Máximo Gómez Báez; el Generalísimo (1836-1905)

Generalísimo del Ejército Libertador de Cuba. Nació en Baní, República Dominicana, el 18 de noviembre de 1836. Llegó a Cuba pocos años antes de estallar la Guerra de los Diez Años, como comandante de tropas dominicanas del ejército español. Renunció al servicio de las armas coloniales y se estableció en la jurisdicción de Bayamo, donde se dedicó a los negocios rurales.

     Conspiró a favor de la Revolución que se inició el 10 de octubre de 1868, y el día 16 ingresó en el Ejército Libertador con el grado de sargento.[1] El 25 de ese mismo mes llevó a cabo en Los Pinos de Baire, la primera carga al machete de nuestras guerras de independencia. A partir de entonces, se generalizó entre las tropas mambisas esta forma de ataque, la cual llegó a ser especialmente temida por las tropas españolas. En pocas semanas, Gómez alcanzó el grado de general.

     El 4 de junio de 1869, contrae nupcias con la joven Bernarda Toro Pelegrín (Manana), natural de Jiguaní, conforme a la ley de matrimonio civil promulgada por el Gobierno Revolucionario, de cuya unión matrimonial le nacieron nueve hijos: Margarita y Andrés, fallecidos de niños; Clemencia, Francisco (Panchito), Máximo, Urbano, Bernardo, Andrés y Margarita.

     En 1871 dirigió una de las más brillantes campañas de aquella guerra: la invasión de Guantánamo. El 8 de junio de 1872 fue depuesto de su mando por el presidente Carlos Manuel de Céspedes, quien lo creyó en actitud hostil hacia su persona. Exactamente un año después, Céspedes rectificó y le confirió un nuevo mando militar. Fue designado para sustituir a Ignacio Agramonte, a la muerte de este, en la jefatura militar de Camagüey, región donde tomó las poblaciones de Nuevitas y Santa Cruz del Sur, y ganó dos importantes combates: La Sacra y Palo Seco. En 1874, al frente de las tropas cubanas concentradas para invadir el territorio de Las Villas, ganó los combates de Naranjo y Mojacasabe, y la batalla de Las Guásimas, la más larga de la Guerra del 68.

     El 6 de enero de 1875 cruzó la Trocha de Júcaro a Morón con trescientos hombres de caballería y seiscientos de infantería, con lo cual penetró en Las Villas. En febrero de 1876, en Loma del Jíbaro, consiguió romper el cerco que numerosos batallones españoles le habían tendido en la región central de la Isla. Se vio precisado a resignar el mando de Las Villas ante la oposición de algunos jefes militares locales, y entonces fue nombrado para desempeñar la Secretaría de Guerra, a la cual renunció en 1877, ante la creciente desintegración de las fuerzas revolucionarias.

     Después de la paz que siguió al Pacto del Zanjón en 1878, Gómez salió de Cuba y no cesó de conspirar por su libertad desde el extranjero, con otros jefes veteranos, durante el período de entreguerras que José Martí llamó “de reposo turbulento”.[2] A mediados de 1892 fue elegido General en Jefe del futuro Ejército Libertador por los militares miembros del Partido Revolucionario Cubano.[3] Lograda la unidad de todos los patriotas, gracias a la labor política de Martí, Gómez firmó junto a este, el 25 de marzo de 1895, el Manifiesto de Montecristi, documento donde se exponían al mundo los propósitos de la Revolución cubana, reiniciada el 24 de febrero de ese año.

     El día 11 de abril, Gómez y Martí desembarcaron en Cuba por La Playita, en la costa sur de Oriente. Gómez asumió de inmediato la jefatura militar de la insurrección según había sido acordado. En junio de 1895 —ya muerto Martí— El Generalísimo penetró con sus fuerzas en la provincia de Camagüey, donde desarrolló su famosa “campaña circular” de acciones alrededor de la capital, con lo cual puso en pie de guerra a toda la región. Aprobada la Constitución de la República el 16 de septiembre de 1895 en Jimaguayú, fue confirmado como General en Jefe del Ejército Libertador. Ese mismo mes pasó a Las Villas para avivar allí la insurrección y atraer sobre sí la atención del mando español, a fin de despejar el territorio que debería atravesar la invasión de Occidente, iniciada por Antonio Maceo el 22 de octubre de 1895. El 15 de diciembre ganó, junto al propio Maceo, la batalla de Mal Tiempo. A mediados de 1896 libró en Camagüey la batalla de Saratoga, una de las más importantes de esa guerra, y hacia fines de ese año planeó la campaña de La Reforma, consistente en atraer contra sí mismo a grandes fuerzas enemigas para entretenerlas y batirlas en un territorio de apenas diez leguas cuadradas en la región central del país.

     Al frustrarse la Revolución independentista por la intervención norteamericana en 1898, el gobierno de ocupación aprovechó las profundas diferencias entre Gómez y miembros de la dirección civil de la Revolución, agrupados en la Asamblea del Cerro, para lograr sus objetivos estratégicos de disolver o desactivar los organismos militares y políticos creados por la insurrección. Mediante hábil maniobra, los interventores consiguieron desatar una secuencia de hechos que incluyó la destitución de Máximo Gómez por la Asamblea, la autodisolución de esta y el desarme y disolución del Ejército Libertador. Rodeado del respeto y del cariño del pueblo cubano, al cual se había unido entrañablemente a lo largo de treinta años de lucha por su independencia, Gómez fue sorprendido por la muerte, el 17 de junio de 1905 en La Habana, cuando estaba empeñado en una ardua lucha contra el gobierno entreguista de Tomás Estrada Palma.

     En varias cartas[4] y en su Diario de campaña,[5] Gómez dejó testimonio del respeto y de la admiración que sintió hacia Martí —que llegaron a convertirse en plena identificación humana y revolucionaria, después de salvados incomprensiones y tropiezos—,[6] y de su conciencia del vacío que la muerte de este, recién iniciada la Guerra del 95, había dejado en la dirección política de la revolución.[7]

     Con el título de “El general Gómez”,[8] Martí publicó un artículo sobre el héroe de la batalla de Las Guásimas, para encumbrar la memoria del “guerrero incapaz de mancillar con el interés la grandeza excepcional de su corazón”.[9] El 10 de abril de 1894 al tiempo que saludaba al General a su llegada a Nueva York con su hijo Panchito, conminaba a los cubanos revolucionarios: “Amemos al americano pensador, al guerrero generoso, al tierno padre”.[10] En el número siguiente de Patria, reseñaba brevemente su discurso pronunciado en ocasión del 10 de Abril, para dejar explícita la gran admiración que le profesaba al Generalísimo: “Este hombre, que no nació en Cuba, a quien conoce y admira todo el continente americano, que ha hacinado tantos laureles sobre su frente que habría con ellos para dar prestigio a muchos héroes; este hombre, que ya es inmortal, y que podría descansar satisfecho de su obra, abandona su comodidad presente, deja una familia que le rinde culto de adoración, y que es como premio digno de sus virtudes, se lanza al mar y viene a nosotros con todo el ímpetu de sus pasadas proezas, dispuesto a proseguir en su propósito nobilísimo de completar la democracia americana. Este hombre, ¡ah, cubanos! merece toda nuestra veneración, y ante él yo me reconozco pequeño, y no puedo hablar sino para saludarlo con la efusión de hijo agradecido”.[11]

     En carta a su amigo, el general Serafín Sánchez le confesaba: “He visto al General grande y bueno, y digno de su obra, y yo no me le apego con el regaño interior de la conveniencia pública, que protesta y sonríe, sino con tierno y largo cariño. Lo he visto hasta lo hondo, y no he hallado más que grandeza”.[12]

     Consúltense los estudios de Oscar Loyola: “José Martí y Máximo Gómez”, Universidad de La Habana, La Habana, septiembre-diciembre de 1985; Luis Toledo Sande: “José Martí y Máximo Gómez: en el camino de la hermandad”, Casa de las Américas, La Habana, septiembre-octubre de 1986; Ibrahim Hidalgo Paz: “José Martí y Máximo Gómez en 1895. Cronología crítica”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1988, no. 11, pp. 366-398; Rolando Rodríguez: “Cuba y Santo Domingo: José Martí y Máximo Gómez”, ABC, Madrid, 2 de septiembre de 1998; Francisco Pérez Guzmán: “Máximo Gómez: el ideal antillano”, Máximo Gómez: 100 años, selección de Ana Cairo Ballester, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2006, pp. 49-61; Oscar Loyola Vega: “Ser mambises sin dejar de ser amigos”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 62-76. (Acerca de la relación fraternal entre los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo); Pedro Pablo Rodríguez: “La amistad revolucionaria entre Máximo Gómez y José Martí”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 77-91; Marlen A. Domínguez Hernández: “‘Corazones de oro y hierro’”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 109-121. (Acerca del epistolario entre Máximo Gómez y José Martí); Ibrahim Hidalgo Paz: “Coincidencias y divergencias de Gómez y Martí en la organización de la Guerra necesaria”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 122-150; Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal: “Del Generalísimo Máximo Gómez a los cubanos. Consejos para la vida republicana”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 273-281; Francisca López Civeira: “Máximo Gómez entre el símbolo y la polémica”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 282-295; Eusebio Leal Spengler: “Patria amada”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 304-315; Eliades Acosta Matos: “Máximo Gómez, ‘Quijote’ cubano”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 316-327; Roberto Méndez Martínez: “Gómez, sin una sonrisa ni una lágrima”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 328- 332; Roberto Friol: “Máximo Gómez, escritor”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 333-340; Ana Cairo: “Un personaje literario”, Máximo Gómez: 100 años, ob. cit., pp. 408-429; Caridad Atencio: “Martí y el general Gómez”, El Caimán Barbudo, La Habana, enero-febrero de 2008; y Luis Fidel Acosta Machado: “Hasta el abrazo definitivo. El Apóstol de la independencia de Cuba aquilatado por el Generalísimo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2019, no. 41, pp. 109-123.

[Tomado de OCEC, t. 1, pp. 300-301. (Texto modificado por el E. del sitio web)].[13]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Según lo consignaría Fermín Valdés Domínguez en su Diario el 15 de agosto de 1896, Máximo Gómez confió la causa determinante de su incorporación a lucha insurrecta con las siguientes palabras:

Mis negocios de madera, y otros, me llevaron a distintos ingenios y en uno vi cuando con un cuero se castigaba a un pobre negro en el batey de la finca y delante de toda la dotación. No pude dormir en toda la noche; me parecía que aquel negro era alguno de los muchos a quienes aprendí a querer y a respetar al lado de mis padres en Santo Domingo.

Por mis relaciones con cubanos entré luego en la conspiración; pero yo fui a la guerra, llevando aquellos recuerdos en el alma, a pelear por la libertad del negro esclavo, y luego fue que comprendiendo que también existía lo que se puede llamar la esclavitud blanca, uní en mi voluntad las dos ideas…”. (Tomado de Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral (“Capítulo II”), 2da ed., México, Siglo XXI editores, 2002, pp. 55-56).

Nótese la similitud temática con el apunte íntimo de Martí: “¿Quién que ha visto azotar a un negro no se considera para siempre su deudor? Yo lo vi, lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza. Para los espíritus supremos, que han recusado como innecesarios los honores, estas ansias de justicia son caso de hidalguía. Yo lo vi, y me juré desde entonces a su defensa […]”. (Fragmentos, OC, t. 22, p. 189).

[2] JM: “Vindicación de Cuba” (carta al Director de The Evening Post, Nueva York, 21 de marzo de 1889), EJM, t. II, p. 90; OC, t. 1, p. 237.

[3] Véase la carta de Martí al general Gómez, fechada en Santiago de los Caballeros, Santo Domingo, el 13 de septiembre de 1892, EJM, t. III, pp. 207-210, donde Martí le ofrece, en nombre del Partido Revolucionario Cubano, la jefatura del Ejército Libertador.

[4] Véanse la carta del general Gómez publicada en El Yara y reimpresa en Patria, Nueva York, el 14 de febrero de 1893, no. 49, p. 1. También las dirigidas a Francisco María González, publicada en El Mundo. Diario de la mañana, La Habana, el 19 de mayo de 1902; y a Fermín Valdés-Domínguez, fechada en La Habana, el 26 de febrero de 1905. (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1986, no. 9, pp. 291-294 y 294-295, respectivamente).

[5] “Día 14 (abril). Muy al amanecer nos pusimos en marcha con el práctico J. El camino es difícil, trepamos por montañas largas y empinadísimas; la marcha es terriblemente fatigosa y cargados como vamos todos, caminamos a puros esfuerzos. // Nos admiramos, los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas, de la resistencia de Martí —que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie, por estas escarpadísimas montañas”.

“Día 21 (abril)…Las marchas desde el día 11 que nos desembarcamos han sido tan fatigosas como lo explica la serie de montañas que hemos dejado atrás, caminando siempre por caminos extraviados. // […] Martí, al que suponíamos más débil por lo poco acostumbrado a las fatigas de esas marchas, sigue fuerte y sin miedo”.

(Máximo Gómez: Diario de campaña, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1969, pp. 368-369 y 370, respectivamente).

[6] Véanse las cartas de Martí al general Gómez (Nueva York, 20 de octubre de 1884) y a Manuel Mercado y a Enrique Estrázulas (Nueva York, 13 de noviembre de 1884, la primera y, presumiblemente, en la misma ciudad y en el mismo año, la segunda). (OCEC, tt. 17, pp. 384-387 y 393-396, respectivamente, y 15, 266-267).

[7] Véase el artículo del general Gómez, “Mayor grandeza no puede esperarse de un hombre”, publicado bajo el título “El general Gómez y sus recuerdos” en El Cubano Libre, República de Cuba, el 20 de julio de 1896. (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1986, no. 9, pp. 289-291).

[8] Patria, Nueva York, 26 de agosto de 1893, no. 76, pp. 2-3; OC, t. 4, pp. 445-451.

[9] JM: “El Delegado en New York”, Patria, Nueva York, 1o de noviembre de 1892, no. 34, p 3; OC, t. 2, p. 175.

[10] JM: “El general Máximo Gómez en New York”, Patria, Nueva York, 10 de abril de 1894, no. 107, p. 1; no aparece en OC.

[11] JM: “El último 10 de Abril en New York”, Patria, Nueva York, 17 de abril de 1894, no. 108, p. 3; OC, t. 4, pp. 334-335.

[12] JM: “Carta al general Serafín Sánchez”, [Nueva York, 18 de abril de 1894], EJM, t. IV, p. 117.

[13] Bibliografía:

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  • Emilio Roig de Leuchsenring: “Palabras de presentación de Gerardo Castellanos ante la Institución Hispanocubana de Cultura, el 30 de mayo de 1941, con motivo de su conferencia ‘Sondeo histórico: Máximo Gómez y su Diario de campaña’”, Sondeo histórico, La Habana, 1941, p. 9. Borrar.
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