A DIEGO JUGO RAMÍREZ
Nueva York, 9 de diciembre [de 1881]
Sr. Diego Jugo Ramírez
Amigo mío:
¿Yo no le he escrito a Vd? No puede ser. Mi carta no habrá sido escrita en el papel, pero ha salido muy cariñosa de mi mente, y ha emprendido camino de Caracas. Ni con qué corazón quiere Vd. que le escriba, si me lo dejé allá todo? Aquí he traído la rueda que voltea, y la masa que trabaja; pero allí donde puse mis esperanzas, y las perdí, allí dejé lo más caro de mi vida. Otros no entenderán esto: por eso yo no lo escribo para otros. Entendería Vd. estas vehemencias mías, si me viera escribir, a despecho del pensamiento presuroso que me las empuja, estas letras menudas y correctas: a pesar del buen fuego que arde en mi cuarto, tengo mis manos heladas.
Yo no le he escrito, Jugo, porque quería escribirle sin premura, y con regalo. Esperaba, en vano como siempre, horas de calma. Aquí el trabajo; allí el dolor, que es un mayor trabajo, me echaban apresurado y fatigado sobre la hora del correo. Para decir cuanto quería, no tenía tiempo. Para no decirlo, no debía escribir. Tengo tal fe en mis agradecimientos, que sé que aquellos que me los han inspirado han de sentirlos, aun cuando yo no se los diga.
Y luego―las cartas me parecen siempre pequeñas. Esto viene de haber vivido tanto en cárcel; que me fatigo de ellas.
Ayer mismo, revolviendo entre mis recuerdos piadosos, volvía a ver uno que me es caro: un ramo de violetas, que me dio su esposa, en aquel día primero de carnaval en que no en vano estaban todos los colores en calles y ventanas,―porque no había ninguno en mi alma. A los pocos días alcé los ojos a aquel ramo, que adornaba el retrato de mi hijo, y vi que se secaba. Y escribí esto, que no le enseñé por ser cosa tan sencilla:
¿Por qué os secáis, violetas generosas,
Que me dio en hora amarga mano pía?
Pues patria al alma dais, flores medrosas,
¡no os secaréis en la memoria mía!
¡Oh! ¡y no se secan!
Aquí, mis escasas horas de esparcimiento son horas venezolanas. Las parto con Bonalde, y con Gutiérrez Coll. Ellos me animan a imprimir un librito, que escribí en Caracas, y allá le irá.[1] Ya está en las prensas. Es un juguete, como para mi hijo.
Jamás recuerdo las pequeñas amarguras que pasé en esa tierra bien amada: solo recuerdo sus ternuras―y pago como yo pago, a mar por río.―Empéñeme a escribirle, escribiéndome. Yo no le escribo más, porque ya es el alba.―¡Y vendrá mi hijo, que ya viene,[2] y no lo echará a andar por esos cerros, ni estrechará la mano de Vd., amigo mío, ni besará la de su esposa! Pero yo de aquí hago lo que él no hace. Por esto no escribo cartas, porque cuando acabo, empiezo.
Muy obligado y muy cariñoso queda aquí su amigo
[OC, t. 7, p. 268-269]
Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, t. 13, pp. 101-102.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véase la carta a Diego Jugo Ramírez, Nueva York, 23 de mayo [de 1882], OCEC, t. 13, p. 109. (N. del E. del sitio web).
[2] Su hijo y su esposa Carmen Zayas-Bazán no llegarán a Nueva York sino un año después en diciembre de 1882. No los veía desde octubre de 1880. (N. del E. del sitio web).