Mírala: Es negra! Es torva! Su tremenda
Hambre la azuza. Son sus dientes hoces;
Antro su fauce; secadores vientos
Sus hálitos; su paso, ola que traga
Huertos y selvas; sus manjares, hombres.
Viene! escondeos, oh caros amigos,
Hijo del corazón, padres muy caros!
Do asoma, quema; es sorda, es ciega:—El hambre
Ciega el alma y los ojos. Es terrible
El hambre de la Muerte!
No es ahora
La generosa, la clemente amiga
Que el muro rompe al alma prisionera
Y le abre el claro cielo fortunado;
No es la dulce, la plácida, la pía
Redentora de tristes, que del cuerpo,
Como de huerto abandonado, toma
El alma adolorida, y en más alto
Jardín la deja, donde blanda luna
Perpetuamente brilla, y crecen solo
En vástagos en flor blancos rosales:
No la esposa evocada; no la eterna
Madre invisible, que los anchos brazos,
Sentada en todo el ámbito solemne,
Abre a sus hijos, que la vida agosta;
Y a reposar y a reparar sus bríos
Para el fragor y la batalla nueva
Sus cabezas igníferas reclina
En su puro y jovial seno de aurora.
No: aun a la diestra del Señor sublime
Que envuelto en nubes, con sonora planta
Sobre cielos y cúspides pasea;
Aun en los bordes de la copa dívea
En colosal montaña trabajada
Por tallador cuyas tundentes manos
Hechas al rayo y trueno fragorosos
Como barro sutil la roca herían;
Aun a los lindes del gigante vaso
Donde se bebe al fin la paz eterna,
El mal, como un insecto, sus oscuros
Anillos mueve y sus antenas clava,
Artero,[2] en los[3] sedientos bebedores!
Sierva es la Muerte: sierva del callado
Señor de toda vida: salvadora
Oculta de los hombres! Mas el ígneo
Dueño a sus siervos implacable ordena
Que hasta rendir el postrimer aliento
A la sombra feliz del mirto de oro,
El bien y el mal el seno les combatan;
Y solo las eternas rosas ciñe
Al que a sus mismos ojos el mal torvo
En batalla final convulso postra.
Y pío entonces en la seca frente
Da aquel, en cuyo seno poderoso
No hay muerte ni dolor, un largo beso.
Y en la Muerte gentil, la Muerte misma,
Lidian el bien y el mal…! Oh dueño rudo,
A rebelión y a admiración me mueve
Este misterio de dolor, que pena
La culpa de vivir, que es culpa tuya,
Con el dolor tenaz, martirio nuestro!
¿Es tu seno quizá tal hermosura
Y el placer de domar la interna fiera
Gozo tan vivo, que el martirio acaso mismo[4]
Es precio pobre a la final delicia?[5]
¡Hora tremenda y criminal, Oh Muerte,
Aquella en que en tu seno generoso
El hambre ardió, y en el ilustre amigo
Seca posaste la tajante mano!
No es, no, de tales víctimas tu empresa
Poblar la sombra! De cansados ruines,
De ancianos laxos, de guerreros flojos
Es tu oficio poblarla, y en tu seno
Rehacer al viejo la gastada vida
Y al soldado sin fuerzas la armadura.
Mas el taller de los creadores sea,
Oh Muerte! de tus hambres reservado!
Hurto ha sido; tal hurto, que en la sola
Casa, su pueblo entero los cabellos
Mesa, y su triste amigo solitario
Con gestos grandes de dolor sacude,
Por él clamando, la callada sombra!
Dime, torpe hurtadora, di el oscuro
Monte donde tu recia culpa amparas;
Y donde con la seca selva en torno
Cual cabellera de tu cráneo hueco,
En lo profundo de la tierra escondes
Tu generosa víctima! Di al punto
El antro, y a sus puertas con el pomo
Llamaré de mi espada vengadora!
Mas, ay! ¿Qué a do me vuelvo? Qué soldado
A seguirme vendrá? Capua[6] es la tierra,
Y de orto a ocaso, y a los cuatro vientos,
No hay más, no hay más que infames desertores,
De pie sobre sus armas enmohecidas
En rellenar sus arcas afanados.
No de mármol son ya, ni son de oro,
Ni de piedra tenaz o hierro duro
Los divinos magníficos humanos.
De algo más torpe son: jaulas de carne
Son hoy los hombres, de los vientos crueles
Por mantos de oro y púrpura amparados,
Y de la jaula en lo interior, un negro
Insecto de ojos ávidos y boca
Ancha y febril, retoza, come, ríe!
Muerte! el crimen fue bueno: guarda, guarda
En la tierra inmortal tu presa noble![7]
[Mc. en CEM]
Tomado de José Martí: “Flor de hielo”, Versos libres, Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2007, t. 14, pp. 206-209.
Notas:
Véase Abreviatura y siglas
[1]Mecanuscrito en tinta azul.
Sobre la génesis de este poema, Martí escribió a Manuel Mercado: “Pero ahora supe, por carta del fidelísimo Heberto, que Ocaranza ha muerto. Salió a los labios, en versos que le envío, todo el amor dormido en mi alma. Mi hermana, y V., y su casa, y su tierra llenan esos versos en que no se habla de ellos.—Y ¡es tan raro ya que yo los haga! Estos no los hice yo, sino que vinieron hechos. Que padecí—no he de decírselo: me pareció que me robaban algo mío, y me revolví contra el ladrón. Ya no vive tan buena criatura, que amó lo que yo amo: me queda al menos el consuelo de honrarlo.—Yo no me doy cuenta de si valen algo, o nada valen, y son desborde monstruoso de la fantasía, y no construcción sana, los versos que le mando. Como los escribí, interrumpiendo un trabajo premioso que me llevaba ya ocupado, y con el cerebro inflamado, días y noches,—en el punto mismo en que recibí la carta de Heberto—se los envío. Si le parecen bien, publíquelos. Si no—agradézcame el amor con que los hice, y regáñeme por mi obra ruin.—¡Cuánta bondad y grandeza se llevó el que ha muerto! ¡Qué recado tan bello acerca de V. me mandó con mi amigo Bonalde! ¡Con qué triste ternura miro ahora aquel bosquejo suyo del bosque de Chapultepec, que ha ido paseando por unas y otras tierras mi fidelidad, y el mérito del más original, atrevido y elegante de los pintores mexicanos!—¿Qué habrá sido, Mercado, de aquel bosquejo de cuerpo entero de mi hermosa Ana que una vez vi en su cuarto? ¿A qué manos irá a dar si no es a las de V., en que sea tan bien estimado como en las mías? Dígame qué es del cuadro, y si podría yo tenerlo. ¡Qué regalo para mis ojos, si pudiera yo ver constantemente ante ellos aquella esbelta y amante figura! Me parecería que entraba en posesión de gran riqueza”. [JM: “Carta a Manuel Mercado”, Nueva York, 11 de agosto [de 1882], OCEC, t. 5, pp. 340-341. (N. del E. del sitio web)].
[2]Esta palabra añadida con tinta negra en el margen izquierdo del verso.
[3]Tachado a continuación: “bravos”.
[4]Esta palabra añadida a continuación del verso con tinta negra.
[5]Comprar no puede el goce
de la vida
(Roto el papel al comienzo y final de esta variante, que aparece añadida con tinta negra a continuación del verso).
[6]Ciudad en la región de Campania, Italia, que se entregó a Aníbal durante la segunda guerra púnica. Hoy llamada Santa María Capua Veter.
[7]Se añade signo de admiración. Se sigue la lección de Poesía Completa. Edición Crítica, La Habana, Letras Cubanas, 2008, t. 1, p. 164, por estar roto el mecanuscrito.