A DIEGO JUGO RAMÍREZ

 N. York, 23 de mayo [de 1882]

     Sr. Diego Jugo Ramírez

     Mi amigo muy querido:

     ¿Por qué se queja de mí? Pues, ¿cómo no lee Vd. las cartas que no le mando? Yo bien sé que no se las escribo; pero se las pienso. Vd. fue mi amigo en la hora amarga: Vd. está sentado en puesto de honor en mi corazón. A Vd. he de reñir yo, y no Vd. a mí, porque Vd. vive en paz, y su casa es como una maceta de jazmines, y yo soy como una jaula quebrantada, en que se va arrastrando un león enfermo. ¡Qué mayor tormento quiere Vd. que sentirse capaz de lo grandioso, y vivir obligado a lo pueril! Yo no esperé en la tierra más goce que el de hacer un gran bien, y sé cómo hacerlo, y no puedo hacerlo. Es como hinchar de aire ligero un sutil globo, y dejarlo atado a tierra, a que lo azoten y tajen los vientos. Por eso, amigo mío, no escribo a veces: por no escribir cosas de mí.

     Esta carta no va más que a llevarle a Ismaelillo. No lo lea una vez, porque le parecerá extraño, sino dos, para que me lo perdone. He visto esas alas, esos chacales, esas copas vacías, esos ejércitos. Mi mente ha sido escenario, y en él han sido actores todas esas visiones. Mi trabajo ha sido copiar, Jugo. No hay ahí una sola línea mental. Pues ¿cómo he de ser responsable de las imágenes que vienen a mí sin que yo las solicite? Yo no he hecho más que poner en versos mis visiones. Tan vivamente me hirieron esas escenas que aun voy a todas partes rodeado de ellas, y como si tuviera delante de mí un gran espacio oscuro, en que volaran grandes aves blancas.

     Pero cuénteme de Vd. y de si me recuerda, y de lo nuevo que hace. He visto de Vd. a un perfilador un soneto fiero. Y ¿qué fue de aquel libro de censuras, que escribió Vd. con estilo de Arquíloco? Crea, amigo mío, que me regocijaría tener qué dar, para darlo porque pudiésemos, en paz de alma, volver a vernos.

     Le digo aquí adiós, para poder saludar, antes de que salga el correo, a Arístides Rojas. Envíeme carta, para darme ejemplo, por el vapor que le lleva esta. Presente mis afectos respetuosos a su señora y a su hermana. Yo estoy purgando la pena de haberme decidido a ser honrado, y vivo sin mi hijo, sin hermana,[1] y sin señora.

     Mas no sin señor, que en Vd. lo tiene su amigo agradecido

José Martí

[OC, t. 7, p. 270-271]

Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2010, t. 13, p. 109.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] José Martí era el primogénito de una familia de ocho hijos; siete de los cuales eran hembras: Leonor Petrona; Chata (1854-1900); María Salustiana; Ana, quien aparece en su certificado de defunción como Mariana Matilde (1856-1875); María del Carmen; La Valenciana (1857-1900); María del Pilar Eduarda (1859-1865); Rita Amelia (1862-1944); Antonia Bruna (1864-1900); y Dolores Eustaquia; Lolita (1865-1870). (N. del E. del sitio web).