AL GENERAL PORFIRIO DÍAZ

México, 23 de julio de 1894

C. General Porfirio Díaz

Señor:

Un cubano prudente, investido hoy con la representación de sus conciudadanos,―que ha probado sin alarde, y en horas críticas, su amor vigilante a México,―y que no ve en la independencia de Cuba la simple emancipación política de la isla, sino la salvación y nada menos, de la seguridad e independencia de todos los pueblos hispano-americanos, y en especial de los de la parte norte del continente, ha venido a México, confiado en la sagacidad profunda y constructiva del general Díaz, y en su propia y absoluta discreción, a explicar en persona al pensador americano que hoy preside a México la significación y el alcance de la revolución sagrada de independencia, y ordenada y previsora, a que se dispone Cuba. Los cubanos no la hacen para Cuba solo, sino para la América; y el que los representa hoy viene a hablar, en nombre de la república naciente, más que al jefe oficial de la república que luchó ayer por lo que Cuba vuelve a luchar hoy, al hombre cauto y de fuerte corazón que padeció por la libertad del Continente, que la mantiene hoy con la dignidad y unidad que da a su pueblo, y que no puede desoír, ni ver como extraños, a los que a las puertas de su patria, en el crucero futuro y cercano del mundo,[1] y frente a una nación ajena y necesitada, van a batallar por el decoro y bienestar de sus compatriotas, y el equilibrio y seguridad de nuestra América. Trátase, por los cubanos independientes, de impedir que la isla corrompida en manos de la nación de que México se tuvo también que separar, caiga, para desventura suya y peligro grande de los pueblos de origen español en América, bajo un dominio funesto a los pueblos americanos. El ingreso de Cuba en una república opuesta y hostil,―fin fatal si se demora la independencia hoy posible y oportuna,― sería la amenaza, si no la pérdida, de la independencia de las repúblicas hispano-americanas de que parece guardián y parte por el peligro común, por los intereses, y por la misma naturaleza.

     El general Díaz aparece ante los americanos pensadores, como un hombre igualmente capaz de servir a su patria con el valor heroico y con el silencio de la prudencia. Por eso, con toda la autoridad que los cubanos le han dado,―con la de los sucesos que lleva en sí,―y con la de su amor probado a México, solicita afectuosamente el que suscribe del general Díaz el honor de una conversación que no puede ser inútil a la amistad indispensable de México y Cuba―y que merece quien―como el que firma―conoce, como mexicano que con el alma es, toda la delicadeza de la situación de México; y todas sus obligaciones oficiales.

     En asunto de grandeza, se llama a un hombre grande. Así aguarda la respuesta del general Díaz.[2]

Su servidor respetuoso

José Martí

Hotel Iturbide, Cuarto n. 51[3]

Tomado del Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991, no. 14, pp. 13-14; EJM, t. IV, pp. 228-229.

Porfirio Díaz

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] José Martí utiliza una expresión muy similar, “crucero del mundo”, en la “Carta de José Martí sobre su discurso en Hardman Hall, el 10 de octubre de 1893”, Patria, 24 de octubre de 1893, no. 83, p. 2 (EJM, t. III, p. 425); en los artículos “España en Melilla” y “El movimiento revolucionario en Cuba; el gran osario de España”, Patria, Nueva York, 28 de noviembre de 1893, no. 88, p. 2 (OC, t. 5, p. 336) y 5 de diciembre de 1893, no. 89, p. 3 (no aparece en OC); y en el Manifiesto de Montecristi. El Partido Revolucionario a Cuba, fechado en esa ciudad dominicana el 25 de marzo de 1895. (N. del E. del sitio web).

[2] A continuación, se encuentra el siguiente escrito, colocado a la izquierda de la hoja: “Desea le conceda una conversación para tratar los asuntos políticos de Cuba de cuyo buen éxito dependerá el bienestar de las Repúblicas hispano-americanas.―” Más abajo, en el extremo derecho y con igual letra que el escrito anterior ―diferente de la caligrafía martiana con que fue escrita la carta―, aparece lo siguiente: “Jueves a las 6½ tarde en Chapultepec”. En esta última indicación la hora escrita originalmente era “7”, pero el número aparece tachado, con la frase “6½ tarde” escrita encima.

[3] Véase la nota del CEM, “Martí en México. Nuevos documentos”, publicada en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991, no. 14, pp. 11-13.