EL YARA
Hay tanta cobardía en el aplauso lisonjero, dado a hora interesada por quien en su persona e ideas pudiera beneficiar de la lisonja, como en negar el aplauso justo a quien lo merece, por el miedo de parecer parcial con los de la casa propia, con los que han dado pruebas excepcionales de la virtud y tesón con que se fundan los pueblos, del “valor del león” que, al decir de un buen juez, “es la primera de las virtudes”. Y al ver Patria llegar a su mesa, en la fuerza y hermosura de sus tipos nuevos y tamaño mayor, el único diario de los cubanos en el destierro fatigoso y pobre, al libre Yara de Key West, se nos sale del corazón un justo grito de orgullo, y enviamos por sobre la mar la palabra de hermano.
En la fatiga de crear, de juntar lo que tenemos, de salvarnos de los obstáculos, algunos de naturaleza increíble, que un enemigo corruptor pone en nuestro camino, no ha tenido el redactor de Patria que tenía sobre sí esa obligación, tiempo para poner donde se la vea la historia de ciertos hombres de singular valer que hasta hoy llevan escrito más de sus vidas con sus obras, que con las palabras en que las han de grabar los cubanos agradecidos. De la república del Cayo, por ejemplo; del Cayo informe al principio, agregado luego en el conjunto social, glorioso siempre y a veces sublime; de los hombres directos, radicales e invictos del Cayo, que de la masa confusa del patriotismo emigrado y la levadura a menudo envenenada de la Habana infeliz, han levantado una ciudad de hogares, de escuelas, de liceos, de fábricas, de templos nuevos de amor y razón, no ha podido Patria, contar, para ejemplar de nuestro país y enseñanza de los que desconfían de él, los méritos que conmueven con justicia a cuantos en el valer original de los cubanos en condiciones desfavorables u hostiles, ven la prueba de la dicha futura de Cuba en condiciones normales y amigas. Patria, entre otras, contará un día la vida útil y enérgica y los singulares del cubano de Key West: del director de El Yara, José Dolores Poyo.
Hoy rinde de pasada este tributo al desinterés, a la firmeza, a la independencia, a la lealtad de un hombre que, sin más caudal que su indómita hombría y la familia culta y resignada que lo adora, ha levantado, en un puño de tierra herido a veces por fieras pasiones, el diario de la libertad que en más de una agonía se sustentó del pan que el padre valiente quitaba a sus hijos. Solo quien sabe de periódicos, y de lo costoso del desinterés, puede estimar de veras la energía, la tenacidad, los sacrificios, la prudencia, la fuerza de carácter que revela la aparición de un diario honrado y libre en una ciudad ambulante e insegura, en un cayo de arena. Se piensa en el luchador que, cubierto de polvo, se alza del golpe que pareció mortal, y acomete con más fuerza y bravura.
Patria, Nueva York, 24 de marzo de 1893, no. 54, p. 2. (No aparece en la edición de las Obras completas).