A RAFAEL SERRA[1]

Serra queridísimo:

Por dondequiera que yo ande, hablo de Vd., hablo con Vd., espero en Vd., coraza contra toda maldad, flor de toda ternura, y hermano mío. Esté yo aquí o allá, haga como si lo estuviese yo siempre viendo. No se canse de defender, ni de amar. No se canse de amar.—
Un beso a Consuelo[2]

                                       su

J.Martí

 [Nueva York] En. 30 [1895]

[OC, t. 20, p. 473].

[Archivo de Luis García Pascual. Cotejada con una fotocopia del manuscrito original].

Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. V, p. 50.

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Fina García-Marruz en su ensayo “Las cartas de Martí” (1968), aporta los siguientes argumentos que permiten considerar esta “carta antológica” como uno de los llamados testamentos martianos:

[…] De Serra, se despide también en enero del ‘95: si a Quesada escribe el testamento literario y a Mercado el testamento político, esta carta a Serra es quizás su más personal testamento, las pocas cosas únicas que un padre recuerda a su hijo antes de ir a morir.

La única alusión a sí mismo (“Por donde quiera que yo ande”), apenas deja entrever que va a dar comienzo a su última, incierta, definitiva peregrinación. La reiteración triple (“hablo de Vd., hablo con Vd., espero en Vd.”) muestra, en acelerada gradación, la historia íntima de cualquier afecto hondo: el gozo de comunicarlo a un tercero (“hablo de Vd.”), la incorporación a nuestro propio monólogo (“hablo con Vd.”), la volcadura en el otro (“espero en Vd.”, pues nótese que no dice “espero de Vd.”, expresión más usual pero menos ahondadora), seguida del triple elogio  (“corazón contra toda maldad, flor de toda ternura, y hermano mío”). Y qué inflexión distinta la del tercer miembro de esta frase (“y hermano mío”), después de esa como que abre otra dimensión más grave y como nublada de tristeza. De qué maldades que no nombra ha sido aliviado por su amigo, que es su hermano porque es, como él, corazón y flor, corazón para resistir el mal, flor para padecerlo! El que le escribe apenas si tiene ya atadura carnal a ningún sitio (“Esté yo aquí o allá”). Porque ha escrito alguna vez “Yo me llamo conciencia” es que no nos extraña que diga, con suavidad a un tiempo autoritaria e implorante (“haga como si lo estuviese yo siempre viendo”). Y luego la última advertencia que tanto recuerda las palabras de Cristo (“Un nuevo testamento os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”), advertencia que tiene como las de San Juan de la Cruz, tanto de “aviso” como de “cautela”: “No se canse de amar”, como si supiese por sí mismo, el gran amador, que esta es a veces tarea ardua y sin correspondencia […]. (Fina García Marruz: “Las cartas de Martí”, Temas martianos. Primera serie, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 419-420).

     Por su parte, Cintio Vitier califica esta carta de despedida como “adorable prenda de caridad, estilísticamente dominada por el misterioso tres, que puede leerse así, como un poema:

Serra queridísimo:
Por dondequiera que yo ande,
hablo de Vd.,
hablo con Vd.,
espero en Vd.,
corazón contra toda maldad,
flor de toda ternura,
y hermano mío.
Esté yo aquí o allá,
haga como si lo estuviese yo siempre viendo.
No se canse de defender,
ni de amar.
No se canse de amar”.

[“Los hombres en Martí” (1964), Temas martianos. Primera serie, ob. cit., pp. 140-141. (N. del E. del sitio web)].

[2] Consuelo Serra Heredia, hija de Gertrudis Heredia del Monte y de Rafael Serra Montalvo.