CORRESPONDENCIAPARTICULAR
DE EL PARTIDO LIBERAL
Sumario.—La excomunión del padre McGlynn. ―Curso del conflicto católico en los Estados Unidos.[1]―Lucha inútil de McGlynn por introducir el espíritu y prácticas de la democracia en la Iglesia americana.―Síntesis de los argumentos, discursos y escritos sobre el conflicto.―Actitud de la población católica.―Los secuaces del padre.―El día de la excomunión.―La gente acude en procesiones a oír a McGlynn, y llena dos teatros.―Extraordinaria escena[2] en la Academia de Música. ―Ovación sin ejemplo.―Entrada del Padre.―Incidentes conmovedores.―Su doctrina.―Su oratoria.―Su discurso.―“¡Contigo hasta la muerte!
Nueva York, julio 20 de 1887.
Sr. Director de El Partido Liberal:
Aquel sacerdote de vida pura que estudió la Iglesia con el filial cariño que tienen por ella los irlandeses y los polacos; aquel varón de cuerpo y alma atléticos que en el goce de consolar males ajenos halló modo feliz de no sentir los propios; aquel párroco fuerte que antes que ceder de su derecho de hombre a pensar por sí en los peligros y remedios de la patria, ha consentido en que el Papa fulmine sobre él la excomunión mayor,[3] que resbala sobre su virtud como sobre el acero una gota de agua; aquel McGlynn de bravo corazón en quien, a lo que su pueblo se degrada y pudre, vuelve a encarnarse el soberano espíritu de rebeldía y examen, a que deben los hombres su adelanto, y su oreo y saneamiento las naciones; aquel católico ardiente que ha hallado natural manera de servir con el alma de Hutten y de Zwingli[4] a la libertad sin que se entibien en él ni en sus feligreses el culto pintoresco y la fe activa del dogma,—ha sido al fin excomulgado por el Papa.[5]
¿Conque[6] el que sirve a la libertad, no puede servir a la Iglesia? ¿Conque hoy, como hace cuatro siglos, el que se niega a retractar la verdad que ve, y que la Iglesia acata donde no puede vencerla, o tiene que ser vil, y negar lo que está viendo, o en pago de haber levantado en una diócesis corrompida un templo sin mancha, es echado al estercolero, sin agua bendita ni suelo sagrado para su cadáver? ¿Conque la Iglesia se vuelve contra los pobres que la sustentan y los sacerdotes que estudian sus males, y echa el cielo en la hora de la hiel del lado de los ahítos, y arremete con ellos, como en los tiempos del anatema y la flor del papado, contra los que no hallan bien que las cosas del mundo anden de modo que un hombre vulgar acumule sin empleo lo que bastaría a sustentar a cincuenta mil hombres? ¿Conque la Iglesia no aprende historia, no aprende libertad, no aprende economía política? ¿Conque cree que este mundo de ahora se gobierna a cuchicheos y villanías, de barragana hedionda en rey idiota, de veneno en cuchillo, de calabozo en pica, de chisme en intriga, de augurio en excomunión, de complicidad en venta, como en los tiempos de Estes,[7] Sforzas[8] y Gonzagas?[9]
¡Ah, no! El mundo ha crecido. Queda aquella caballerosa condición del alma, por la que el hijo ama la fe paterna como voz que no muere, y cuerpo que no se pudre, de sus padres. Queda aquella primera marca de las aulas, que aturde el espíritu y quema en él la yerba, como quema la marca el cabello en la piel de los brutos: ¡tiene el mundo quien tiene el poder de poner sobre los niños las primeras manos! Queda, en la sordidez perpetua humana, aquel inexhausto y dócil anhelo de los corazones, altos como llanos, flojos como viriles, por un país de piedad y un mar sin ruido donde se vive sin crimen y sin odio, y halle el alma su asiento, que el ignorante busca sin saberlo, y el que conoce, con el cansancio de conocer, espera airado. Queda aquella poesía innata en el alma, más exigente mientras menos culta, y a cuya actividad involuntaria o torpe dan pueblo alado y regocijo hecho los mitos religiosos, o aquellos símbolos enriquecidos con lo que la mente levantisca añade o forja, en los que el que mira de prisa cree ver a Dios, cuando lo que está viendo lo es de veras, porque es el hombre. Por eso, porque nacen de la esencia del alma y se fabrican naturalmente de sus elementos, perduran, entre los cultos como los salvajes, las religiones. Pero aquellos emperadores despavoridos que iban envueltos en sayales, desmelenados y descalzos, a tocar en la puerta de hierro del Pontífice prepotente, para que les sacase, como un manto de zarzas, la excomunión divina; aquellas hordas de labriegos testudos, sin más vestir que el sayo, supersticiosos y bestiales, calzados de alpargatas; aquel pueblo de ayer, crudo y espantadizo, está tomando asiento delantero, y viendo cómo limpia el templo humano de víboras y momias. De vez en cuando es necesario sacudir el mundo, para que lo podrido caiga a tierra.
¿Que se ejercita el hombre en vano? ¿Que[10] no madura, desde Delfos[11] hasta América? ¿Que, poseyendo razón suya, ha de pedírsela al oráculo? ¿Que cree como antes en Velledas, en Piaatnas, en Mokannas? Ya ha arrancado su velo a los profetas; ha visto por dentro el andamio vestido de elefante donde entraba el augur a fingir la palabra divina; ya ha desmontado a Juggernaut terrible, y visto que no era más que una armazón ventruda de madera.
Las religiones todas son iguales: puestas una sobre otra, no se llevan un codo ni una punta: se necesita ser un ignorante cabal, como salen tantos de universidades y academias, para no reconocer la identidad del mundo. Las religiones todas han nacido de las mismas raíces, han adorado las mismas imágenes, han prosperado por las mismas virtudes y se han corrompido por los mismos vicios. Las religiones, que en su primer estado son una necesidad de los pueblos débiles, perduran luego como anticipo, en que el hombre se goza, del bienestar final poético que confusa y tenazmente desea. Las religiones en lo que tienen de durable y puro, son formas de la poesía que el hombre presiente fuera de la vida, son la poesía del mundo venidero: ¡por sueños y por alas los mundos se enlazan!: giran los mundos en el espacio unidos, como un coro de doncellas, por estos lazos de alas. Por eso la religión no muere, sino se ensancha y acrisola, se engrandece y explica con la verdad de la naturaleza y tiende a su estado definitivo de colosal poesía. Las religiones todas; fuera de aquellas ya aventadas que en anuncio de la final religión poética han[12] establecido la razón, tienen sus milagros, sus arúspices, sus oráculos, sus ídolos, sus Juggernaut[13] que tunden y fulminan, hasta que, negados los fieles a creer que la palabra de Dios sea enemiga del albedrío,[14] condiciones y virilidad que nacen con el hombre, se acercan a Juggernaut con maza en mano, le desciñen el manto, le quitan las faldas de forma de flores, le quiebran el vientre esférico, le levantan el capuz funeral, orlado de luminosa pedrería, y en vez de la palabra de Dios, a que enseguida corren a alzar templo, encuentran un tablón viejo y roído, con los pies y las manos de cartón pintado, como los gigantes de las ferias.—Así, montados en ira por la desvergüenza con que la Iglesia oficial trafica en sus derechos de hombres libres, tratan los católicos de New York, maza en mano, al poder papal que excomulga en mal hora al cura virtuoso.
Al fin se está librando la batalla. La libertad está frente a la Iglesia. No combaten la Iglesia sus enemigos, sino sus mejores hijos. ¿Se puede ser hombre y católico o para ser católico se ha de tener alma de lacayo? Si el sol no peca con lucir ¿cómo he de pecar yo con pensar? ¿Dónde tienes tú escrita, arzobispo: Papa, dónde tienes tú escrita la credencial que te da derecho a un alma? Ya no vestimos sayo de cutí, ya leemos historia, ya tenemos curas buenos que nos expliquen la verdadera teología, ya sabemos que los obispos no vienen del cielo, ya sabemos por qué medios humanos, por qué conveniencias de mera administración, por qué ligas culpables con los príncipes, por qué contratos inmundos e indulgencias vergonzosas se ha ido levantando, todo de manos de hombres, todo como simple forma de gobierno, ese edificio impuro del papado!
Como si los hubieran citado a batalla salieron de sus casas los católicos la mañana en que se publicó la excomunión. ¡Ni un santo descolgó de la pared ninguna de aquellas devotas, ni un solo dogma suspendió en sus rezos! “Dios mío, ¿qué ha hecho este padre de los pobres,[15] este enamorado de la Iglesia, este cura de almas para que lo echen de su altar esos codiciosos, intrigantes, glotones, lamerricos, que viven chismeando como dueñas y aleteando como brujas, en el arzobispado de mármol? ¿Conque el Papa lo ha excomulgado, y mi conciencia no me remuerde, sino que me llena de ardor, y Dios me dice de adentro que vaya a besar la mano al Padre, y porque se las voy a mandar con mi hijo, me parecen más lindas las rosas?”—Y los hombres, con las levitas a medio poner, daban con el puño sobre los diarios, en los corrillos de las aceras: “¡Como si un italiano que no sabe dónde está New York, pudiera venir a decirnos cómo debemos cobrar en New York las contribuciones! Conque el sol no se enoja porque se le diga que tiene manchas, ¿y el hijo de un país libre, porque lleva la túnica del que murió por sacar a los hombres de pena, no puede decir, cuando ya se tiene el hambre encima, cómo se remedia el hambre?”—“Di[16] Smith,[17] ¿te sientes tú excomulgado?”—“No, para, me parece que empiezo a ser católico ahora”.—Así al llegar la noche, cuando se acercó la hora en que Eduardo McGlynn, expulso de la Iglesia aquella mañana, debía hablar en la reunión del domingo de la Sociedad contra la Pobreza, miles de católicos, vestidos de fiesta, acudían de todos los barrios de la ciudad y los pueblos vecinos,—la abuela, la madre, el hombre mayor, los niños y las niñas,—a recibir al excomulgado!
No era la hez de las ciudades europeas que viene aquí ya a medio podrir, y como torre viva hincha las casas fétidas de los barrios bajos, y horada y hormiguea, como los gusanos en los quesos: era la castallana, la familia burguesa, el periodista generoso, el pensador desinteresado y grave, los americanos nacidos de Irlanda, el obrero alemán que canta y lee: era la gente justa, educada racionalmente en el trabajo, que sabiendo en conciencia que en las buenas obras no puede haber mal, da de lado,[18] como a indigna estantigua, al que usa el nombre de Dios para castigar al que obra bien.
¡Oh! la ciencia que se aprende en el libro de todos los días, con la pluma, con las bridas, con el componedor, con el cepillo, con la lezna! La verdad se revela al hombre en el trabajo con tal poder y armonía que no hay Papa que pueda conmover en las almas de los trabajadores la superior justicia que les ha enseñado el mundo.
Pues qué: ¿ni la libertad había de abatir la iglesia corrompida? ¿Los apetitos, habían de vencer otra vez a los derechos? Como un pulpo, braceando en la sombra, se le iba viniendo encima el mal catolicismo a la República. Se le entraba pidiendo vestido de mujer, con un huerfanito de la mano, “para los huérfanos”. Les dieron tierras, les fabricaron casas. El centavo irlandés da para todo: para hospitales, para conventos, para asilos, para templos de piedra, para palacios de mármol. Al principio, mientras les resbalaba el pie,[19] ¡qué obsequiosos con la libertad!,[20] ¡ellos no pedían nada, más que un rincón donde alabar a Dios! ¡excelentes las escuelas públicas!,[21] ¡la Iglesia y la libertad pueden vivir unidas!: todo era sonrisas, facilidades, hacerse a un lado para no estorbar el paso, oír amablemente la opinión ajena. Pero las iglesias se juntan, las de la religión como las de la política: ¡los intereses reúnen hasta lo que ha dividido la fe!: las autoridades, por instinto, se coaligan contra los que padecen de ellas. Así hablaba la Iglesia:—Al político: “Dame esta tierra, esta ley, este derecho exclusivo: yo haré que vote por tu candidato mi rebaño”. Al rico: “Las masas se están echando encima: solo la Iglesia prometiéndoles justicia en el cielo, puede contenerlas: es necesario hacer frente a las masas”. Al pobre: “La pobreza es divina: ¿qué cosa más bella que un alma fortificada por la resignación?: allí en el cielo se encuentra luego el premio y el descanso!”—Y aquí, donde cada mañana, como se avienta en la era el trigo, se avienta al sol la vida pública; donde todo se inquiere y se comenta; donde lo descarnado y ansioso de la existencia habitúa al hombre a la realidad brutal; aquí, entre esta gente sanguínea y musculosa, hecha a la verdad y el puñetazo, ¿no habían de verse esos comercios, esas traiciones, del voto católico a los políticos, esas ventas, esas ligas de los ricos de todas las sectas, esa osadía de hablar de la pobreza de Jesús y vivir de faisán con vino de oro en pompa de palacio, deslizando la púrpura suave entre altas damas, que gusten de los clérigos blandílocuos? Así, cuando cayeron sobre el piadoso sacerdote que con la discreción de la sabiduría busca remedio en las leyes para evitar la revuelta sangrienta de los desesperados, se alzó contra estas excrecencias de Jesús el pueblo que lo ama, y a la excomunión de la Iglesia, que castiga al buen cura por servir al hombre, ha respondido el pueblo de Jesús excomulgando a la Iglesia. ¡Esa es nuestra Iglesia, ese cura pálido!
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véase la crónica “El conflicto religioso en los Estados Unidos”, publicada en La Nación, de Buenos Aires, el 4 de septiembre de 1887. (OCEC, t. 26, pp. 88-100).
[2] Acto celebrado el 17 de julio en la Academia de Música de Nueva York.
[3] La orden de excomunión fue firmada en Roma el 4 de julio de 1887.
[4] Errata en El Partido Liberal. En español suele escribirse Zwinglio. Huldrych Zwingli.
[5] El papa León XIII decidió la excomunión de McGlynn. Tuvo gran peso en la decisión su defensa de las ideas de Henry George y su respaldo, en las elecciones de 1886, para la alcaldía de Nueva York en contra del mandato del arzobispo neoyorquino que apoyaba al candidato demócrata Abram Hewitt.
[6] En El Partido Liberal, en este párrafo, siempre: “Con que”.
[7] Familia aristocrática de origen lombardo.
[8] Errata en El Partido Liberal: “Esforzas”. Familia de rancia nobleza italiana.
[9] Dinastía italiana.
[10] Coma en El Partido Liberal.
[11] Ciudad de la antigua Grecia donde se encontraba el oráculo del dios Apolo.
[12] Errata en El Partido Liberal: “ha”.
[13] Errata en El Partido Liberal: “Juggenaut”.
[14] Punto y coma en El Partido Liberal.
[15] Errata en El Partido Liberal: “padres”. Se sigue la lección de La Nación.
[16] Errata en El Partido Liberal: “Dr.”.
[17] Nombre alegórico para nombres muy comunes en Estados Unidos.
[18] Errata en El Partido Liberal: “todo”. Se sigue la lección de La Nación.
[19] Se añade coma.
[20] Ídem.
[21] Ídem.