Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa

Sacerdote español y obispo de Cuba. Nació el 20 de abril de 1756 en Arroyave, poblado poco distante de Vitoria, provincia de Álava, en la parte vasca de la península ibérica. Pertenecía a una familia noble de la zona más castellanizada de las provincias vascas. Realizó estudios medios y superiores en Salamanca. En enero de 1792 fue nombrado provisor y vicario general de la Abadía y territorio de Villafranca del Bierzo, allí impartió sus primeras lecciones de Filosofía.

     En 1800 fue nombrado Obispo de La Habana, consagrado en febrero de 1802. Desde ese mismo momento comenzaron sus contradicciones con los hacendados criollos, fundamentalmente en torno a los diezmos, que estos eludían constantemente. Necesitaba esos ingresos para sus proyectos de mejoramiento social. A finales de 1803 organizó una visita pastoral por el occidente de la Isla, lo que le permitió hacer un estudio pormenorizado de cada parroquia, atendiendo a lo económico, lo demográfico, lo social, lo cultural, la salud, las condiciones de vida de los ricos y pobres, que dio lugar a su informe titulado “Diezmos reservados”.[1] En este documento ataca la trata, la esclavitud, el latifundio, los prejuicios sociales, y se sitúa al lado de los oprimidos.[2] También reestructuró las jurisdicciones eclesiásticas de la zona, fundó varias parroquias e iglesias auxiliares y corrigió de propia mano el mapa topográfico de Occidente.

     Promulgó el “Edicto de campanas”,[3] con el cual reguló los repiques exagerados. Prohibió también los matrimonios clandestinos,[4] fuentes de ingresos ilícitos para muchos sacerdotes, que pretendían así convertir al concubinato en unión tolerada. Eliminó los enterramientos en las iglesias y fundó el primer Cementerio General de La Habana, —luego llamado de Espada—bendecido el 2 de febrero de 1806, después de vencer muchos obstáculos. Impartió cursos de superación sobre moral y religión para el personal eclesiástico y lo depuró teniendo en cuenta su calidad moral y profesional.

     Fue Director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, desde donde emprendió reformas educativas, culturales, de asistencia social y de salud pública.[5] Apoyó al Dr. Tomás Romay en la vacunación de la viruela en Cuba.[6] Dedicó especial atención a la enseñanza, desde la elemental hasta la superior. Introdujo en Cuba lo más avanzado en métodos pedagógicos, el pestalozziano y el lancasteriano. Reformó los planes de enseñanza del Seminario de San Carlos y patentizó un claro y decidido apoyo a la reforma de los estudios filosóficos emprendida por Félix Varela. El obispo Espada —al decir de Torres-Cuevas— se convirtió en la “sombra protectora”[7] del presbítero habanero.

     El 13 de agosto de 1832 fallecía en La Habana, el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa. Había vivido 76 años; 30 de ellos los había ofrendado a Cuba y a su pueblo.[8] Su sepelio fue una extraordinaria manifestación de duelo, en la que participaron sin distinción todas las clases sociales.[9]

     José Martí lo distinguió como “aquel obispo español, que llevamos en el corazón todos los cubanos, a Espada que nos quiso bien, en los tiempos que entre los españoles no era deshonra amar la libertad, ni mirar por sus hijos”.[10]

[Tomado de OCEC, t. 31, p. 259. (Nota modificada por el E. del sitio web)].

Otros documentos relacionados:

  • Eduardo Torres-Cuevas: “Hacia una interpretación del obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos”, Obispo de Espada. Papeles, ensayo introductorio, selección y notas Eduardo Torres-Cuevas, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 1999, pp. 1-153.
  • Antonio López Prieto: “El obispo Espada. Sus virtudes, sus méritos y su apostolado”, Revista de Cuba, La Habana, 1881, t. 9.
  • Francisco González del Valle: El obispo Espada, La Habana, Archipiélago, 1928.
  • César García Pons: El obispo Espada y su influencia en la cultura cubana, Ministerio de Educación, Habana, 1951.
  • Espada. Ser y hacer sobre el lecho de un volcán, documental divulgativo dirigido por Ángel Kataraín. Pertenece a la serie “Siete calles de La Habana”. http://www.semillaseneltiempo.com
  • Consolación Fernández Mellén: Iglesia y poder en La Habana: Juan José Díaz de Espada, un obispo ilustrado, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2014.
  • Personajes de Álava. Juan José Díaz de Espada, obispo de La Habana, Museo de Bellas Artes de Álava, 2016.

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Obispo de Espada: “Diezmos reservados”, Obispo de Espada. Papeles, ensayo introductorio (“Hacia una interpretación del obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos”), selección y notas de Eduardo Torres-Cuevas, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 1999, pp. 206-256.

[2] “Para realizar sus propósitos mostró un carácter férreo y un excepcional espíritu de lucha que lo llevó a enfrentarse a importantes esferas de poder, desde los grandes hacendados cubanos, hasta el propio papado. No hubo en la historia eclesiástica de Cuba, ni antes ni después, quien librara una batalla tan desigual por el pueblo humilde. Ni tampoco, durante los primeros siglos, quien, con un proyecto coherente y moderno, efectuara en la esfera cultural una obra de tal magnitud como la suya”. (Eduardo Torres-Cuevas: “Hacia una interpretación del obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos”, Obispo de Espada. Papeles, ensayo introductorio, selección y notas de Eduardo Torres-Cuevas, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 1999, p. 3).

“Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, segundo Obispo de La Habana, un ilustrado formador de hombres, uno que vio las necesidades que apuntaban a un siglo nuevo donde la iglesia debía reformarse; mecenas del arte y la literatura; promotor de la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País, a imagen y semejanza de la vascongada; objetor de la esclavitud africana; amante de la salud pública, propugnador de las vacunaciones pues todo niño bautizado debía ser niño vacunado, extinguiendo de esta manera el estigma de la posición social.

Fue el Obispo Espada el que promovió y alentó al joven presbítero Félix Varela, creándolo primer profesor de Derecho Constitucional, según el texto proclamado en España en 1812 y más tarde, lo persuadiría de la necesidad de actuar en política por el bien y al servicio de la sociedad y la Iglesia”. (Eusebio Leal Spengler: “Lectio Magistralis”, Honda. Revista de la Sociedad Cultural José Martí, La Habana, septiembre de 2019-septiembre de 2020, no. 57, pp. 33-34).

[3] Obispo de Espada: “Edicto de campanas”, Obispo de Espada. Papeles, ob. cit., pp. 157-158.

[4] Véase Obispo de Espada: “Mandato contra los matrimonios clandestinos”, Obispo de Espada. Papeles, ob. cit., pp. 159-160.

[5] “La labor creativa de Espada cubrió todas las esferas de la actividad sociocultural del país. Las cubrió en profundidad y bajo una concepción modernizadora y progresista dentro de los cánones de su época. Por ello, su significación en el proceso de surgimiento de la nacionalidad cubana y en toda la amplia expresión de una cultura naciente resulta enorme. Esa actividad creadora tuvo mayor trascendencia y mayor permanencia, en lo concerniente a la búsqueda y consolidación de una expresión intelectual de la cultura cubana”. (Eduardo Torres-Cuevas: “Hacia una interpretación del obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos”, ob. cit., p. 62).

[6] Véase Obispo de Espada: “Exhortación al uso general de la vacuna”, Obispo de Espada. Papeles, ob. cit., pp. 201-205.

[7] Eduardo Torres-Cuevas: “Hacia una interpretación del obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos”, ob. cit., p. 84.

A propósito, Varela escribía: “Poco después formé un elenco en que aún tenía varias proposiciones semejantes a las que llamaron la atención de Escobedo, bien que yo no percibía su semejanza, y cuando se le presentó al señor Espada, dijo este a su secretario: —Este joven catedrático va adelantando, pero aún tiene mucho que barrer: y le hizo notar como inútiles precisamente aquellas proposiciones que yo creía más brillantes. Tomé, pues, la escoba, para valerme de sus frases, y empecé a barrer, determinado a no dejar, ni el más mínimo polvo del escolasticismo, ni del inutilismo, como yo pudiera percibirlo”. (José Ignacio Rodríguez: Vida del presbítero Don Félix Varela, La Habana, Arellano y Cía. Editores, 1944, p. 13).

[8] “Hombre de una época difícil y convulsa, se puso al lado de los pobres y defendió las ideas más avanzadas de su época. La magnitud de la obra de Espada puede medirse por la magnitud de los ataques a que lo sometieron los sectores más reaccionarios y oscurantistas de su época, tanto en Cuba como en España y el Vaticano. Resulta significativo, incluso, que la calumnia haya tenido más fuerza que la verdad en los lugares donde, se supone, debió haber primado la mesura y la objetividad. Pero lo que le dio un carácter especialmente virulento al ataque contra el Obispo de La Habana fue el factor político. Los hombres surgidos al calor de la Santa Alianza combatieron acremente las ideas liberales y constitucionalistas. Mas, en Cuba se preserva el recuerdo de la obra de Espada como el más brillante momento del catolicismo insular. Allí, en los orígenes mismos de la cultura cubana, está su mano, su obra y su pensamiento. Porque la primera expresión intelectual de esa cultura tiene la huella indeleble del vasco que durante 30 años vivió como cubano y sirvió a nuestra patria hasta que esta tierra cálida lo acogió en su seno. Hay hombres que son como su época, nacen y mueren sobre el lecho de un volcán”. (Eduardo Torres-Cuevas: “Hacia una interpretación del obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos”, ob. cit., p. 134).

[9] “Ayer fuimos todos testigos de uno de aquellos rasgos tan elocuentes por sí mismos, que antes se debilitan que se ensalzan con los adornos oratorios. Llevaban los Santos Sacerdotes, en consorcio con los Hermanos de la Caridad, el cuerpo de nuestro venerable como lamentado Prelado, cuando al llegar a la puerta de la Punta, se agolpan multitud de jóvenes de todas profesiones, aunque la mayor parte estudiantes, todos conmovidos con el entusiasmo de su edad, queriendo conducir sobre sus hombros, a porfía, las reliquias mortales de su inmortal Pastor. Así lo verificaron estos mancebos tan decididos como tiernos, hasta llegar al lugar de la sepultura. ¡Oh, juventud divina! ¡Oh época de la vida, la más honrosa para la humanidad porque te dejas regir del corazón sin conocer la ponzoña del egoísmo! Vosotros me conmovisteis, y conmovisteis a todos los presentes, jóvenes compatriotas míos. Vosotros volvisteis a hacer brotar la no agotada fuente de mis lágrimas, y vosotros me hicisteis gustar con noble orgullo que era habanero el corazón que en mi pecho latía”. [José de la Luz y Caballero: “Rasgo de la juventud en el entierro del obispo Espada” (Diario de la Habana, 20 de agosto de 1832), Obras, ensayo introductorio, compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, 5 vol., vol. IV (Escritos sociales, científicos y literarios, presentación de Alicia Conde Rodríguez), p. 303. (N. del E. del sitio web)].

[10] JM: “Antonio Bachiller y Morales”, El Avisador Hispanoamericano, Nueva York, 24 de enero de 1889, OCEC, t. 31, p. 74.