JOSÉ D. POYO
Con razón decía Ramón Meza una vez: “la calumnia rastrera, que sigue con sus fauces nauseabundas y abiertas los talones de los que por sus méritos se elevan a alguna altura sobre el vulgo de las gentes”. José Dolores Poyo ha servido a su patria demasiado bien, ha sido un cubano tenaz y hombre demasiado virtuoso, para que un bribón cualquiera, o el gobierno que los paga o se vale de ellos, no intentase deslucir su nombre. Afirmó un mal aconsejado una falsedad sobre José Dolores Poyo, desde el seguro de la Habana, referente a la época en que fue el patriota leal, allá antes de la guerra, empleado en la Gaceta de la Habana. Con palabras como latigazos castigó Poyo desde El Yara al calumniador. Lo persiguió en la Habana por apoderado ante el Juez, y ahora el que le quiso deslucir la fama y cuyo nombre callamos, por piedad y aseo,—se retracta ampliamente en Las Avispas y en La Discusión, y declara haber oído, de los labios mismos del director de la Gaceta, que: “el Sr. Poyo desempeñó siempre su cargo con probidad y honradez”. La vida de José Dolores Poyo era de antemano respuesta suficiente a la calumnia: solo, durante veinticinco años, en el remolino de todas las pasiones de la revolución y de una sociedad híbrida y novicia; él es la voz y la energía, él es la constancia y la pulcritud, él es el hombre pobre que lleva a su casa el pan limpio de su trabajo claro y humilde, él es el diario, generoso y libre, de la revolución.
Patria, Nueva York, 9 de marzo de 1894, no. 102, p. 3. (No aparece en la edición de las Obras completas).