Renunció airado Conkling, seguro de que la Legislatura de New York lo reelegiría en son de protesta contra la violación de los derechos senatoriales. Pero todo lo que no sea virtud pura es a la larga apoyo deleznable en política. Los que por su propio interés le habían servido, por su propio interés le abandonaron. Sus admiradores sinceros, y nadie ha tenido más en este país, lucharon inútilmente por impedir el triunfo del candidato protegido por Blaine, que preparaba con aquella campaña su candidatura posterior, cuando Garfield creía de buena fe que estaba librando con ayuda de Blaine la primera batalla para sacar de una vez a la política del descrédito en que la tenía el interés corruptor de los empleos públicos.
Murió Garfield:[32] y Arthur, que solo al influjo de Conkling debía la vicepresidencia, no creyó, al suceder a su rival, que era cuerdo dar enseguida a Conkling ocasión de alardear de una victoria tan tristemente conquistada. Porque no era el debate de dos sistemas políticos, o de dos métodos serios dentro de un mismo sistema lo que había conmovido al país y parado en muerte; sino la ambición de dos pretendientes rivales. Ni fue el nombramiento de Grant y Arthur acuerdo espontáneo de un partido que busca dignos portaestandartes; sino el compromiso precipitado entre los amigos de Blaine, que impotentes para triunfar con su nombre, levantaron el de Garfield, y los amigos de Conkling, a quienes,―como medio de tenerlos de su lado en las elecciones, permitieron señalar el candidato a la vicepresidencia, que fue Arthur.
Jamás aceptaría Conkling de un hombre que era simple hechura de sus manos un puesto inferior al que desde su juventud venía apeteciendo; jamás solicitaría él de la Legislatura del Estado la elección que le habían negado aquellos amigos cobardes. Se cruzó de brazos, a ver cómo se desgranaba el partido que había osado desdeñarlo. No ayudó a Arthur, y Arthur no fue reelecto, y murió a los pocos meses de la pena más que de la pesadumbre.[33]
No ayudó a Blaine, cuando su candidatura contra Cleveland, y por la fuerza invisible de aquella mano caída, Blaine fue derrotado.
Y entonces fue cuando, libre de su ambición política, mostró Conkling de lleno las virtudes que hacían de él un hombre típico y extraordinario. Con la tristeza de la derrota le había venido aquella sabiduría que sazona el genio. Su silencio era más elocuente que aquellas arengas suyas airosas en ocasiones y de nobles caídas como la toga romana, y otras llenas de plumas de colores y envenenadas en la punta como la lanza salvaje. La política, habituada a que sus pretendientes la adulen, reconocía temple heroico en aquel que había sabido desdeñarla.
Se sacó del deseo aquella ilusión, como se saca una bala de la frente, aunque se lleven hasta más allá del polvo de la muerte las señas de la herida. Pagó sin murmurar, con la grandeza de los amigos que pinta Eurípides,[34] todas las notas endosadas con su firma que por valor de cien mil pesos dejó en plaza al morir un amigo desgraciado. Y con aquella certeza de sí que le había puesto tan alto entre los hombres, volvió, con un triunfo cada día, a las tareas de abogado de sus primeros años; a las pláticas del club donde era motivo de continua admiración lo pintoresco y rico de su lenguaje, y lo seguro de sus juicios; a la noble oscuridad de quien no cree que haya en el mundo corona que merezca bajarse hasta los pies de los hombres a recogerla. La nación lo ha honrado como a un prócer, y la ciudad lo ha velado como a un hijo. Su derrota fue su gloria. Comenzó a ser grande cuando dejó de ser ambicioso.
El Partido Liberal, México, 9 de junio de 1888.
[Mf. en CEM]
Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2018, t. 28, pp. 208-218.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[32] En El Partido Liberal, Grant. Se trata de un error de nombre, puesto que el vicepresidente Arthur sustituyó al presidente James A. Garfield cuando este murió semanas después del atentado que sufrió en 1884.
[33] Véanse las crónicas “La muerte del presidente Arthur. Estudio político” y “Muerte del presidente Arthur. Análisis de carácter”, publicadas en El Partido Liberal y La Nación, el 19 de diciembre de 1886, y el 4 y 5 de febrero de 1887, respectivamente. (OCEC, t. 25, pp. 39-52 y pp. 92-104).
[34] A diferencia de la mayoría de los poetas griegos predecesores y de su tiempo, Eurípides solía tomar sus personajes míticos de la vida real, de sus amigos y parientes, que solían expresarse de manera natural. Véase la carta a Manuel Mercado escrita entre el 27 de enero y días inmediatos de 1888, en la que Martí copia el siguiente pensamiento de Eurípides sobre la amistad: “La vida no tiene un tesoro mayor que un amigo sincero”. (OCEC, t. 28, p. 221).