A GONZALO DE QUESADA Y ARÓSTEGUI
New York, 16 de noviembre/89
Tengo un hijo, y no hubiera querido que a sus años de Vd. y en nuestra situación me escribiese sino lo que V. me escribe. No quería violentar su opinión; pero me tenía apenado que por respetos, o por la culpa del aire, pudiese ser otra de la que es. Poco vale este amigo infeliz e impotente; pero sabe donde está la virtud, y el modo de conciliarla con las obligaciones de la vida, sin faltar a estas ni a ella. Las almas nacidas para la honradez no tienen conveniencia, ni viven tranquilas, fuera de la honradez. Ancho campo hay en el mundo para vivir con decoro:—aquí, o donde lo haya. Vd. me da con su nobleza valor para decirle esto. Tanta fealdad de alma estoy viendo a mi alrededor, que me siento tentado a darle gracias por ser Vd. como es; porque las malas acciones me entristecen, como si las cometiera yo, y las buenas me dan bríos para pelear. Aún se puede, Gonzalo. Son algunos los vendidos y muchos los venales; pero de un bufido del honor puede echarse atrás a los que, por hábitos de rebaño, o el apetito de las lentejas, se salen de las filas en cuanto oyen el látigo que los convoca, o ven el plato puesto. El interés de lo que queda de honra en la América Latina,—el respeto que impone un pueblo decoroso—la obligación en que esta tierra está de no declararse aún ante el mundo pueblo conquistador—lo poco que queda aquí de republicanismo sano—y la posibilidad de obtener nuestra independencia antes de que le sea permitido a este pueblo por los nuestros extenderse sobre sus cercanías, y regirlos a todos:[1] —he ahí nuestros aliados, y con ellos emprendo la lucha. Con dinero, Gonzalo, a nada le temería. No son sueños. ¿De qué sirven un poco de habilidad, y el desprecio de la vida que no se puede emplear en el bien común? Con la energía de la honradez, se pueden cruzar aceros contra los fuertes arrogantes, aunque les vayan levantando las manos los que, por su defensa y la nuestra, se debían poner frente a ellos. Yo sé lo que yo haría y lo que puedo hacer, y cuán pronto lo haría. Y lo que pueda, lo haré. Ya estaría el periódico publicado,[2] por Cuba y por nuestra América que son unas en mi previsión y mi cariño, si pudiese decidirme yo a aceptar ayuda de los que, en público o en secreto, no comparten por entero mi modo de pensar. Y lo que me detiene es que ideas de esta dignidad no deben aparecer con pobreza ante el público, porque el dañarlas más que defenderlas, y no veo claro el modo de sacar el periódico a la luz con la frecuencia y holgura que en estos meses de combate son necesarias. Lo haré, como pueda, porque es preciso. ¿Pero qué he de poder hacer con $25, que es lo que puedo quitarles de la boca a los que reciben el pan de mí, y $15 más que tres amigos redondos me tienen ofrecido? $5 le impongo a Vd. de contribución, mensual, si el periódico se publica, por seis meses a lo menos. Y las ideas saldrán a luz, en una forma u otra, y el periódico, aunque no fuese más que con los $40. ¿No lo ofendería a Vd. si no aceptara su oferta? ¿Cómo dejar sin defensa a aquello a quien no defiende nadie, y están tantos dispuestos a vender?
Tengo que celebrarle la inquietud en que me dice que está, porque no ha de ser solo la pena de no ver a su amiga[3] y a sus padres,[4] sino la desazón que los corazones limpios sienten en la compañía forzosa y abominable de los hombres que en una u otra forma venden su honor al interés. No se me cure nunca de esta noble enfermedad; aunque no le oculto que lleva a lo que yo siento ahora, que son náuseas de muerte. Ni crea a los tentadores que por obrar mal ellos andan buscando quien obrando como ellos les sirva de excusa a sus propios ojos; y le dirán que esos de Vd. son escrúpulos de la juventud, que se le acabarán cuando entre en años. Se le acabarán cuando se le acabe la honradez. Se puede ser próspero y virtuoso. Piense como piensa, observe mucho, calle más, elija buena compañera, y será a la vez bueno y feliz.
Me es muy valioso lo que me dice, y le he de agradecer mucho que me tenga al tanto de cuantas opiniones sobre Cuba lleguen a su noticia, salvo las que por su carácter privado, y de la delegación de Vd.,[5] no le pertenezcan. Pero si, de lo que ande de boca en boca, cuanto nos ayude para ir guiándonos en esta campaña:—¡cuándo nos deparaba, para empezar a1 fin, una ocasión tan propicia la fortuna ! Hay que levantarse, sacudirse el polvo y seguir andando. He leído su carta con júbilo de padre.
Su
Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. II, pp. 156-157.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] En su última carta a Manuel Mercado, Martí le ratifica: “[…] ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber—puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo—de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. (Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895, TEC, p. 73. Las cursivas son del E. del sitio web).
[2] Véase JM: “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York, 8 de enero de 1887], OCEC, t. 25, pp. 355-357; “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York] 19 de febrero [de 1889], OCEC, t. 31, pp. 229-230; y “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York] 29 de marzo [de 1889], OCEC, t. 31, pp. 244-247. (N. del E. del sitio web).
[3] Angelina Miranda Govín, entonces novia de Gonzalo.
[4] Gregorio de Quesada Varona e Isabel Aróstegui de Quesada.
[5] Gonzalo de Quesada fungía en esos momentos como secretario particular de Roque Sáenz Peña, delegado argentino a la Conferencia Internacional Americana.

