Pero independientemente de las influencias que se puedan haber movido alrededor de este alumno, hay el hecho absolutamente decisivo de su edad, pues tanto en el Código penal de 1850, que es el que en 1871 regía en la Isla, como en el de 1870 que vino a aplicarse a Cuba y Puerto Rico en 1879, el artículo 8, en su apartado tercero, señala que estarán exentos de responsabilidad criminal los menores de 15 años a menos que hayan obrado con discernimiento.
7º En la primera página del capítulo IV Valdés Domínguez afirma que el oficial de voluntarios Ramón López de Ayala murió demente en un manicomio de Burdeos, Francia. Este hecho, aunque muy factible, nunca se ha podido confirmar. En carta del cónsul de Cuba en Burdeos, señor José de Simón, de fecha 6 de junio de 1957, este me expresa que no hay rastro alguno de dicha persona en los registros de los manicomios que existían en Burdeos en esa fecha.
Este dato, no obstante, carece totalmente de valor, pues tratándose de una figura española conspicua (su hermano Adelardo había sido Ministro de Ultramar y persona distinguida en los círculos literarios y políticos de la Corte) es muy posible que se haya inscrito con nombre falso, o su ingreso no se haya consignado. Por otra parte, en las manifestaciones escritas de este ejecutor, hay ya indicios muy sospechosos de alienación mental. Tales son, en primer lugar, la carta que, al día siguiente del fusilamiento de los ocho estudiantes, le dirigió a su hermano Adelardo, y que el historiador español Pirala reproduce en el tomo segundo de sus Anales de la guerra de Cuba, pp. 305 a 314. Se advierte muy veladamente, y solo es perceptible si se sabe que más tarde murió loco. Más abiertamente se ve esta tendencia a la excitación maníaca en su conducta contra ciertos periódicos de México que a su paso por dicha capital, a mediados de 1873, comentaron su condición de jefe del piquete de fusilamiento que ejecutó a los ocho estudiantes del primer año de Medicina en la tarde del 27 de noviembre de 1871. Ante este y otros comentarios que hizo la prensa de dicho país, en los que estimó que se le atacaba, dirigió al Monitor Republicano dos cartas a propósito de un párrafo publicado en La Nación, en que anunciaba su llegada a esa capital, y se expresaba que fue el jefe que mandaba el cuadro de voluntarios que fusiló a los estudiantes de medicina, la tarde del 27 de noviembre de 1871. En uno de los párrafos de su primera carta, don Ramón López de Ayala decía: “Con respecto al segundo extremo, le haré presente que no solo fui el capitán o jefe que dentro del cuadro ordenó la ejecución de los estudiantes, sino que habiéndome tocado en suerte este servicio, con tal eficacia me propuse desempeñarlo, que desairé nada menos que al mismo Capitán General de la Isla, que con repetición me indicó que me eximiera de él, delegando en mis subordinados, y aun a mi querido coronel, que con la misma laudable insistencia me aconsejaba de igual modo; hay más, tuve también que prescindir del mal estado de mi salud, que, en aquellos días, apenas me permitía abandonar la cama”.
Frente a este altanero desplante, muy a lo “español sin condiciones” de la época, el redactor de La Nación, donde aparece inserto el párrafo precedente, comentaba mordazmente: “Nótese que el señor Ayala, según confiesa, pudo haberse eximido de mandar la ejecución, puesto que la indicación del Capitán General equivalía a un permiso, lo mismo que la de su querido coronel. Habría sido heroico en mi sentir vencer la enfermedad de que adolecía para ponerse a la cabeza de sus voluntarios y asaltar una batería, nunca para fusilar a unos jóvenes desgraciados”.[15]
8º Asimismo en este capítulo IV, se encuentra una inexactitud, dos veces expresada, que resta mucho al crédito que merezcan los testimonios documentales, tal como se presentan en el libro. La carta escrita en capilla por Alonso Álvarez de la Campa, aparece con el siguiente encabezamiento: “Mi queridísima mamá, mi padre, y hermanas y ahijada”. Además, se halla intercalado otra vez su progenitor en la frase en que les pide perdón a su madre y hermanas.
Pues bien, la expresión mi padre, no existe en la carta autógrafa de Álvarez de la Campa. Dicha omisión es, sin duda, la que le dio pie a Ramón López de Ayala —y basándose en el testimonio doloso de este último, al historiador español integrista Justo Zaragoza— para lanzar la especie calumniosa que los infelices estudiantes no mencionaban a sus padres en las cartas que escribieron en capilla. Se desentendieron ambos individuos del pasaje de esa misiva postrera, en que el joven Alonso le deja uno de sus relojes a su padre, designándole con el nombre amorosamente filial de papá.
La alteración introducida en el encabezamiento y líneas que siguen de esta carta es sumamente grave, porque da lugar a desconfiar igualmente del texto de las otras, cuando el conjunto de ellas va precisamente encaminado a desmentir al historiador Zaragoza y al individuo que le facilitó la información embustera.[16]
El texto de esta misiva, tal como la presenta Valdés Domínguez, ofrece también otras variantes en la redacción, aunque sin importancia. El autor de estas notas, examinó y fotografió la carta original, y la publicó en facsímile en la revista Vida Universitaria en el número de diciembre de 1957. (Luis Felipe LeRoy y Gálvez: “Reliquias de los Estudiantes de Medicina de 1871”, ob. cit., Año VIII, No. 89. Facsímile en las págs. 6 y 7.)
9º En el capítulo VI de las tres primeras ediciones de El 27 de noviembre de 1871 (las dos de La Habana en 1887 y la de Santiago de Cuba de 1890) Valdés Domínguez narra cómo el bodeguero que cobrando bien sus favores: “se prestó a llevarme alguna carta a la que fue el consuelo de mis penas y es hoy el santo amor de mi alma”. Con esta frase, alude según todas las apariencias, a la que entonces era su novia y cuando escribía esas líneas era su digna esposa primera, Consuelo Quintanó Ramos. Pero en la edición siguiente y última que publicó en vida, la de 1909, altera el pasaje citado diciendo: “se prestó a llevar alguna carta a mi madre queridísima”. La modificación introducida tiene en este caso una explicación fácil de comprender. La redacción la cambió, después de la separación conyugal ocurrida en Baracoa, provincia de Oriente, durante la celebración de una de las solemnidades de la Semana Santa, el año 1891 ó 1892.