Es difícil, Victoria, que una persona de su tacto y bondad,[3] haya sabido prescindir por completo de una y de otra. De mí, perdóneme que le diga que casi no tengo que responder a V:—tengo un sentido tan exaltado e intransigente de mi propio honor, un hábito tan arraigado de[4] posponer todo interés y goce mío al beneficio ajeno, una costumbre tan profunda de la justicia, y una[5] seguridad tal de mí mismo, que le ruego me perdone si soy[6] necesa­riamente duro, asegurándole que ni mi decoro, ni el de quien por su desdicha esté relacionado conmigo, tendrá jamás nada que temer de mí, ni requiere más vigilancia que la propia mía. Yo sé padecer por todos, Victoria, y consideraría, en llano español, una vileza, quitar,[7] por ofuscación amorosa, el respeto público a una mujer buena y a unos pobres niños.[8] Puedo afirmar a V, ya que no[9] su perspicacia no le ha bastado esta vez a entender mi alma, que Carmita no tiene,[10] sean cualesquiera mis sucesos y aficiones, un amigo más seguro,[11] y más cuidadoso de su bien parecer que yo.[12] Además,[13] debe V. estar cierta de que ella sabría, en caso necesario, reprimir al corazón[14] indelicado que por satisfacer[15] deseos o[16] vanidades tuviere en poco[17] el porvenir de sus hijos. En el mundo, Victoria, hay muchos dolores que[18] merecen respeto, y grandezas calladas, dignas de[19] admiración. De Carmita, pues, no le digo nada, que ella sabe cuidarse. Y de mí, no le puedo decir mucho ya que no tengo ni la inmodestia necesaria para referirle a V. mi[20] vida,[21] que he mantenido hasta ahora[22] por encima de las pasiones y de los hombres[23] y tiene por esta[24] fama que no he de[25] perder; ni tengo,[26] el derecho de escribir, a V. que es dama, las[27] palabras alborotadas que como cuando[28] uno se ve desconocido en su mayor virtud, me vienen a la pluma.

[…]

Ahora, de murmuraciones,—¿qué le he de decir? Ni Carmita, ni yo he­mos dado un solo paso, que no hubiera dado ella por su parte naturalmente, a no haber vivido yo, o que en el grado de responsabilidad moral,[29] de piedad si V. quiere, que su situación debe inspirar a todo hombre bueno, no hubiere debido hacer un amigo íntimo de la casa, que no lo es hoy más de lo que lo fue cuando vivía el esposo[30] de Carmita.[31] Y le repito que de esto sé cuidar yo;—si alguna mala persona, que a juzgar por la estimación creciente de que ella por[32] su parte y yo por la mía vivimos rodeados, sospecha[33] sin justificación posible[34] y contra toda apariencia que ella recibe de mí un favor que la manche, esa, Victoria, será una de tantas maldades, mucho menos imputables[35] y propaladas que otras, que hieren sin compasión[36] años enteros a personas indudablemente buenas, que[37] las soportan en calma.

Ya es tiempo de decirle adiós, Victoria.[38] Con toda el alma, y no la tengo pequeña, aplaudo que[39] si[40] V. sospecha que Carmita intenta[41] con­sagrarme su vida, desee V.[42] apartarla de un camino donde no recogerá deshonor, porque a mi lado no es posible que lo haya, pero sí todo género de angustias y desdichas. Y si en el mundo hay para ella una salida de felicidad,[43] dígamela y yo la ayudaré en ella.[44] Pero V. no tiene el derecho de suponer que lo que mi cariño me obligue a hacer por la mujer de un hombre que me estimó y sus hijos huérfanos es la paga indecorosa de un[45] favor[46] de amor. Por acá, Victoria, en estas almas solas, vivimos a otra altura.—Sea[47] tierna, amiga mía, que es la única manera de[48] ser bueno,—y de lograr lo que se quiere.[49]

     Martí repudiaba a tal extremo el adulterio, que quiso dejar constancia de ello y escribió un drama que tituló Adúltera,[50] en el cual le da a la mujer el nombre de Fleisch (Carne), y al del amante Pössermann (Hombre vil), y comienza esta obra con la siguiente introducción: “A los 18 años de mi vida, estuve por las vanidades de la edad, abocado a una grave culpa […]”.[51]

     Y es de pensar que si en los albores de la juventud, estando soltero y con la efervescencia propia de esa edad, fuese capaz de contener esos impulsos, ¿cómo es posible que a los veintisiete años, ya casado, haya cometido esa “gran culpa”, con la mujer de un hombre que lo estimó, como él mismo expresa en la carta a Victoria Smith?

     A diferencia de lo que María manifestó sobre la supuesta falta de principios en Martí, veamos el alto concepto en que lo tenía su hermana Carmita en la carta en la que, respondiendo a una de él, entre otras cosas le dice:

Recibí su cariñosísima y linda carta fechada 2 de febrero,[52] la cual me dio muchísimo placer. Cuando uno lee una carta como esa ve uno más claro la maldad, vanidad e ignorancia de la gente. Para mí, y todos los que lo conocen a Vd. como yo, Vd. es el hombre más cercano a la perfección que existe. Quisiera tener tiempo y poder explicar los méritos en palabras, los méritos que yo soy capaz de reconocerle[53].[54]

     Veamos ahora, cómo valoró Martí las nobles cualidades de Carmen, la madre, en las líneas con las que le contestó esa carta a Carmita: —“Quiere mucho a tu madre, que no he conocido en este mundo mujer mejor. No puedo, ni podré nunca, pensar en ella sin conmoverme, y ver más clara y hermosa la vida. Cuida bien ese tesoro[55]”.[56] ¿Pudo tener Martí este hermoso criterio de una mujer que sin respeto a su hogar ni a sus pequeños hijos haya traicionado a su esposo entregándosele a solo un mes de haberlo conocido?

     Sobre Carmen Miyares, esa incansable patriota olvidada, a la que debemos tanto los cubanos, deseo decir, con el respeto y la admiración que merece, que no solo cuidó amorosamente a Martí en sus enfermedades, sino que lo alentó y ayudó en los momentos más difíciles de su ardua labor de unir a sus compatriotas, y en la de recaudar fondos para la lucha armada. Fue una de las fundadoras de los bazares en Nueva York, en los que se vendían variados artículos artesanales, bellamente bordados o tejidos por las cubanas, cuyas ganancias eran destinadas a engrosar los fondos del Partido Revolucionario Cubano.

     A través de la vasta obra martiana, tanto literaria como personal, puede observarse constantemente su estricto sentido del deber, del honor, de la moral, de la justicia y su permanente afán de servir a los demás.

     Los que lo admiramos por todas esas nobles y excelentes cualidades, nos resistimos a creer que pueda ser verdad que haya caído en ese repugnante vacío, pues si eso fuera cierto, entonces su maravillosa y ejemplar obra, estaría colmada de falsedades y pondría en duda su probada sinceridad, mantenida aun en los momentos más difíciles de su vida.

     Además, deseamos acotar que algunas de las personas malintencionadas que comentaban que el esposo de Carmen Miyares era un hombre mucho mayor que ella, al comprobarse que al morir solo contaba con cuarenta y dos años de edad, expandieron el dudoso argumento de que padecía de invalidez, lo cual se ha demostrado que era falso, ya que antes de fallecer estaba activo en su negocio de tabaco, y que la causa de su deceso fue, de acuerdo con su certificado de defunción, una “enfermedad mitral del corazón”.

     No pretendemos endiosar a Martí, sino situarlo y venerarlo como un hombre; pero como un hombre de una extraordinaria sensibilidad humana.

Luis García Pascual[57]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[3] Tachado a continuación, primera versión: “que debe estar hecha ya a resp”; segunda versión: “ha”.

[4] Tachado a continuación: “n”.

[5] Tachado a continuación, primera versión: [dos palabras ininteligibles]; se­gunda versión: “fama tal que en estas”.

[6] Tachado a continuación: “d [uro].”

[7] Tachado a continuación: “públicamente el decoro a una mujer por provecho”.

[8] Tachado a continuación: “Lamento”.

[9] Así en el manuscrito.

[10] Tachado a continuación: “fuera de toda inquietud posible de mi alma”.

[11] Tachado a continuación: “y, a”.

[12] Tachado a continuación, primera versión: “In”; segunda versión: rasgos ininteligibles; tercera versión: “Su intimidad [palabra ininteligible]”; cuarta versión: “Su inti[midad]”.

[13] Tachado a continuación, primera versión: “ella sabría en caso necesario”; segunda versión: “ha de”.

[14] Tachado a continuación: “deli[cado]”.

[15] Tachado a continuación: “sus”.

[16] Tachado a continuación: “sus”.

[17] Tachado a continuación: “la buena”.

[18] Tachado a continuación: “p”.

[19] Tachado a continuación: “la”.

[20] Esta palabra escrita encima de, tachado: “una”.

[21] Tachado a continuación: “que muchos conocen en su [palabra ininteligible], presiente en su intimidad y en”.

[22] Tachado a continuación: “por enci[ma]”.

[23] Tachado a continuación: “, [palabra ininteligible]”.

[24] Tachado a continuación: [palabra ininteligible] añadida encima de la línea.

[25] Tachado a continuación: [palabra ininteligible].

[26] Tachado a continuación: “A V. que es dama, el derecho de escribir las cosas que serían aquí de [palabras ininteligibles] oportunas”.

[27] Tachado a continuación: “con”.

[28] Estas dos palabras encima de la línea. Antes, sin tachar por lapsus: “cuando”.

[29] Esta palabra añadida encima de la línea.

[30] Manuel Mantilla Sorzano.

[31] Tachado a continuación, primera versión: “De su”; segunda versión: “Cuanto escribe V. en contra”; tercera versión: “[dos palabras ininteligibles] será fruto [lección dudosa]”.

[32] Tachado a continuación: “la m”.

[33] Tachado a continuación: “que ella”.

[34] Tachado a continuación: “que ella”.

[35] Lección dudosa.

[36] Esta palabra añadida en el margen izquierdo. Tachado a continuación: “piedad”.

[37] Tachado a continuación: “no pueden”.

[38] Tachado a continuación: “Lea”.

[39] Tachado a continuación: “desee V.”.

[40] Tachado a continuación: “desea”.

[41] Esta palabra escrita debajo de, tachado: “debe a”. Tachado a continuación, primera versión: “a tan”; segunda versión:” a mí”.

[42] Tachado a continuación: “su”.

[43] Tachado a continuación: “dígamela, Victoria”.

[44] Tachado a continuación: “yo en”.

[45] Esta palabra añadida en el margen izquierdo.

[46] Tachado “es” al final de esta palabra.

[47] Tachado a continuación: “blanda, am[iga]”.

[48] Tachado a continuación: [palabra ininteligible].

[49] JM: “Carta a Victoria Smith Miyares”, [Nueva York, 1887], OCEC, t. 27, pp. 228-231.

[50] JM: “Adúltera” [primera versión], Madrid, 1872-Zaragoza, 1874, OCEC, t. 1, pp. 133-203. Aparecen también en esta edición la segunda versión [incompleta] de Adúltera, pp. 204-239; “[Apuntes a la primera versión de Adúltera]”, pp. 240-242; y “[Notas relacionadas con Adúltera]”, pp. 243-244.

[51] “[Notas relacionadas con Adúltera]”, ob. cit., p. 244.

[52] JM: “Carta a Carmen Mantilla”, [A bordo del vapor Athos] 2 de febrero de 1895, EJM, t. V, pp. 57-58.

[53] En carta a Martí de 6 de junio de 1895, Carmita le reitera su altísimo aprecio: “[…] yo creo que no hay hombre en este mundo que se pueda comparar con Vd.”. Véase DJM, p. 483. (N. del E. del sitio web).

[54] Carmen Mantilla: “Carta a José Martí”, Nueva York, 18 de febrero de 1895, DJM, pp. 441-442.

[55] “Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa mujer al mundo”. [JM: “Carta a María Mantilla”, Cabo Haitiano, 9 de abril de 1891, TEC, p. 65. (N. del E. del sitio web)].

[56] JM: “Carta a Carmen Mantilla”, [Cabo Haitiano, marzo de 1895], EJM, t. V, pp. 91-92.

[57] Véase Eusebio Leal Spengler: “A Luis García Pascual”, José Martí: documentos familiares, compilación y notas de Luis García Pascual, La Habana, Ediciones Abril, 2008, p. 5; y Enrique López Mesa: “Elogio de una leyenda”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2019, no. 42, pp. 187-193.