Fermín Valdés Domínguez salió antier, por vía de Tampa, donde estará muy pocas horas, para Key West. Va el noble médico adonde lo llaman, y a donde quiere ir su corazón de
cubano agradecido a las virtudes con que el rincón de Key West, hoy conturbado por criminal ingratitud,[1] asiló y mantuvo en la hora de soledad y de agonía la fe de la patria en la redención que le conquiste el brío de sus hijos. Allí donde se pueda cumplir más cantidad de deber, allí se debe vivir.—Pero Patria no dirá adiós a Valdés Domínguez, por ser vana la despedida a aquellos hombres que, como él, quedan con vehemente presencia ante quienes una vez lo conocieron, por la altivez de su dignidad, por el empuje de su patriotismo, y por su nobleza extraordinaria.