A CARMEN MANTILLA MIYARES

[A bordo del vapor Athos] 2 de febrero, 1895

Mi Carmita buena:

Muchos días han pasado, y pasarán, después de aquel doloroso de mi salida, sin que ni este mar nuevo ni el cielo claro me hagan olvidar tu pena y tu cariño. Es un pensamiento parecido al sol, que sale de repente de entre las nubes negras, y llena de color la mar oscura. El recuerdo de Vds.,—de tu alma limpia y leal,—es en mí una luz siempre encendida. ¿Y yo? ¿Ya soy nube, y cosa ida? ¿Iré yo pensándote, deseando, con mi ternura mayor, que la vida respete y premie tu virtud, tu verdad, tu piedad, y tú recordarás poco a los viajeros, con la golosina de New York? Yo sé que no. Tú callas, y quieres. Tú sabes que la pureza y la lealtad son la dicha única. Hay pocas almas tan capaces como la tuya de fidelidad, que es la aristocracia verdadera. Deja que la gente vanidosa e infeliz se entretenga royendo los huesos del mundo.—Y que New York no te haga olvidar tus libros útiles. Tu misma te estimas más, y te respetas más desde que estudias y sabes. Eso quita penas, y da autoridad y ventura. Solo el desocupado es desgraciado.—Deja que otras malgasten la existencia,—y tú, vela con lástima,—levántate de donde estén los malignos y los ociosos, y no dejes de crecer un solo día.—Iba a acabar aquí para que no me dijeras predicador: pero tú sabes que yo quisiera hacerme como un manto de mis entrañas, y abrigarte del mundo con ellas:—te quiero como a hija.[1]

     Vamos andando por la mar, y ya estamos cerca de Cat Island, que es la primera que se ve yendo del Norte, y de Watling’s Island, que viene enseguida, y se ve con curiosidad, porque muchos creen que esa es la primera tierra de América que vio Colón,—la que llamó San Salvador. ¡Tan cerca de Cuba, y todavía tan lejos! Esta noche dormiremos poco, porque llegaremos a otra isla,—Fortune Island,—donde el vapor toma los trabajadores de la travesía. Es curioso verlos llegar, como los vi yo otra vez, encaramados en el bote, que viene por la mar como un jinete va a caballo, saltando y bregando. Y traen un canto largo y triste.

     A tu mamá le escribí ya,[2] pero no le dije cómo nos podrían llegar tal vez noticias de Vds.—A la verdad no veo aún cómo, en la indecisión de nuestro camino. Ahora mismo acabamos de decidir seguir por mar a Montecristi, lo que acorta unos cuatro días el primer cálculo. Pero no vamos a estar de parada en lugar fijo, ni conocemos aún nuestra ruta, ni es probable que las cartas nos alcancen, porque vamos adelantando, a no ser que las hallemos a la vuelta, si hemos de volver, o que nos las envíen quienes aquí las reciban, si hemos de detenernos.—Yo creo que deben escribirnos a tres direcciones a la vez:—una, con sobre de afuera a Juan Anido, Santo Domingo;—otra a M. J. Aybar, Jiménez & Co. Montechristi, y la más extensa y segura al Dr. Ulpiano Dellundé, Cap. Haitien, Haití.—Aprovechen los primeros vapores, que se buscan en la columna de Ocean Steamers, en la página marítima del Herald.—Porque esa va a ser ahora pena grande para Manuelito y pa mí no saber de Vds. No importa, sin embargo.—Te veo cuando el sol se pone y cuando el sol se levanta. Un recuerdo al estudioso Soto.—[3]

                                                                                           Tu

Martí

 Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. V, pp. 57-58.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Nótese la similitud temática con la carta a María Mantilla de 9 abril de 1895, TEC, pp. 59-69. (N. del E. del sitio web).

[2] Se desconoce el destino de esa carta. (N. del E. del sitio web).

[3] Véase la respuesta a esta carta con fecha 18 de febrero de 1895. [DJM, pp. 441-442. (N. del E. del sitio web)].