Y todo eso lo dice en frase apocalíptica. ¿Rimas o acentos? Oh, no! Su ritmo está en las estrofas, ligadas, en medio de aquel caos aparente de frases superpuestas y convulsas, por una sabia composición que distribuye en grandes grupos musicales las ideas, como la natural forma poética de un pueblo que no fabrica piedra a piedra, sino a enormes boqueadas.
El lenguaje de Walt Whitman, enteramente diverso del usado hasta hoy por los poetas, corresponde por la extrañeza y pujanza a su cíclica poesía y a la humanidad nueva, congregada sobre un continente fecundo con portentos tales, que en verdad no caben en liras ni serventesios remilgados![47] Ya no se trata de amores escondidos, ni de damas que mudan de galanes, ni de la queja estéril de los que no tienen la energía necesaria para domar la vida, ni la discreción que conviene a los cobardes. No de rimillas se trata, y dolores de alcoba, sino del nacimiento de una era, del alba de la religión definitiva, y de la renovación del hombre: trátase de una fe que ha de sustituir a la que ha muerto, y surge con un claror radioso de la arrogante paz del hombre redimido: trátase de escribir los libros sagrados de un pueblo que reúne, al caer del mundo antiguo, todas las fuerzas vírgenes de la libertad a las ubres y pompas ciclópeas de la salvaje naturaleza: trátase de reflejar en palabras el ruido de las muchedumbres que se asientan, de las ciudades que trabajan, de los mares y los ríos esclavos. ¿Apareará consonantes Walt Whitman y pondrá en mansos dísticos estas montañas de mercaderías, bosques de espinas, pueblos de barcos, combates donde se acuestan a abonar el derecho millones de hombres, y sol que en todo impera y se derrama con límpido fuego por el vasto paisaje?
¡Oh! no, Walt Whitman habla en versículos, sin música aparente, aunque a poco de oírla se percibe que aquello suena como el casco de la tierra cuando vienen por él, descalzos y gloriosos, los ejércitos triunfantes. En ocasiones parece el lenguaje de Whitman el frente colgado de reses de una carnicería; otras parece un canto de patriarcas, sentados en coro, con la suave tristeza del mundo a la hora en que el humo se pierde en las nubes: suena otras veces como un beso brusco, como un forzamiento, como el chasquido del cuero reseco que revienta al sol; pero jamás pierde la frase su movimiento rítmico de ola. Él mismo dice cómo habla, “en alaridos proféticos”:[48] “estas son, dice, unas pocas palabras indicadoras de lo futuro”.[49] Eso es su poesía, índice: el sentido de lo universal pervade el libro y le da, en la confusión superficial una regularidad grandiosa; pero sus frases desligadas, flagelantes, incompletas, sueltas, más que expresan, emiten: “lanzo mis imaginaciones sobre las canosas montañas”: “di tierra, viejo nudo montuoso, ¿qué quieres de mí?” “hago resonar mi bárbara fanfarria sobre los techos del mundo”.[50]
No es él, no, de los que echan a andar un pensamiento pordiosero, que va tropezando y arrastrando bajo la opulencia visible de sus vestiduras regias. Él no infla tomeguines para que parezcan águilas: él riega águilas, cada vez que abre el puño, como un sembrador riega granos. Un verso tiene cinco sílabas: el que le sigue cuarenta, y diez el que le sigue. Él no esfuerza la comparación, y en verdad no compara sino que dice lo que ve o recuerda con un complemento gráfico e incisivo, y dueño seguro de la impresión de conjunto que se dispone a crear, emplea su arte, que oculta por entero en reproducir los elementos de su cuadro con el mismo desorden con que los observó en la naturaleza. Si desvaría, no disuena, porque así vaga la mente sin orden ni esclavitud de un asunto a sus análogos; mas luego, como si solo hubiese aflojado las riendas sin soltarlas, recógelas de súbito, y guía de cerca con puño de domador la cuadriga encabritada sus versos van galopando, y como engullendo la tierra a cada movimiento: unas veces relinchan ganosos, como cargados sementales; otras, espumantes y blancos, ponen el casco sobre las nubes; otras se hunden, osados y negros, en lo interior de la tierra, y se oye por largo tiempo el ruido. Esboza, pero dijérase que con fuego. En cinco líneas agrupa, como un haz de huesos recién roídos, todos los horrores de la guerra. Un adverbio le basta para dilatar o recoger la frase, y un adjetivo para sublimarla. Su método ha de ser grande, puesto que su efecto lo es; pero pudiera creerse que procede sin método alguno; sobre todo en el uso de las palabras, que mezcla con nunca visto atrevimiento; poniendo las augustas y casi divinas al lado de las que pasan por menos apropiadas y decentes. Ciertos cuadros no los pinta con epítetos, que en él son siempre vivaces y profundos, sino por sonidos, que compone y desvanece con destreza cabal, sosteniendo así con el turno de los procedimientos el interés que la monotonía de un modo exclusivo pondría en riesgo. Por repeticiones, atrae la melancolía, como los salvajes. Su cesura, inesperada y cabalgante, cambia sin cesar, y sin conformidad a regla alguna, aunque se percibe un orden sabio en sus evoluciones, paradas y quiebros. Acumular le parece el mejor modo de describir, y su raciocinio no toma jamás las formas pedestres del argumento ni las altisonantes de la oratoria, sino el misterio de la insinuación, el fervor de la certidumbre y el giro ígneo de la profecía. A cada paso se hallan en su libro estas palabras nuestras: “Viva, camarada, libertad, americanos”. Pero ¿qué pinta mejor su carácter que las voces francesas que con arrobo perceptible y como para dilatar su significación, incrusta en sus versos?: Ami, exalté, accoucher, nonchalant, ensemble: ensemble[51] sobre todo le seduce, porque él ve el cielo de la vida de los pueblos, y de los mundos. Al italiano ha tomado una palabra: bravura!
Así celebrando el músculo y el arrojo; invitando a los transeúntes a que pongan en él sin miedo su mano al pasar; oyendo, con las palmas abiertas al aire, el canto de las cosas; sorprendiendo y proclamando con deleite, fecundidades gigantescas; recogiendo en versículos édicos las semillas, las batallas y los orbes, señalando a los tiempos pasmados las colmenas radiantes de hombres que por los valles y cumbres americanas se extienden, y rozan con sus alas de abeja la fimbria de la vigilante libertad; pastoreando los siglos amigos hacia el remanso de la calma eterna, aguarda Walt Whitman, mientras sus amigos le sirven en manteles campestres la primera pesca de la primavera rociada con champaña, la hora feliz en que lo material se aparte de él, después de haber revelado al mundo un hombre veraz, sonoro y amoroso, y abandonado a los aires purificadores, germine y arome, en sus ondas, desembarazado, triunfante, muerto.[52]
El Partido Liberal, México, 17 de mayo de 1887.
[Mf. en CEM]
Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2015, t. 25, pp. 274-289.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[47] En el poema “Estrofa nueva”, de Versos libres, José Martí dice: “Ni en remilgados serventesios caben”. Véase, en OCEC, t. 14, p. 167.
[48] Song of Myself, 25, p. 50: “The dirt receding before my prophetical screams”.
[49] Inscriptions, “Poets to come”, p. 18: “I myself but write one or two indicative words for the future”.
[50] Song of Myself, 52, p. 78: “I sound my barbaric yawp over the roofs of the world”.
[51] En francés; Amigo, exaltado, crear, indolente, junto: junto.
[52] Otros textos relacionados:
- Elena Jorge Viera: “Letra de Martí. Estética martiana de los Versos libres y ‘El poeta Walt Whitman’”, Revolución y Cultura, La Habana, julio de 1986.
- Mary Cruz: “Centenario de ‘El poeta Walt Whitman’ de Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1987, no. 10, pp. 136-158. (N. del E. del sitio web).
- Luis E. Wong Reyna: “Más allá de las cumbres sublimes. Acercamiento a ‘El poeta Walt Whitman’”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1995, no. 18, pp. 147-170.