NOTABLE NÚMERO DEL MENSUARIO

DE CIENCIA POPULAR

MODO DE HACER REVISTAS

MATERIAS INTERESANTES Y DIVERSAS

EXPOSICIONES Y LIGEROS COMENTOS

DEL ÚLTIMO OPÚSCULO

DE HERBERT SPENCER “LA FUTURA

ESCLAVITUD”

ANÁLISIS DEL SOCIALISMO

Liebig ha hecho esencia de carne: así las revistas hacen esencia de pensamiento. Solicitada ahora de todas partes por espectáculos maravillosos la inteligencia; apremiados los lectores por la necesidad de aprender mucho, trabajar sin tregua y leer de prisa; obligados los escritores por lo costoso de la vida a dar en forma breve, que halla salida pronta, ideas que hubieran podido tomar forma más durable y artística en un libro,—las revistas salen a luz, llenas de ella, con lo mejor de los mejores, con estudios macizos, en que la necesidad de dar a un público crítico alimento sólido en forma compacta y corta, la relación del precio del trabajo a su mérito, el espoleo de la competencia, y el sensible decoro del talento, fuerzan al trabajador literario a condensar en párrafos que parecen diamantes pulidos o impenetrables fortalezas los frutos de esa ambiciosa observación científica con que hoy se miran, aun por los ojos inquietos de los poetas, los trances de la tierra y los de las pasiones, los gusanos y el vapor de luz de las estrellas, las rocas y las almas.

     Leer una buena revista, es como leer decenas de buenos libros: cada estudio es fruto de investigaciones cuidadosas, ordenados extractos y composición hábil de libros diversos.—Adquiere la mente de los escritores de revistas una disposición especial, que llega a ser naturaleza, en virtud de la cual, cuando un objeto literario les preocupa, todo lo que leen va tomando su camino y dirección, los pensamientos se van alineando y apretando filas, los unos van—como sabiendo lo que debe venir—solicitando a los otros; el revistero, como capitán experimentado, ve los huecos y lados débiles de su falange; y como sabe a qué libros han de ir a buscarse los elementos que faltan, hace como un pintor, que de este color y el otro toma, para dar al lienzo la nota alegre o triste que le falta:—y de este modo sale a luz en las revistas tal artículo de unas cuantas páginas que ha costado a su autor no menos estudio de datos, ingenio de composición, y habilidad de coloreo que un libro detallado, diluido y profundo;—solo que las revistas quieren, a más de autores que sepan escribirlas, público que sepa leerlas.

     El Mensuario de abril

     El número de abril del Mensuario Popular de Ciencia, viene tan sólidamente hecho que pesa como una biblioteca y deja tanto fruto como ella. Un siglo hace, aun después de aquel magnífico estallido de la Revolución Francesa, seno sangriento de que nació el espíritu moderno, publicábanse apenas, en hojas diminutas, chismes de la corte y versos maliciosos, o los sucesos extraños que podían llamar la atención de la desocupada vecindad. Ahora en un solo número de periódico, un pensador, Herbert Spencer, señala el riesgo que ciertos pueblos modernos corren de caer en un degradante socialismo;—un teniente de la armada americana demuestra la posibilidad de construir un ferrocarril eléctrico, perfecto y económico;—Gastón Tissandier explica cómo Roberto Haensel, de Reichenberg,[1] ha logrado fotografiar un relámpago, que en el cielo se abre y serpentea, como en la onda la raíz de una planta acuática;—un doctor en ciencias aconseja que se enseñen las naturales a los discípulos de manera que estos se sientan habilitados para investigar por sí y adquieran el goce del descubrimiento;—un médico prueba que si se sabe hoy más de la manera en que se desenvuelve el germen de la vida, ignórase tanto su origen y naturaleza ahora que se le llama protoplasma, como en los tiempos en que Demócrito y Epicuro reconocían una especie primitiva de materia, cuyos elementos tenían la propiedad de combinarse en diversas e infinitas formas;—estudia otro escritor la química de la cocina: el que le sigue defiende el salutífero derecho de los hombres a adquirir en el examen desapasionado de la naturaleza el conocimiento de la verdad: otro escruta el cráneo humano, y halla el asiento de la facultad de hablar en una porción comparativamente limitada del lóbulo frontal del hemisferio cerebral izquierdo, y añade que jamás acierta el lóbulo a mostrar en todos sus colores y profundidad el pensamiento. Un médico cuenta que lo que el amable Jesús curaba no era la elefantiasis, sino otra lepra que se llama psoriasis; y otro discurre sobre los remedios que ofrece a mano la naturaleza; y mantiene otro que hay más moralidad en ser venturoso que en consumirse en vivir abrasado de amor por los demás.

     Herbert Spencer[2]

     Por su cerrada lógica, por su espaciosa construcción, por su lenguaje nítido, por su brillantez, trascendencia y peso, sobresale entre esos varios tratados aquel en que Herbert Spencer quiere enseñar cómo se va, por la excesiva protección a los pobres, a un estado socialista, que sería a poco un estado corrompido, y luego un estado tiránico. Lo seguiremos de cerca en su raciocinio, acá extractando, allá supliendo lo que apunta; acullá, sin decirlo, arguyéndolo.—¡Pero ¡cómo reluce este estilo de Spencer! No es ese estilo de púrpura romana de Renan, sino cota de malla impenetrable, llevada por robusto caballero. Muévese su lenguaje en ondas anchas, como las que imprime en el océano solemne un imponente vapor trasatlántico. Es su frase como hoja de Toledo[3] noble y recia, que le sirve a la par de maza y filo, y rebana de veras, y saca buenos tajos, y tanto brilla como tunde: derriba e ilumina. Su estilo no tiene muchas piezas, ni las ideas le vienen de pronto y en racimo, y ya en familia y dispuestas a expresión, sino que las va construyendo lentamente, y con trabajoso celo leyéndolas en los acontecimientos. Se inflama a ocasiones en generoso fuego; pero la llama, que brilla entonces intensa, dura poco. Es un estilo de cureña de artillería, hecho como para soportar las andanadas certeras que desde él dispara el pensamiento. Habla, como otros en cuadros, en lecciones; tanto que a veces peca de pontífice. Como en una idea agrupa hechos, en una palabra agrupa ideas. Sus adjetivos le ahorran párrafos. El funcionarismo, que tiene intereses comunes, es “coherente”: el público, que anda suelto y se pone raras veces al habla, es “incoherente”. “Agencias” son las fuerzas sociales. Ve el flujo y reflujo periódico de la vida en los pueblos, como un anatómico ve en las venas el curso de la sangre. Escarda cuidadosamente, entre los hechos diversos, los análogos; y los presenta luego bien liados y en hilera, como soldados mudos, que van defendiendo lo que él dice. Anda sobre hechos. Puede descontar de su raciocinio, como sin duda le acontece, un grupo de sucesos que debiera estar en él, y le hace falta para que no manque; pero no traerá nunca a su milicia formidable revelaciones que no recibe, ni especulaciones teóricas que con razón desdeña. De fijarse mucho en la parte, se le han viciado los ojos de manera que ya no abarca con facilidad natural el todo; por lo que, con tanto estudiar las armonías humanas, ha llegado como a perder interés, y fe por consiguiente, en las más vastas y fundamentales de la naturaleza. Y este aspecto le viene de su gran cordura y honradez; pues ve tanto qué hacer en lo humano, que el estudio de lo extrahumano le parece cosa de lujo, lejana e infecunda, a que podrá entregarse el hombre cuando ya tenga conseguida su ventura: en lo que yerra,—porque si no se les alimenta en la ardiente fe espiritual que el amor, conocimiento y contemplación de la naturaleza originan, se vendrán los hombres a tierra, a pesar de todos los puntales con que los refuerce la razón, como estatuas de polvo. Preocupar a los pueblos exclusivamente en su ventura y fines terrestres, es corromperlos, con la mejor intención de sanarlos. Los pueblos que no creen en la perpetuación y universal sentido, en el sacerdocio y glorioso ascenso, de la vida humana, se desmigajan como un mendrugo roído de ratones.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Liberec, ciudad capital de la región homónima, República Checa.

[2] Véase en OCEC, t. 19, p. 17 el texto “De Herbert Spencer”, publicado en La América, Nueva York, enero de 1884.

[3] Ciudad en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, España.