15º Justamente el último párrafo de este capítulo IX contiene una notable inexactitud que se encuentra en todas las ediciones de El 27 de noviembre de 1871, y que solo se explica por excesiva confianza en la memoria y no verificar las fechas. Al decir Valdés Domínguez que: “Cuando después de seis años, terminada mi carrera, dejé las playas peninsulares… &”, incurre en error, pues no fueron seis, sino solo tres años y medio los que pasó en España. Fermín Valdés Domínguez salió del puerto de La Habana en el vapor-correo español Isla de Cuba el 30 de mayo de 1872 (Diario de la Marina de junio 2, 1872, lista de pasajeros). Y el día 2 de enero de 1876 desembarcaba en La Habana de regreso. en ese mismo vapor-correo español Isla de Cuba, procedente de Cádiz, después de veintidós días de travesía (Diario de la Marina de enero 4, 1876, lista de pasajeros); contraía matrimonio en esta capital, el 25 de febrero de ese año (Parroquia de Monserrate, L. 6, f. 80, No. 116) y, finalmente, el 22 de abril de 1876 aparece su firma en una solicitud dirigida al Rector de la Real Universidad de la Habana, para poder ejercer su profesión de médico. (Archivo Central de la Universidad de la Habana. Expediente de estudios 14144 antiguo. perteneciente a Fermín Valdés Domínguez. folio 3).

     16º La frase que en la entrevista celebrada el 1º de febrero de 1887 entre el ex-capellán del cementerio de Espada. Pbro. Mariano Rodríguez Armenteros y Fermín Valdés Domínguez acompañado de Guillermo del Cristo y del Cristo aparece dicha por el sacerdote, es de la exclusiva factura de Valdés Domínguez. En dicha entrevista, que se publicó en La Lucha del jueves 3 de febrero de 1887, p. 2, col. 3 bajo el rubro de Para la Historia, cuando se describe el diálogo entre el gobernador político López Roberts y el capellán en el interior del cementerio, se lee que este último manifestó textualmente: “Ya usted ha dicho en sus escritos, señor Valdés Domínguez, lo que yo respondí: ‘Esas rayas, que están cubiertas por el polvo y la humedad, las he visto desde hace mucho tiempo, y por lo tanto no pueden suponerse hechas en estos días por los estudiantes’”. Esta frase, expresada así, no la puede haber dicho el capellán en su entrevista del 3 de febrero con Valdés Domínguez, porque en ninguno de los escritos de este último anteriores a esta fecha, se encuentra en ninguna parte. Y en la edición matritense de 1873 no aparece en lo absoluto.[17] Se ve, pues, que la minuta de la entrevista que se entregó a La Lucha, para su publicación, fue confeccionada —a no dudarlo con el conocimiento y consentimiento del capellán— por Valdés Domínguez, y al redactarla se le deslizó este lapsus revelador. La entrevista fue, pues, una cosa preparada, donde por primera vez se menciona al celador del antiguo cementerio por su nombre y apellido y se hace recaer formalmente sobre él todo el peso de la delación, que en la edición de Madrid (1873)) en el Cap. II, p. 14, Valdés Domínguez la hace gravitar sobre el capellán.

     17º En la edición matritense de 1873 y en la sexta y última de la Habana publicada en 1909, Valdés Domínguez dice (Cap. II, p. 15 en las dos ediciones) que Castañón comenzaba sus escritos incendiarios contra los cubanos con 1as palabras ¡Sangre y fuego! y las pone así, en letra cursiva. Pues bien, nosotros hemos leído cuidadosamente todos los artículos de Castañón publicados en su periódico La Voz de Cuba desde el 16 de diciembre de 1868 en que salió el primer número, hasta el 28 de enero de 1870 en que embarcó para Cayo Hueso donde lo mataron, y nunca nos hemos tropezado con esa imprecación. En las dos ediciones de La Habana, en 1887, y la de Santiago de Cuba, en 1890, el párrafo donde aparece esta especie de jaculatoria integrista, no lo incluye el autor.

     18º En la última edición de su libro (1909) al describir Valdés Domínguez cómo supo la noticia de la llegada del hijo menor de Castañón que venía a Cuba a llevarse los restos de su padre, dice que se dispuso a exigir —esa es la palabra que usa— un atestado a aquel, en que constase cómo había encontrado el nicho nunca profanado de su padre. Esta palabra, y el concepto que esta expresión conlleva, no se encuentra en ninguna de sus ediciones anteriores, y además se contradice con la manera correcta, discreta y caballerosa según la cual se condujo Valdés Domínguez en el cementerio ante el hijo de Castañón como se lee en la página siguiente de su libro, reproducido de La Lucha de esos días. (Ed. de 1909, Cap. XI, p. 143).

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     Hasta aquí llegan las diversas observaciones a que nos ha conducido la lectura cuidadosa de las seis ediciones del libro de Valdés Domínguez, obra que es fundamentalmente de combate, destinada, su primera edición, a denunciar en España la atrocidad del crimen cometido, y las otras, las publicadas en Cuba, a reivindicar con testimonios y pruebas irrefutables la memoria de sus hermanos muertos y la de las sobrevivientes, demostrando la falsedad de la acusación de profanadores de tumbas. Pero eso es el libro de Valdés Domínguez y nada más. Es la voz, ciertamente respetabilísima de uno de los participantes en la tragedia de 1871, mas no es el enjuiciamiento sereno, ni puede serlo, de un historiador. La misma forma en que está escrito el libro lo revela en todas sus ediciones; es la modalidad que tan bien describe Martí cuando refiriéndose a ello expresa: “Él narró con desorden patético aquellas escenas”[18] O cuando más vívidamente reseña la obra en su prosa limpísima y grandilocuente diciendo: “El libro está escrito a sollozos, mas sin ira. No está repuesta aún del horror ¿ni cómo pudiera reponerse? la mano que lo describe. A cada paso, como quien lleva en los ojos lo que no ha de olvidar jamás, in­terrumpe la trágica narración para invocar con patéticos arranques, en el desorden del dolor verdadero, la perezosa justicia del mundo. Se lee el libro cerrando el puño, dudando de lo impreso, poniendo en pie el alma”.[19]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[17] En la carta que Valdés Domínguez inserta en La Lucha, del 26 de enero de 1887, al mencionar las rayas en el cristal del nicho de Castañón en el cementerio de Espada, dice solamente: “que en aquella misma fecha (1871) manifestó el cura del cementerio que habían sido hechas de tiempo atrás”. La conclusión referente a los estudiantes, no está en ninguno de esos escritos aludidos.

[18] JM: “Desde New York. Fermín Valdés-Domínguez”, La Lucha, 9 de abril de 1877, OCEC, t. 25, p. 241.

[19] JM: El 27 de Noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez”, El Economista Americano, Nueva York, agosto de 1887, OCEC, t. 26, p. 145.