[¡MALDITA SEA LA PROSPERIDAD A TANTA COSTA!] [1]

Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento.—Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad.

     Y si hay esta diferencia de organización, de vida, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra cabeza imaginativa, y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que solo puede llamarse corazón cubano, ¿cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan?

     Imitemos. ¡No!—Copiemos. ¡No!—Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos. —Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes?

     Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa![2]

[José Martí]

“Cuaderno de apuntes no. 1” [1871-1874], OC, t. 21, pp. 15-16.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] El título es del E. del sitio web.

[2] Nótese la similitud de la expresión con el soneto de Rafael María de Mendive: “Un socialista hambriento”:

―¡Inmundo Nueva York, maldito seas!
Maldita tu opulencia fementida
Becerro de oro, que haces de la vida
Un mercado de carne sin ideas!

(Enrique López Mesa: La comunidad cubana de New York: siglo XIX, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2002, p. 120).