y Saavedra”), Los pasos recobrados. Ensayos de teoría y crítica literaria, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2007, pp. 357-362. (Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1984, pp. 227-231).
  • Fina García Marruz: “La canción del camino”, en María Teresa León: El soldado que nos enseñó a hablar, Editorial Gente Nueva, La Habana, 2005, pp. 179-203.
  • Gastón Baquero: “Monólogo con don Quijote” (1937), Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección y prólogo de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 323-334.
  • Roberto Méndez: “No somos hijos únicamente de nuestro tiempo, sino también de nuestro idioma” (acul.ohc.cu, 12-11-2020).
  • Reynaldo González: “El Quijote, el hambre y otras hambres”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, 2013-2014.
  • Medardo Vitier: “Estimación del Quijote”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, abril-junio de 1952, pp. 127-149.