[Y ABRÍ LOS OJOS EN LA LANCHA]
Y abrí los ojos en la lancha, al canto del mar.[1] El mar cantaba. Del Cabo salimos, con nubarrón y viento fuerte, a las diez de la noche;[2] y ahora, a la madrugada,[3] el mar está cantando. El patrón se endereza, y oye erguido, con una mano a la tabla y otra al corazón: el timonel, deja el timón a medio ir: “Bonito eso”: “Eso es lo más bonito que yo haya oído en este mundo”: “Dos veces—no más en toda mi vida he oído yo esto bonito”. Y luego se echa a reír: que los voudous, los hechiceros haitianos,[4] sabrán lo que eso es: que hoy es día de baile voudou en el fondo de la mar,[5] y ya lo sabrán a hora los hombres de la tierra: que allá abajo están haciendo los hechiceros sus encantos. La larga música, extensa y afinada, es como el son unido de una tumultuosa orquesta de campanas de platino. Vibra igual y seguro el eco resonante. Como en ropa de música se siente envuelto el cuerpo. Cantó el mar una hora, más de una hora:—La lancha piafa y se hunde, rumbo a Monte Cristi.
Tomado de José Martí: Diarios de campaña. Edición anotada, investigación y apéndices de Mayra Beatriz Martínez, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2014, p. 48.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Cintio Vitier califica a este bello pasaje como un “poema en prosa de un arte que solo podía dictar la naturaleza”. ( “Música y razón”, Anuario Martiano, La Habana, Sala Martí de la Biblioteca Nacional, 1972, no. 4, p. 373).
[2] Se refiere a las diez de la noche del 4 de marzo de 1895.
[3] Se refiere a la madrugada del siguiente día.
[4] Véase Mónica María del Valle Idárraga: “El negro haitiano y el vudú en el Diario de Montecristi a Cabo Haitiano de José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2020, no. 43, pp. 94-114. (N. del E. del sitio web).
[5] El hecho de que Martí refiera que escucha música como salida del “fondo de la mar” ha de responder, sin duda, a la atmósfera sugestiva que rodea a los hechos e incluso a la poetización de los mismos: con seguridad se desarrollaba algún ritual vodú de medianoche ejecutado en las propias orillas, y muy posiblemente dedicado a Agoué-Taroyo, el loa dueño del mar y de las islas. Para el vodú los momentos culminantes son los solsticios y equinoccios, y también las horas máximas del mediodía y la medianoche, y condicionan determinados rituales. Los creyentes se hallaban, por la fecha que alude el diario martiano, en período de intensa actividad: la cuaresma católica, cuya connotación ha sido asumida por el vodú mediante un proceso de sincretización.