BOLETÍN

Inundación en Francia y Alemania.—El ancho Garona.—Los ríos y la vida.—Masa  bestial y hombre justo.—Tolosa.[1]—Bohemia[2] y Moravia.[3]
—Buda y Pest.[4]

Trajo el paquete[5] último tristísimas noticias; incesantes lluvias habían caído sobre el mediodía de Francia: rebosados el Tarn[6] y sus afluentes, henchido con las copiosas aguas el Garona,[7] los ríos de aquella comarca salieron de madre, saltaron sobre sus orillas, se extendieron por los campos, rompieron puentes, invadieron pueblos, y cadáveres y ruinas y miseria se esparcen ahora en aquellas campiñas risueñas, en que el sol calienta blandamente y juguetea entre los alrededores pintorescos de los lindos pueblos fronterizos, y a la margen rica y fértil de los caudalosos y anchos ríos.

     No calienta el sol en las tierras dormidas, aletargadas y como muertas bajo las extensas llanuras de nieve. Se oprime el corazón ante ese inmenso cadáver blanco; se muere todo en derredor y siente uno en sí la muerte propia. Hay tiranías rudas: así la de la nieve que esteriliza y ahoga la tierra.—Búscase en aquellas comarcas prestada la vida al calor de una hoguera que encienden la inacción y el hastío: no así en los pueblos del mediodía de Francia, alegres y gallardos, llenos de casas blancas y de mujeres vivas y risueñas. Es en ellos el sol, bueno y constante amigo: saben ya las espigas rubias cuándo vendrán los rayos de oro a reclinarse y brillar entre ellas, y cada año se abre la tierra en frutos abundantes de este bellísimo consorcio: allí crecen las vides pomposas, de jugo suave y ardiente como la naturaleza a la par muelle y vivaz de las mujeres del país: serpean y fructifican los campos riachuelos numerosos: pliégase la tierra en pequeños cerros, a la falda arrogante de los severos montes pirenaicos, y riega casi toda la comarca el Garona de correr majestuoso, cuyas ondas se esparcen y se extienden con la tranquila y soberbia calma de los dueños.

     ¡Bien haya Jorge Manrique, el de las endechas quejumbrosas, el del perpetuo y bellísimo dolor!

Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar,
Que es el morir:
Allí van los señoríos
Derechos a se acabar
Y consumir.[8]

     Imítanse río y vida en el lento correr, en la implacable sucesión de ondas y días, en el regar las márgenes el uno y fecundar seres la otra, en el ir del ser pequeño hacia el inmedible y ancho ser. Todo es análogo en la tierra,[9] y cada orden existente tiene relación con otro orden. La armonía fue la ley del nacimiento, y será perpetuamente la bella y lógica ley de relación.

     Todo va a la par, y todo es semejante; el árbol tiene savia, como sangre el cuerpo y agua el río: las plantas son seres atados a la tierra por raíces; los hombres son seres atados por los misterios de la voluntad: así la corriente ha de deslizarse por su lecho, como la esencia humana ha de vivir determinados días con existencia terrenal.

     Riega el ancho Garona desde el valle español de Arán hasta las márgenes de la ría que baña los alegres y bulliciosos muelles de Burdeos, la ciudad del gran teatro, de las sabrosas moules,[10] y de la rica y hermosa calle de la Intendencia. Cerca de allí las campiñas donde crecen las jugosas vides, misterioso espíritu de planta que reanima el espíritu del hombre:[11] analogía y relación nuevas.

     Y estas vides han sido arrancadas, y estos campos anegados y hundidos; y las montañas han bajado hasta la tierra, y los ríos iracundos han subido hasta la nieve que blanqueaba en las montañas. Esta fiera naturaleza se olvidó de sus hombres: esta masa empujada y torpe ha arrastrado las plantas que fecunda; esta madre voraz y sorda ha destruido los hijos que crea. Calienta el hombre en su cerebro la idea poderosa de justicia: estrecha la madre humana contra su seno al débil hijo que tuvo vida en sus entrañas: muere el águila herida al pie del que le roba sus hijuelos; y esta masa creadora maternal rueda sin conciencia ni dolor sobre plantas, e hijos, y ríos y campos y hombres!

     No nace este ser justo de la masa que desconoce la justicia: no nace este hombre previsor de la madre que fecunda para herir: no nace este cerebro inteligente de la fuerza que arrasa y que devasta: no puede lo que crea ser hijo de lo que destruye: no puede lo que piensa brotar de lo que fatal y ciegamente adelanta y corre. El hijo tendrá inteligencia, porque la hubo del padre que lo creó: el hijo vivirá de amores, porque en amores fue concebido y fecundado: la alegría nace en el alma cuando la mañana nace en la tierra: todo vivo nace de vivo, y de ser noble todo el que alienta con nobleza. Madres serán de las montañas esa tierra y esa agua impías, sepultura perpetuamente abierta, mano ciega que despedaza lo que acaba de crear y fecundar. Estas nubes que se abren en aguas mensajeras de la muerte, estos ríos que se desbordan por la campiña amedrentada, estas colinas que se hunden sin dar amparo a los hombres que perecen, este rugido de la muerte que inconsciente, fatal, ciegamente devasta el campo fértil, el hogar amadísimo, el árbol que alimenta al hombre, y el hombre que honra a su ser y cuida el árbol, no son los padres nobles de este alto ser humano inteligente, pensador de la vida, soñador en la esencia, activamente justo, compensador y previsor, enemigo de lo que mata, y cuidador y alimentador de lo que crea. Lo inteligente no nace de lo estúpido: el vivo bueno y noble no es el hijo de la masa bestial.

     Riega el ancho Garona bellas y fertilísimas comarcas: ¡míseros hoy los pueblos que mansamente regó el Garona un día! Verdún, Le Magistère, Tréboulet, Moissac ven pobladas de cadáveres las calles que un tiempo palpitaron con la alegría de sus laboriosos hijos. Húmeda soledad se extiende ahora por donde antes jugueteaban y brillaban los rayos de un caliente y siempre amigo sol.

     Y con Verdún y Bagnères, las poblaciones más infortunadas, llora ahora Tolosa, la que fue un tiempo pobladísima ciudad, y dio a los galos sublime santuario para su hermosa religión y se alió después a los romanos invasores, y olvidó luego veleidosa a los romanos por los cimbros. Triste llora Tolosa, la de hijos de ojos negros y ardiente y generoso corazón.

     Arde la patria perennemente en el espíritu de los hombres que ampara y cobija: arde a las veces con luz lánguida; pero cuando la encienden desventuras, viva y brilladora y hermosa es la luz. Es lo que convencionalmente se llama desgracia, elemento esencial en el hombre: así son las catástrofes y los dolores lazo bueno de ayuda y de unión. Todo ser se reconoce en el desventurado: aquel que no sufrió males adivina intuitivamente que los habrá de sufrir. Agrúpanse por el mal de todos los que se libraron del mal: regocíjanse con remediarlo: aprestan sus socorros fraternales: dase de lo que se tiene profusamente y a porfía: únense los hombres para socorrer a los hombres: dan los vivos a las familias de los muertos: no se ha ahogado la voz común en el ser humano: al fin es el ser humano esencial y activamente bueno.[12]

     Los hombres vivos socorren a aquellos que pueden todavía restaurar sus daños y vivir. La masa torpe en cambio no volverá la vida a los hombres que en ciega hora mató. ¿Y el que repara es hijo del que no remedia su destrucción? Así sería hijo un hombre de la madre que lo devorará al nacer.

     El Íster[13] de ondas azules ha destruido en las tierras germánicas las comarcas de Mahren[14] y los Czech.[15] La simpática Bohemia, y la Moravia perpetuamente combatida, también han tenido ahora árboles arrancados de los campos, e hijos desaparecidos del hogar.

     También las aguas copiosas cayeron en el río: también el Danubio fantástico salió de madre e inundó. Mensajero de desastres fue esta vez ese que la melancólica imaginación de los germanos hizo río poblado de mujeres blancas, encantadas rosas, genios invisibles, y sueños y devaneos de enamorados. Rosas azules crecían en las márgenes del Íster caudaloso, un tiempo límite de la insaciable avaricia romana, límite ahora al morir, de la tierra amenazadora de Turquía. Protege hoy a los hijos del Oriente el que un día protegió a los del Norte; pero cómo lloran hoy sus iras Boehmien[16] y Mahren, la nación de Sigoveso y la de Zwentiboldo, la alegre Buda y la bella y riquísima Pest!

     No habrá este año en aquella las fiestas que tanto envidian los rusos de Nijni-Nóvgorod; ni habrá en la plaza caballos salvajes; ni pasearán con franca algazara por las calles a aquellos bueyes cenicientos de larga y puntiaguda cornamenta. No habrá hacinados a una parte lanas, granos y vinos, ni en la otra frutas, ni más allá la profusión pintoresca de pipas de barro, tan estimadas y queridas por los hijos de la comarca laboriosa. Ni paseará al lado del rico el labriego desaseado y robusto, envuelto en capa oscura, o en no muy blancas pieles de grandes ovejas:—triste, triste Buda, la de las fiestas que para sí envidiaría la soberbia y egoísta Nóvgorod.[17]

     Y Pest sufrirá nuevamente lo que, también por iras del Íster, sufrió a fines del siglo XVIII. La comercial, la rica, la industriosa Pest suspende ahora su vida activísima para mirar hacia los campos devastados, y llorar sobre la ignorada tumba de sus hijos. ¡Crueles, crueles ríos el Garona de curso soberbio, y el Danubio de márgenes floridas, de vapores poblados de fantasmas, de visiones de amor y ondas mansas, rumorosas, suaves y azules!

                                                                                              Orestes

 Revista Universal, México, 17 de julio de 1875.

[Mf. en CEM]

 Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2010, t. 3, pp. 38-42.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Ciudad de Francia.

[2] Una de las regiones del país checo.

[3] Región del país checo.

[4] En 1873 se unieron y formaron la actual ciudad de Budapest, capital de Hungría.

[5] De esta manera se traducía packet-boat, palabra inglesa para denominar a un barco que hacía funciones de correo marítimo. También era traducida como “paquebote”.

[6] Río afluente del Garona, Francia.

[7] Río al suroeste de Francia.

[8] Fragmento de las “Coplas a la muerte de su padre”. Juan Valera señaló la posible influencia del poeta rondeño Abul-Beka en dichas coplas. Marcelino Menéndez y Pelayo, en la Historia de la poesía castellana en la Edad Media, considera que sus fuentes fueron la Biblia, los libros de los Santos Padres y de los moralistas y poetas castellanos, y que su originalidad consiste en la forma y sello propios que dio a esa tradición.

[9] Véase JM: “Cuaderno de apuntes no. 5” [1881], OC, t. 21, p. 165; “Boletín. Inundación en Francia y Alemania”, Revista Universal, México, 17 de julio de 1875, OCEC, t. 3, p. 39; “Cartas de Martí. Galas del año nuevo”, La Nación, Buenos Aires, 18 de marzo de 1883, OCEC, t. 17, p. 30; y “Libro nuevo. Manual del veguero venezolano”, La América, Nueva York, enero de 1884, OCEC, t. 19, p. 54. Hay muchas otras referencias a esta idea realmente esencial en su pensamiento. Véase “Boletín. Clases orales”, Revista Universal, México, 18 de junio de 1875, OCEC, t. 2, p. 76; “Mente latina”, La América, Nueva York, noviembre de 1883, OCEC, t. 18, p. 233; “Prólogo [a Cuentos de hoy y mañana”], Nueva York, 1883, OCEC, t. 18, pp. 313-314; y “La ley de herencia. (Libro nuevo)”, La América, Nueva York, enero de 1884, OCEC, t. 19, p. 28.

[10] En francés, mejillones.

[11] “Vino, a todos gusta. Los franceses, tan industriosos y útiles, suelen volverse de nuestros países a Francia, porque hechos al vinillo retozón o al vinazo azul que los alegra y alimenta, no pueden habituarse a vivir donde no hay vino, o lo hay muy caro. Y los mismos que no hemos nacido en Francia, entendemos sin dificultad este culto pagado a las generosas uvas. Hay en la vid algo del espíritu del hombre. Los alcoholes abominables agobian y embrutecen. El vino, sano y discreto, repara las fuerzas perdidas”. (“Plantación de la vid”, La América, Nueva York, septiembre de 1883, OCEC, t. 18, p. 154).

“Ni vino siquiera admiten los temperantes de Pennsylvania que se beba, aunque el vino es vida líquida, y sangre de la tierra, que trae espíritu al hombre. Ni en Pennsylvania se puede pensar en vinos, porque con los derechos de protección venden tan caros los mostos agricrudos, el borgoña pegajoso, el champaña verde de Ohio y California, que el pobre no los puede comprar, y el rico prefiere pagar un poco más por los caldos finos de Francia y de Hungría: ¡qué lonja de carne vale, después de una noche de trabajo, lo que un sorbo de Chambertin, en vaso de bacará, o unas gotas de budha-crema, que es miel pura, como el mejor pontet-canet? Criar la vid es ennoblecer la tierra”. [“Cartas de Martí. Las elecciones en Pensilvania contra la fabricación y uso de bebidas”, La Opinión Pública, Montevideo, 13 de agosto de 1889, en José Martí, cónsul de la República Oriental del Uruguay, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2016, p. 122. (N. del E. del sitio web)].

Véase, al respecto:

  • José Martí y el vino, introd. y ed. a cargo de Xosé Lois García, Galicia, Bodegas Amedo, S. L., 2002.
  • Jesús Medrano Urquiza: “Martí y la vinicultura”, Cartacuba, Villaclara, abril de 2002.
  • Medardo Vitier: “El profesor José María Velázquez y el vino”, Valoraciones, Universidad Central de Las Villas, 1960, t. I, pp. 460-464.

[12] “[…] ¿Qué son los afanes del hombre ante las fuerzas animadas del mundo? Se va arrodillado, aunque parezca que se va de pie. Las hormigas parecen gigantes. Un orgulloso es un imbécil. ¡Barrido, barrido, en dos horas de inundación, el pueblo de treinta mil hombres que fabricaba el hierro y el acero! // Ha subido, como una marea, el espíritu público, y los hombres se han mirado con amor, y se han dado las manos. // Se han puesto mesas de caridad en las casas municipales y las manos que recogían los donativos se quedaban atrás de las manos que los daban. Una modestia súbita hace a los hombres visiblemente mejores. Los fanfarrones ilustres, los moradores de los palacios, los reyes del comercio ven que, con que crezca la mar y se les junten los ríos por sobre la cabeza, morirán vomitando el agua, espantosos y lívidos, contra sus paredes doradas. En los pobres es la piedad, y en los ricos el acatamiento. En dos días quinientos mil pesos. Dos millones en ocho días. La trompa de un tren de socorros pica el talón del tren que va adelante. El socorro va en trenes repletos de víveres, de utensilios, de ropa, de ataúdes”. (“Johnstown”, La Nación, Buenos Aires, 26 de julio de 1889, OC, t. 12, p. 228). (N. del E. del sitio web).

[13] Antiguo nombre dado por los romanos al río Danubio.

[14] En Revista Universal: “Maehren”. Al parecer, es una transcripción errónea de Mahren, Moravia en alemán.

[15] República Checa.

[16] En Revista Universal: “Baehmas”. Al parecer, se trata de una transcripción errónea de Boehmien, Bohemia en alemán.

[17] Nijni Nóvgorod. Ciudad de Rusia.