
Libro confeccionado artesanalmente
en los talleres de la Ballena Codorniz.
Tamaño aproximado: 22x30cm
Compilación y edición:
Fidel Hechavarría
Ensayo preliminar:
Fina García Marruz
Última página: José Lezama Lima
Diseño y maquetación:
José Adrián Vitier
Ilustraciones: Ítalo Expósito,
Hermann Norman, Conrado Massaguer,
Jean-Michel Marquetti, Jorge Arche, Carlos Enríquez
Grabado de la tela de cubierta:
Nara Miranda
¿Cómo se podrá escribir de las cartas de Martí? ¿Por dónde empezar, cómo acabar nunca de hablar de ellas? ¿Dónde vimos antes, en qué literatura, en qué himnario, en qué declaración de amor, silencios y palabras, comienzos y despedidas, como estas? Imposible apresar en unas líneas el incomparable hechizo. No se puede contar, describir, analizar, un hechizo: es preciso participar. Y esto es lo primero que estas letras de pulso febril piden de nosotros: una participación. Huir, ya no es posible. Quedamos comprometidos desde el primer instante y para siempre. Se explica que un hombre así haya arrastrado a un pueblo. ¿Qué hay en las cartas de Martí que no hallamos en ningún otro epistolario, por ilustre que sea? ¿De dónde procede esa fuerza suya para implicarnos en seguida en el halo cálido de su argumentación, de su entusiasmo o de su pena? ¿En qué nos conciernen estas efusiones dichas a otros, estas tareas de un pasado ya histórico, que, de pronto, parece que nos enfrentan con nuestro propio tiempo, como demandándonos algo que hubiéramos olvidado, o que estuvieran dirigidas directamente a cada uno de nosotros?

A FERMÍN VALDÉS-DOMÍNGUEZ
New Orleans, 30 de mayo [de 1894]
Fermín querido:
Y ¿me iré sin recibir carta tuya, a pesar del telegrama del sábado pa. q. me alcanzase? Siento la gravedad de nuestra situación en cierto encogimiento que me posee, y cierta necesidad de mayor apoyo íntimo, como si ahora hubiera de ser más grande la labor. Y serían como salvavidas ciertas cartas amadas. Lo que dejo atrás lo sabes: una obra de empuje, y que has de salvar tú, y debe estar hecha, sin desviación posible, para cuando vuelva de aquí a un mes: ¿por qué lo que tengo aún por delante ha de fallar, cuando nada aún ha fallado? Es misteriosa y bella tu presencia, y tu fuego de hermano, ahora que culmina en mi vida la capacidad de ser útil. La razón no triunfa sin la poesía, tú eres mi poesía.
A Manuelito que no se me eche sobre ti. Por ti ha conocido él el placer de la honradez, y goza con oírte. De bondad excesiva ya tú y yo hemos sido suficientemente castigados. Vale a veces negar y gruñir. Si me le das pesos sueltos, está perdido el mozo. Que trabaje lo que gaste. Como a mi hijo lo quiero, aunque no lo sabe él, y debemos salvarlo. Él es de oro, y no hay más que ponerle el fango a hervir.
¿Has visto hervir el oro en la retorta? Es fango primero, y luego oro negruzco, y luego claro.
Fermín, arriba. Yo me voy, y te lego mi deber. No te arrugues, por las cosas de adentro ni un instante sólo. Serás feliz, y lo eres ya, mucho más que los que creen que lo son. Otros tienen, pero no se tienen. Nosotros nos tenemos. Visita mucho y escribe para Patria, y ponte mucho saco blanco, que así me gusta verte. Y a ver qué le presentas hecho, a mi vuelta, de ti y de las cosas públicas, a tu
