A EDUARDO HIDALGO-GATO

 

New York, octubre 27 [de 1894]

Sr. Eduardo H. Gato

Mi amigo muy estimado:

     Otro nuevo favor tiene Cuba que agradecerle, que es su último viaje, que yo no me atreví a echar sobre sus hombros, y Ud. emprendió voluntariamente. Esto, por mí al menos, no será olvidado.

     Pero ahora le escribo para algo más. Le escribo con angustia, y con fe. En las manos de Ud. está hirviendo la revolución, y yo no necesito demostrarle cuán cerca está, y cuán poderosa viene. No necesito asegurarle que solo en el instante decisivo de ella podría yo permitir a nadie, y sobre todo a quien ha hecho tantos ya, un sacrificio que pudiera evitarse. No necesito encarecerle la necesidad en que a última hora me veo, porque es mucho lo que hemos hecho, y es muy poco lo que hemos tenido para hacerlo. Llega la última hora. Llega la hora de emprender por fin, con todos los elementos posibles de éxito, la campaña por la libertad de nuestra Cuba. ¿Y será posible que quien conoce como Ud. toda la realidad de ella,—quien sabe como Ud. que ya no me queda esfuerzo por hacer, y todo puedo hacerlo con el servicio glorioso que le pido,—quien como Ud. sabe que no le pediría el servicio sin necesidad mortal, y que es fácil su inmediata satisfacción,—quien tiene de mí la lástima justa que me tiene Ud.,—me obligue, a la hora en que debo estar más callado, y parecer que nada hago, a revelar mi angustia y mis hechos solicitando de corazones empedernidos,—puesto que ya a los pobres nada tengo que pedir,—los $5,000 que sé de atrás que me habían de faltar, y que me faltan, y que me librarían de toda angustia, y cuyo pago dejaré yo garantizado, si se los quiere adelantar a Cuba el corazón generoso de Ud.?—¡Ah! amigo: con eso, ¡qué tranquilidad en estos últimos instantes! Sin eso, ¡qué terrible agonía!

     Semanas acaso, días acaso, me faltan nada más. Todo me es fácil, si con desembarazo,—y sin indicar a nadie lo que hacemos, por mis súplicas de ayuda,—puedo desenvolver el plan desde tanto tiempo meditado, y que está ya en sus últimas líneas. Todo minuto me es preciso para ajustar la obra de afuera con la del país. ¿Y me habré da echar por esas calles, despedazado, con náuseas de muerte, vendiendo con mis súplicas desesperadas nuestra hora de secreto, cuando Ud., con este gran favor, puede darme el medio de bastar a todo con holgura, y de encubrir con mi serenidad mis movimientos? Como un perro infeliz vivo, y no me quejo, desde que empecé este trabajo de salvación: y Ud., que lo ve todo, que lo sabe todo, que ama a Cuba, que me ve padecer, ¿me dará estos momentos,—acaso los últimos de mi vida,—de gloria y de respiro, o me dejará, solo en mi dolor y responsabilidad, rodeado de hombres que ya han hecho cuanto podían hacer, arrastrándome y mendigando, por salvarle a su patria, suplicando en vano, lamiendo la tierra, lo mismo que un perro? Lo haré, si Ud. quiere. Ojalá no lo tenga que hacer.

     Yo de estas cosas hablo mal. Doy cuanto tengo—el bienestar que tuve, y mi vida. Sé dar más que pedir. Pero con Ud. me siento más a mis anchas. Ud. es de mi raza, de la raza de hombres que se levantan solos, y de la crueldad y abandono del mundo se empujan hasta la altura desde donde se puede derramar el bien.—Ud. ama el trabajo, y no ve la riqueza sino como el triunfo de él.—Ud. sabe que yo admiro en Ud., con cierto apego de hermano, la bravura con que se ha hecho paso por entre los hombres, y el espectáculo magnífico del desvalido que sin más apoyo que sus manos de trabajador, ha ido ganando, una por una, tantas batallas a las enemistades de la tierra. Ud. defiende la riqueza que con tanto trabajo ha levantado; pero siempre me ha dicho, con acento que guardo con agradecimiento en el corazón: “¿Y Ud. cree que si mi patria necesita de mí en un momento supremo para su libertad, yo seré capaz de negarle mi esfuerzo?”

     No.—Ud. no es capaz.—Por eso he esperado la hora de la plena convicción de Ud., y de la necesidad absoluta. Si Ud. puede adelantar $5 000 a la Delegación, ella puede inmediatamente atender con desahogo a los planes que realiza. Si Ud. no los adelanta, será indecible la amargura en que me verá, y no podré realizarlos por completo. Ya no es tiempo de cartas, ni de más súplicas que esta que desde mis entrañas le hago. A cada instante, desde el miércoles próximo, el 2 de noviembre, puedo ya necesitar de esa suma. En el instante, pues, de desatarlo todo,—todo a la vez, con la felicidad y unanimidad que Ud. conoce,—¿se me trastornará todo por la escasez, por faltarme el auxilio de Ud.,—o se podrá emprender de nuevo la revolución de Cuba, gracias al auxilio de Ud.?—A dos condiciones está sujeto el préstamo que pido a Ud.,—no usaré de él, sino en el caso indudable, y con el último detalle, en mi mano, de echar a Cuba nuestra parte de la revolución;—la suma me será entregada—para evitar la malignidad humana—por la persona que Ud. indique, y con esta persona quedará obligada la Delegación a pagar, por Tesorería, esa cantidad, como obligación primera y única, salvo otra de $1 000 a que se atenderá en West Tampa,—de los productos de las emigraciones, que Ud. sabe a lo que montarán cuando haya estallado la guerra en Cuba.—Y si sucediese lo que no parece que pueda suceder; si a la vez fuese extinguida la revolución dentro y la ayuda que le llevásemos, y yo quedase vivo,—yo, que valgo cinco mil pesos,—y que acabo de dar a mi patria ocho mil que ganaba por año,—yo, que soy pobre y tengo honor, quedo personalmente responsable a Ud. de esa suma. Aunque esto es caso innecesario, y como imposible; puesto que ella no se ha de emplear sino cuando, como ahora ya, no queda duda alguna del concurso de la Isla y del extranjero.

     Y el favor que le pido es tan urgente,—y tal responsabilidad pesa sobre mí,—y todo lo tengo ya a tal punto, que me sería en verdad imposible dejar de pedir a Ud. que me enviara por cable a Barranco, la palabra Compre, si Ud.,—para gloria suya y satisfacción de su amor de hijo a Cuba, puede hacerle este servicio: y si no puede, y me he de echar como un perro por las calles, ponga a Barranco, la palabra Venda—una u otra firmada Luis. Imagine la ansiedad con que espero. Necesito saber, para proyectar lo que deba—que ya nada puede ser, en el caso de que me falle la esperanza que en Ud. pongo.—Si me dice Compre, ya no hay dificultades para mí.—Ojalá viniera Ud., a atender a esto por sí, o cambiar detalles, y darme el gusto de verlo.—Mida mis angustias, y mi tiempo escaso. Si le escribo más, me parece que lo ofendo.—Ud. es hombre capaz de grandeza. Esta es su ocasión. ¿Le prestará a un negociante $5 000, y no a su Cuba? Déme una razón más de tener orgullo de un cubano.

Y sigue adelante

                                          su

José Martí

Absolutamente nadie tiene, ni tendrá, conocimiento de esta carta.[1]

Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. IV, pp. 296-298.

Eduardo Hidalgo-Gato
Eduardo Hidalgo-Gato

Notas:

Véase Abrevituras y siglas

[1] Véase la respuesta de Hidalgo-Gato a la carta de Martí, en DJM, p. 424.